Dos t¨ªmidos precedentes de renuncias papales en toda la historia de la Iglesia
Apenas cuatro papas, entre ellos el monje Celestino V, dejaron la tiara, una posibilidad que contempla la Constituci¨®n de la Iglesia
Benedicto XVI no habr¨¢ podido refugiarse en la Historia para justificar su decisi¨®n de dimitir como l¨ªder espiritual y material de la Iglesia cat¨®lica. Su renuncia, poco antes de cumplir los 86 a?os, adem¨¢s de ser una aut¨¦ntica bomba informativa, representa un cambio decisivo y sorprendente en la l¨ªnea pol¨ªtica de esta instituci¨®n milenaria. A lo largo de toda su historia, se cuentan con los dedos de una mano los ejemplos similares, y hay que remontarse m¨¢s bien a la protohistoria de la Iglesia para hallar precedentes parecidos.
Aun as¨ª, la decisi¨®n de Benedicto XVI no carece de base jur¨ªdica. El C¨®digo de Derecho Can¨®nico, (una especie de Constituci¨®n interna de la Iglesia), promulgado por su antecesor, Juan Pablo II, en 1983, contempla la posibilidad de que un Papa dimita. En el cap¨ªtulo primero, de la secci¨®n primera, de la segunda parte de la Constituci¨®n jer¨¢rquica de la Iglesia, canon 323, apartado dos, se se?ala: ¡°Si el romano Pont¨ªfice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie¡±. Dicho en otras palabras, el Papa puede tomar la decisi¨®n soberana de abandonar, cansado de llevar sobre los hombros la pesada carga de una instituci¨®n en crisis, que no quiere, no sabe o no puede adaptarse a los nuevos tiempos.
Otra cosa distinta, es que la decisi¨®n sea excepcional. De los 265 papas que ha tenido la Iglesia cat¨®lica, solo ha habido cuatro dimisionarios antes de Benedicto XVI. Aunque solo la renuncia de uno de ellos, Celestino V, coronado en 1294, es considerada como un gesto personal, ajeno a presiones y asumido con absoluta libertad. Los dos primeros, de fr¨¢giles contornos hist¨®ricos, se remontan al primer milenio. Se trata de Clemente I, y de Ponciano, que vivieron en el siglo II y III, respectivamente. Una etapa en la que la Iglesia cat¨®lica era poco m¨¢s que una secta min¨²scula, con un pu?ado de fieles, v¨ªctimas de persecuciones y atropellos. En esas circunstancias, las estructuras internas de la instituci¨®n eran fr¨¢giles, y los Papas distaban de tener el poder y la importancia simb¨®lica de un Pont¨ªfice actual. Pr¨¢cticamente, hasta el Renacimiento, el l¨ªder de la Iglesia cat¨®lica no adquiere verdadera importancia, pol¨ªtica, jur¨ªdica, espiritual y material (el poder temporal de la Iglesia se mantiene hasta bien entrado el siglo XIX).
Celestino V, es el ¨²nico Papa que renunci¨® a su posici¨®n por decisi¨®n propia y razones puramente espirituales
Se sabe m¨¢s bien poco de las circunstancias en las que dimiti¨® Clemente I, del que ni siquiera se conocen con exactitud las fechas de su entronizaci¨®n y muerte, en el siglo II. Al parecer, en aquellos tiempos de zozobra, el Papa decidi¨® abandonar el cargo al tener noticia de que iba a ser desterrado, lo que equival¨ªa a privar a los fieles de su pastor. Tampoco la dimisi¨®n, un siglo m¨¢s tarde, de Ponciano, tiene el menor paralelismo con la del actual Pont¨ªfice, Benedicto XVI. Aquel Papa, que falleci¨® en el a?o 235, se hizo a un lado para permitir un acuerdo entre facciones eclesi¨¢sticas, que se disputaban el poder. Pero ni Clemente ni Ponciano renunciaron con la libertad que lo hace hoy el alem¨¢n Joseph Ratzinger, que no llegar¨¢ a cumplir los ocho a?os de pontificado.
En la misma liga de Clemente I y de Ponciano, estar¨ªa Gregorio XII, que vivi¨® a comienzos del siglo XV. Porque este Pont¨ªfice lleg¨® al trono de Pedro envuelto en los litigios infinitos del llamado cisma de Occidente, en el que al menos tres antipapas luchaban entre s¨ª por legitimar cada uno su poder. Tras el Concilio de Constanza (1414-1418), Gregorio XII abandon¨® sus pretensiones. Celestino V, es el ¨²nico de los Pont¨ªfices que renunci¨® tranquilamente a su posici¨®n de l¨ªder de los cat¨®licos, por decisi¨®n propia, y razones puramente espirituales.
Celestino, llamado Pietro di Morrone, era un monje benedictino que viv¨ªa como un ermita?o, en una cueva. A priori, sus credenciales, y su edad ¡ª79 a?os¡ª no le hac¨ªan especialmente apto para liderar a la Iglesia, pero fue el elegido y ¨¦l acept¨® la tiara, para sacar a la instituci¨®n del bloqueo en que se hallaba tras 27 meses de un c¨®nclave interminable. Sus intenciones eran buenas, pero dur¨® poco en un puesto que resultaba ya notablemente estresante. A los cinco meses de papado tir¨® la toalla, pero no pudo regresar a su vida de anacoreta. Su consejero se hizo elegir sucesor con el nombre de Bonifacio VIII, tras lo que orden¨® la detenci¨®n de Pietro di Morrone, que morir¨ªa en prisi¨®n.
Al cumplirse la primera legislatura de Joseph Ratzinger al frente de la Iglesia, el Papa visit¨® la tumba de Celestino, en L¡¯Aquila, zona sacudida por el terremoto de 2010. Pero es dif¨ªcil establecer ninguna conexi¨®n entre aquella visita, y el anuncio del Pont¨ªfice.
Resulta curioso que el Papa que firm¨®, en 1983, el revisado C¨®digo de Derecho Can¨®nico que recoge la posibilidad de dejar el cargo, el polaco Karol Wojtyla, fuera el que se mantuvo aferrado a ¨¦l de manera m¨¢s firme. Pese a las secuelas del atentado de 1982, que da?¨® seriamente su salud, y a la terrible erosi¨®n del p¨¢rkinson, Juan Pablo II se mantuvo al pie del ca?¨®n, indiferente a los rumores que anunciaban un d¨ªa s¨ª, y otro tambi¨¦n, su inminente dimisi¨®n.
Los rumores se hicieron tan insistentes en 2000, que el ¨®rgano oficioso de la Iglesia cat¨®lica, L¡¯Osservatore Romano, que ya hab¨ªa abordado el tema en 1977, cuando declinaba la salud de Pablo VI, volvi¨® a rechazar por escrito la posibilidad de que un Papa abandonara su puesto.
La tesis, con distintas variantes, ha sido siempre la misma, el oficio de Papa nada tiene que ver con el de m¨¢ximo ejecutivo de una empresa. Un Papa no puede dimitir porque su misi¨®n espiritual es totalmente ajena a las cuestiones de edad.
Benedicto XVI, evidentemente, no comparte este criterio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.