El ejemplo de Obama
Habr¨¢ que recurrir a los inmigrantes y la movilidad en la UE para volver a crecer
Dicho y hecho. Apenas pronunciado el discurso de investidura de su segundo mandato, Barack Obama entablaba la batalla en un tema capital: la inmigraci¨®n. Y, seguramente para asombro de muchos europeos, lo hac¨ªa anunciando su intenci¨®n de regularizar a... ?11 millones de personas sin papeles! Para quien est¨¢ acostumbrado a los debates sobre el tema en Europa, es al mismo tiempo sobrecogedor y hermoso ver a un presidente aclamado en Las Vegas tras anunciar su intenci¨®n de ¡°sacar de las sombras¡± a millones de trabajadores y trabajadoras hasta ahora considerados como criminales por vivir y trabajar en Estados Unidos indocumentados.
Durante la reciente campa?a presidencial francesa, Nicolas Sarkozy y sus partidarios se afanaron en denunciar la supuesta intenci¨®n de Fran?ois Hollande de regularizar masivamente a los sin papeles, y este ¨²ltimo lleg¨® a obsesionarse por intentar convencer al electorado de que no lo har¨ªa. Del mismo modo, solo seis meses despu¨¦s de su toma de posesi¨®n, el ministro de Interior, Manuel Valls, se enorgullec¨ªa ya de haber alcanzado un r¨¦cord de expulsiones. Aunque es cierto que no hay que ceder a la facilidad de comparar el para¨ªso norteamericano con el infierno europeo. En realidad, Barack Obama ostenta tambi¨¦n el r¨¦cord de inmigrantes clandestinos expulsados, obtenido durante su primer mandato. Desde el Patriot Act, que George Bush consigui¨® aprobar pese a que, en muchos aspectos, atenta contra las libertades individuales, las fronteras de EE UU est¨¢n cerradas; en todo caso, m¨¢s de lo que han estado nunca. Es importante por tanto observar que nos encontramos en una coyuntura que conducir¨¢ a EE UU y, seguramente, ma?ana tambi¨¦n a Europa, a la apertura de sus fronteras.
Es verdad que en EE UU la inmigraci¨®n siempre ha sido un motor del desarrollo. Y, al margen de los indios norteamericanos, perseguidos durante la conquista del Oeste, todas las dem¨¢s categor¨ªas poblacionales proceden de la inmigraci¨®n. Los flujos originarios del sur del continente americano han aumentado la diversidad de la sociedad y, adem¨¢s, Barack Obama le debe la c¨®moda victoria que le otorg¨® la reelecci¨®n a la confianza renovada de afroamericanos y latinos.
No hay que olvidar tampoco que el crecimiento norteamericano siempre ha reposado en un flujo permanente de inmigraci¨®n procedente de los dos extremos del espectro: por un lado, trabajadores pobres, mal pagados y muy poco protegidos, que asumen una mir¨ªada de peque?os empleos; por otro, personas con una alta o muy alta cualificaci¨®n. Es de hecho uno de los puntos sobre los que Barack Obama quiere insistir: incitar a un n¨²mero creciente de los miles de estudiantes extranjeros que viven en el pa¨ªs a nacionalizarse estadounidenses. As¨ª, planea que todos los titulares de un m¨¢ster puedan solicitar la tarjeta verde, es decir, un permiso de trabajo de larga duraci¨®n que puede conducir a la obtenci¨®n de la nacionalidad. En el plano pol¨ªtico, es interesante se?alar que dem¨®cratas y republicanos han formado un grupo conjunto de ocho senadores, y que se dir¨ªa que existe una carrera de velocidad entre las propuestas presidenciales y las de este grupo, aunque todas van en el mismo sentido: la regularizaci¨®n de esos once millones de trabajadores en la sombra, combinada con una modificaci¨®n de las v¨ªas de acceso a la nacionalidad estadounidense. Y, entre esos senadores, se sientan dos figuras republicanas interesantes: una que encarna el pasado, John McCain, desafortunado candidato contra Barack Obama durante su primera campa?a; y la otra, que tal vez encarne el futuro, es Marco Rubio, el senador por Florida de origen cubano susceptible de personificar un giro ideol¨®gico del partido republicano, al parecer m¨¢s proclive a conceder mayores atenciones a los latinos, entre otros.
?Y Europa? Seguramente, si volvemos a la senda del crecimiento, todos los miembros de la Uni¨®n Europea ¡ªexcepto Francia e Irlanda, que cuentan con poblaciones din¨¢micas¡ª tendr¨¢n problemas de d¨¦ficit demogr¨¢fico. Y, si queremos volver a crecer y a progresar, habr¨¢ que compensar ese d¨¦ficit: por supuesto, facilitando una mayor movilidad dentro de la misma Uni¨®n Europea (movilidad que ha quedado apuntada ya con ocasi¨®n de la crisis, pues, por ejemplo, muchos j¨®venes licenciados espa?oles est¨¢n encontrando empleo en Alemania, mientras que numerosos investigadores italianos est¨¢n siendo enrolados por los laboratorios franceses); pero, en parte, tambi¨¦n recurriendo a la inmigraci¨®n. Y solo depende de nosotros empezar por el principio, es decir, por los estudiantes, pues la batalla por la materia gris es otro de los terrenos en los que se decide nuestra futura competitividad.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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