El ministro de Defensa franc¨¦s admite centenares de bajas islamistas en Mal¨ª
Hollande puede presumir de ¨¦xito en la operaci¨®n militar, pero quedan zonas oscuras El Gobierno franc¨¦s no ha dado a¨²n una explicaci¨®n convincente del coste de la guerra ni de sus consecuencias humanas
La operaci¨®n Serval que Francia comenz¨® el 11 de enero para contener la amenaza yihadista en Mal¨ª ha tenido efectos muy positivos aunque encierra todav¨ªa numerosas inc¨®gnitas y algunos puntos oscuros. La parte buena es que la ofensiva ha terminado en apenas tres semanas con la dominaci¨®n yihadista del Azawad, el gigantesco norte de Mal¨ª que los grupos armados ligados a Al Qaeda hab¨ªan convertido en un santuario-c¨¢rcel, rompiendo la integridad territorial del paup¨¦rrimo pa¨ªs africano y convirtiendo su precaria democracia en un Estado fallido y un reino del terror.
Para la poblaci¨®n civil y las autoridades malienses, Francia ha salvado a su pa¨ªs y Hollande es un h¨¦roe. La r¨¢pida reacci¨®n y los ataques de los cazas y helic¨®pteros franceses han permitido a Bamako recuperar las ciudades tomadas -sin producir, que se sepa, v¨ªctimas civiles-, y han sumado unos miles de desplazados m¨¢s a los que gener¨® la rebeli¨®n yihadista. Si los islamistas radicales hubieran llegado a la capital, la guerra habr¨ªa sido una carnicer¨ªa. Y quiz¨¢ Occidente no se habr¨ªa atrevido siquiera a empezar la guerra.
La expeditiva decisi¨®n de Hollande, una vez comprobada la imposibilidad de poner en marcha una fuerza internacional que llegara a tiempo de evitar lo peor, fue el primer acierto del socialista franc¨¦s, que tras ser acusado de blando por Nicolas Sarkozy y algunos sectores de su propio partido, ha demostrado fibra moral, olfato pol¨ªtico y sentido de la responsabilidad.
Investido de repente como improbable comandante en jefe, y asesorado por su nuevo equipo de comunicaci¨®n, Hollande ha visto en su primera guerra africana la ocasi¨®n de revelarse como un estadista firme y comprometido con la democracia. M¨¢s all¨¢ de alguna exageraci¨®n propia del fervor del libertador, sus discursos en Bamako y Tombuct¨² fueron un ejercicio de memoria y sensibilidad. Hollande sostuvo que Francia pagaba a en Mal¨ª la deuda contra¨ªda en las guerras mundiales, cuando miles de africanos combatieron bajo bandera francesa, y mostr¨® su respeto a la independencia de Mal¨ª y la madurez de los pa¨ªses vecinos, advirti¨¦ndoles de que son ellos quienes deben gestionar la posguerra y que Francia y la comunidad internacional no tolerar¨¢n desmanes ni actitudes antidemocr¨¢ticas.
Par¨ªs ha desplegado su m¨¢quina de guerra en Mal¨ª como Estados Unidos en Irak: sin testigos ni periodistas
Pero, para que sea real del todo, la nueva doctrina africana de Hollande, que pese al inicial escepticismo estadounidense y europeo certifica, de momento, la defunci¨®n de los usos y abusos de la larga etapa hist¨®rica poscolonial conocida despectivamente como Fran?afrique, deber¨ªa ir acompa?ada por una mayor transparencia.
Par¨ªs ha desplegado su m¨¢quina de guerra en Mal¨ª como Estados Unidos en Irak: sin testigos ni periodistas. Apelando a la seguridad, ha cerrado casi por completo el grifo de las im¨¢genes y de la informaci¨®n sobre el terreno, lo que ha impedido saber, por ejemplo, que en realidad las tropas francesas no reconquistan las ciudades, porque son los malienses quienes entran en ellas mientras las tropas galas se quedan fuera y se limitan a realizar patrullas.
El Gobierno tampoco ha comunicado de forma convincente el coste real de la operaci¨®n (los 50 millones oficiales suenan a redondeo a la baja) ni cu¨¢nto durar¨¢
Defensa tampoco ha comunicado de forma convincente el coste real de la operaci¨®n (los 50 millones oficiales suenan a redondeo a la baja) ni cu¨¢nto durar¨¢, y adem¨¢s insiste en negar que haya importantes intereses econ¨®micos en juego, no comunica partes de bajas enemigas ni colaterales, no explica los movimientos de sus fuerzas especiales, no comenta la suerte de los refugiados ni denuncia las exacciones cometidas por el ej¨¦rcito de Mal¨ª.
El martes, el ministro Jean-Yves Le Drian admiti¨® que los ataques han causado ¡°centenares de bajas¡± a los yihadistas, pero fuentes del ministerio reconocen que esa cifra sale de multiplicar por cinco o seis ocupantes el n¨²mero de camionetas destruidas hasta ahora -¡°una cincuentena¡±-. Sobre la fecha de salida de las tropas, Hollande se?al¨® que ¡°si todo va seg¨²n lo previsto, empezar¨¢ a reducirse el n¨²mero¡± en marzo, sin dar m¨¢s detalles. En cuanto a los intereses econ¨®micos, evidentes porque la mayor¨ªa del uranio que hace funcionar las centrales nucleares francesas procede de las cercanas minas de N¨ªger, Par¨ªs insiste en decir que no son el motor real de la operaci¨®n.
La conclusi¨®n es que una cosa es declarar que se acab¨® la Fran?afrique y otra acabar realmente con ella. Si, como Par¨ªs pretende, no hay nada vergonzante en la intervenci¨®n en Mal¨ª, Hollande deber¨ªa hacer un esfuerzo de comunicaci¨®n y explicar mejor las dudas y los puntos oscuros. Que una guerra sea justa no implica que sea as¨¦ptica e indolora, y mientras sea invisible y rija la censura su justicia no ser¨¢ cre¨ªble ni veraz. Es decir, para que la Francia de Mal¨ª sea realmente diferente de la Francia de Libia, Hollande tendr¨¢ que alejarse, todav¨ªa un poco m¨¢s, de Sarkozy.
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