La abdicaci¨®n de un monarca absoluto
El pont¨ªfice que ahora deja la tiara se resisti¨® a aceptar la renuncia del ¡®papa negro¡¯, el l¨ªder de los jesuitas
Ser papa ya no ser¨¢ lo mismo despu¨¦s de la renuncia de Benedicto XVI. Mientras los intelectuales le alaban por su coraje, y los fieles lamentan la p¨¦rdida de sacralidad del cargo, en la Curia, quien m¨¢s quien menos, ha tomado buena nota. A partir de ahora el monarca absoluto que rige los destinos de la Santa Sede y de la Iglesia cat¨®lica en el mundo tendr¨¢ que asumir que su cargo no es para toda la vida. Como lo han asumido ya los obispos, que dejan paso a los m¨¢s j¨®venes a los 75 a?os.
Pero hay datos para sostener que Joseph Ratzinger no siempre ha sido favorable a una renuncia. Al contrario, aunque el C¨®digo de Derecho Can¨®nico de 1983 contemple esa posibilidad, el tema siempre ha sido tab¨² en el Vaticano. Juan Pablo II nunca se hubiera permitido bajarse de la Cruz, como record¨® el lunes su exsecretario y hoy arzobispo de Cracovia, el cardenal Stanislaw Dziwisz. Y Benedicto XVI parec¨ªa poco favorable, al menos hasta 2008. A ambos pont¨ªfices les cost¨® autorizar a Peter Hans Kolvenbach, padre general de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, cargo al que se conoce coloquialmente como papa negro, a dimitir por motivos de salud. El Papa polaco se neg¨® en redondo a autorizarle. Benedicto XVI no dio el visto bueno hasta 2008, y se?alando que se trataba de una concesi¨®n personal a Kolvenbach, que se opuso a que esta opci¨®n se incorporase a la constituci¨®n de los jesuitas, que data de 1540.
¡°Hay que habituarse a decisiones as¨ª, porque en los tiempos que corren no se puede hace frente a estas tareas sin las fuerzas suficientes¡±, dice el portavoz de la curia romana de los jesuitas, Guiseppe Bellucci, ¡°hay que habituarse a que puede haber dos papas, uno con poder y otro sin ¨¦l¡±.
Uno de los primeros en poner l¨ªmites de edad en las altas jerarqu¨ªas de la Iglesia fue Pablo VI, que decidi¨® fijar en 79 a?os la edad m¨¢xima de los cardenales para participar en el c¨®nclave. Hasta entonces, los purpurados manten¨ªan esa potestad hasta su muerte. La medida no fue bien acogida por muchos, que se sintieron marginados.
Benedicto XVI, a punto de cumplir los 86 a?os, parece haber decidido que los 85 pueden ser el l¨ªmite para un Pont¨ªfice, aunque sea a t¨ªtulo orientativo. La vaticana es una monarqu¨ªa absoluta y bastante peculiar. Los reyes abdican, pero los pont¨ªfices, que carecen de herederos de sangre, ejercen hasta la muerte. Joseph Ratzinger sienta un nuevo precedente.
La agenda de un papa de hoy exige enorme energ¨ªa f¨ªsica y mental. Sin los excesos de Juan Pablo II, que dio la vuelta al mundo, los viajes son parte irrenunciable de la tarea papal. Y en el Vaticano se multiplican las audiencias y las celebraciones religiosas. Ratzinger ha escrito adem¨¢s decenas de libros, documentos doctrinales y sacramentales y discursos. Ahora el expapa podr¨¢ dedicarse a su vocaci¨®n intelectual. Su sucesor puede estar tranquilo. Benedicto no le har¨¢ sombra.
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