?pica para el m¨¢s ac¨¢
El comandante no muerto ascender¨¢ a la inmortalidad, estar¨¢ sentado a la diestra del Libertador padre y gobernar¨¢ la tierra. Su reino no fue nunca de este mundo
La gran pregunta
Desde el momento en el que Hugo Ch¨¢vez fund¨® su logia conspirativa a la sombra del m¨ªtico Sam¨¢n de G¨¹ere, se conjur¨® para articular y hacer efectivo el asalto al poder, ya ten¨ªa la conciencia de un fundador de religiones: deb¨ªa trascenderlo y trascenderse a s¨ª mismo hacia la eternidad del ejercicio del poder a trav¨¦s de la fe.
?Por qu¨¦ el teniente coronel comandante y l¨ªder ¨²nico e indiscutible de la revoluci¨®n bolivariana, al tener ante s¨ª los informes m¨¦dicos que revelaban que sus expectativas de vida eran muy escasas, no se retir¨® para buscar paz e intimidad en sus ¨²ltimos meses, ahorr¨¢ndole a su pa¨ªs y al pueblo que tanto ama, no s¨®lo el desconcierto, m¨¢s divisi¨®n y profundizaci¨®n de los odios, sino una onerosa e in¨²til campa?a electoral ganada para beneficio de su muerte?
Lo que importa es el pueblo y Hugo Ch¨¢vez siempre ha dicho que el pueblo es ¨¦l. No cabe otra lectura. Su gloria y su triunfo sobre la muerte son el triunfo del pueblo desheredado, etc¨¦tera.
La ¨²ltima campa?a electoral del presidente tuvo como objetivo reafirmarse en un poder que de cualquier manera continuar¨ªa detentando mientras estuviese vivo, asunto ya garantizado por el quiebre de las instituciones y la sumisi¨®n de todos los poderes p¨²blicos.
Viviremos
Esta fue la consigna exclamativa de su ¨²ltima campa?a. ?Insensatez? No, sutileza. Viviremos, a pesar de la muerte. Despu¨¦s de la muerte. M¨¢s ac¨¢ o m¨¢s all¨¢, Viviremos.
De eso se trataba.
Sutileza.
La m¨¦dula del discurso de quien ahora dilata su paso hacia la gloria se ha expresado en todo momento en la inmortalidad de su proyecto, o sea en ?l mismo. Su discurso es religioso y la gran audiencia de su telenovela necesitaba el sacrificio, la pasi¨®n e incluso la muerte.
En este momento, Ch¨¢vez coraz¨®n del pueblo, agoniza.
O muere.
O ha muerto.
O regresa listo para los altares.
El dogma de la consustanciaci¨®n
En Venezuela no existe la verdad, existen dogmas de fe (y especulaciones).
Los partes m¨¦dicos emitidos por bur¨®cratas tienen que ser cre¨ªdos como dogmas de fe (y a la vez como especulaciones, un portal hacia otro cap¨ªtulo de una telenovela metaf¨ªsica).
Pero algo hiede en aquel mar de la felicidad cubano. Una densa niebla ha cubierto el entorno presidencial en el tr¨®pico, son anillos viciados por la contrainformaci¨®n y la inteligencia militar, la geopol¨ªtica, el destino de todos los etc¨¦teras posibles se mezcla en las salas as¨¦pticas de un b¨²nker convertido en unidad de terapia intensiva. El caudillo, intubado o no, ya no se pertenece, ahora es conducido por sus ingenieros pol¨ªticos hacia la consumaci¨®n de su ¨¦pica. Aparece la luz al final del t¨²nel: hay vida despu¨¦s de la vida. Palabra clave: viviremos.
El proyecto personal, luego de beber del c¨¢liz en su Getseman¨ª, va a velocidad crucero sobre un melodrama cubano venezolano, el avatar comienza a sentir la omnipresencia de su nueva realidad divina. Suspender¨¢ su vida sobre el tendido l¨ªmbico de la ausencia de la verdad y se convertir¨¢, al atravesar ese limbo, en un mito. Est¨¢ a punto de obrar maravillas. Eso podr¨ªa hacerlo sentir muy feliz, acota uno de los guionistas.
Ha sido un trabajo duro. Dos a?os de tejido acucioso de la trama hacia la consustanciaci¨®n del hijo Ch¨¢vez en el padre Bol¨ªvar: El chavismo es una religi¨®n y Ch¨¢vez es el Dios encarnado, que subir¨¢ a sentarse a la diestra del eterno Bol¨ªvar. Le habr¨¢ dicho a Fidel: ¡°Padre, aparta de m¨ª este c¨¢liz¡±. Oh, perd¨®n. Era a Bol¨ªvar.
Todo esto parecer¨ªa elaborado por la alocada mente de un escritor de radionovelas de mediados de los a?os cincuenta del siglo pasado, un ambicioso trabajo de ingenier¨ªa pol¨ªtica empe?ado en ejecutar el gui¨®n de la fatalidad, el momentum. De eso se trata la inteligencia pol¨ªtica, acotar¨ªa un ingenuo de la izquierda culposa del primer mundo, de interpretar el momentum. Otro le responder¨ªa, se trata m¨¢s bien de la consagraci¨®n de la gloria transmundana del h¨¦roe.
Veamos otra sutileza:
Hugo Ch¨¢vez, como siempre, quebrando toda l¨®gica, carg¨® su tragicomedia por el calvario. Las cosas parecen encajar en un culebr¨®n de Semana Santa donde se han violentado todos los pactos de verosimilitud. Se empe?¨® en profanar la tumba de Sim¨®n Bol¨ªvar para obtener su ADN, con el pretexto de demostrar su muerte por envenenamiento. Lo ¨²nico que se obtuvo de eso, y atenci¨®n ac¨¢, fue un retrato con rasgos que asemejaban f¨ªsicamente a Ch¨¢vez con el Divino Bol¨ªvar. Este retrato, despu¨¦s de la ?muerte?, tendr¨¢ el mismo sentido simb¨®lico de la cruz. En ese rostro, el teniente coronel comandante dibuja su signo y valida su profec¨ªa sobre la propia eternidad. No queda duda de que este retrato, cualquiera sea el desenlace, se convertir¨¢ en reliquia que colgar¨¢ en el pecho de sus creyentes.
Desde las tempranas dianas de su revoluci¨®n, su proyecto parec¨ªa gravitar sobre la voluntad de morirse en el ejercicio del poder. Una sola vida no basta para cambiar el destino de un pueblo. Pero, cercanos al desenlace de esta temporada del culebr¨®n revolucionario, las cosas van m¨¢s all¨¢ de ultratumba, y all¨ª se le ve cabalgando a medio lomo de la tradici¨®n caudillista de la literatura espa?ola, el Mio Cid, podr¨ªa ir sobre el caballo de Bol¨ªvar y dentro del cors¨¦ de santa Evita: embebido en la escatolog¨ªa cristiana.
Para subir al cielo
Se necesita
Una escalera grande y otra chiquita
El comandante no muerto ascender¨¢ a la inmortalidad, estar¨¢ sentado a la diestra del Libertador padre y gobernar¨¢ la tierra. Su reino no fue nunca de este mundo. Y casi podemos escuchar al comandante maestro decirle a sus ap¨®stoles: ¡°Ram¨ªrez, Diosdado, Maduro; sobre este ej¨¦rcito, este PetroEstado-PDVSA y este Partido, construir¨¢n mi iglesia¡±.
¡°El cielo y la tierra pasar¨¢n, pero mis palabras no¡±
Los marxistas siempre han asombrado con las virtudes del materialismo cient¨ªfico para fundar religiones, pero nunca antes hab¨ªan llegado a este grado de m¨¢xima perfecci¨®n.
En los cap¨ªtulos de la nueva temporada de la tragicomedia bolivariana aparecer¨¢ Ch¨¢vez el milagrero vagando por el mundo, haciendo hablar lenguas a las izquierdas y los mudos; obrando maravillas. Y el postCh¨¢vez se podr¨¢ leer como un Ch¨¢vez que no se fue nunca, que permanece en la omnipresencia de la divinidad popular. Sus vicarios y su iglesia ser¨¢n los guardianes del proceso y de la fe.
No tardar¨¢ en consolidarse el dogma. Y El poder continuar¨¢ siendo detentado por su inefable esp¨ªritu.
Es lamentable que muchos vean en la enfermedad de Ch¨¢vez un afortunado castigo, una coyuntura pol¨ªtica feliz, la posibilidad de retomar los caminos de la modernidad. Olvidan que la enfermedad no es un castigo. Y sobre todo olvidan que la salida de Hugo Ch¨¢vez del escenario no ser¨¢ pol¨ªtica: ser¨¢ religiosa. Ac¨¢ no existe la vida ni la muerte. Y todo esto ser¨¢ una garant¨ªa de las consabidas manipulaciones de su ¡°fuerza espiritual¡± para su persistencia como realidad y mito. Lo peor: quedar¨¢n intactos los vicarios de Ch¨¢vez en la tierra, con el petroEstado a sus pies: el militarismo fascista, la cultura populista y rentista del venezolano y una dram¨¢tica ausencia de instituciones.
Israel Centeno es escritor venezolano, autor de Calletania (Perif¨¦rica).
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