La lucha por la tierra llega al desierto
200.000 ¨¢rabes descendientes de n¨®madas viven en el sur de Israel amenazados de demolici¨®n Muchos de sus poblados, sin agua ni luz y rodeados de industrias, ni aparecen en los mapas
Abdel el Based, de 54 a?os, recoge unos escombros con sus manos. En una parcela, que ¨¦l considera suya, hay tres monta?as de cemento roto y hierros doblados. Eran las casas de sus tres hijos, regalos de boda pagados por el propio Abdel. ¡°No hay m¨¢s soluci¨®n a este problema. Ellos destruyen, yo reconstruyo¡±, dice, con una sonrisa envuelta en resignaci¨®n. Es el Gobierno de Israel quien ha demolido las casas. Considera que Abdel no tiene derecho a edificar en un terreno del que no hay constancia de que le pertenezca. Es el drama de muchos beduinos que viven en el desierto del N¨¦guev: sus tribus habitan all¨ª desde tiempos inmemoriales, pero el Estado de Israel no reconoce el peso de esa tradici¨®n para considerar sus derechos de propiedad.
La familia de Abdel ha visto pasar a muchos Gobiernos por esta tierra. Su abuelo sirvi¨® en el Ej¨¦rcito otomano. Su t¨ªo, en el brit¨¢nico durante el protectorado. Ha visto nacer y expandirse al Estado de Israel. Vive en los m¨¢rgenes de la localidad de El Sayed, reconocida por el Gobierno. Pero no tiene t¨ªtulo de propiedad de la parcela donde ha construido, a la que se llega por unos caminos sin asfaltar entre eriales y campos de olivos.
Aunque hist¨®ricamente los ¨¢rabes beduinos fueron un pueblo n¨®mada, a finales del siglo XIX muchos se asentaron en peque?as villas organizadas en torno a lazos tribales. Hoy muchos a¨²n viven en esos emplazamientos, dedic¨¢ndose mayoritariamente a la ganader¨ªa y a la agricultura de secano, especializ¨¢ndose en aceitunas, trigo y lentejas. Cuando la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas parti¨® Palestina, en 1947, viv¨ªan en el N¨¦guev 60.000 beduinos. El Estado de Israel someti¨® a sus ciudadanos ¨¢rabes a un r¨¦gimen militar hasta 1966. A los beduinos se les instal¨® en un ¨¢rea del N¨¦guev situada entre las localidades de Arad, Dimona y Beersheba. Viv¨ªan ya entonces en condiciones similares a las que se ven hoy en algunas de estas villas: en tiendas de tela o casas de piedra de una sola habitaci¨®n, sin agua corriente o desag¨¹es. Con la aprobaci¨®n de diversas leyes, Israel declar¨® p¨²blicas muchas tierras que los beduinos consideraban suyas. El Gobierno ha permitido la construcci¨®n en ellas de asentamientos, reservas naturales, bases militares, generadoras el¨¦ctricas e incluso el complejo industrial de Ramat Hovav, con 14 plantas petroqu¨ªmicas y un incinerador de residuos t¨®xicos.
El Gobierno israel¨ª obliga a los beduinos a derruir sus viviendas porque no reconoce la propiedad
Ese complejo se halla a algo m¨¢s de un kil¨®metro de Wadi el Nam, que es una villa no reconocida por el Gobierno de Israel, un complejo de infraviviendas esparcidas por un erial. Viven en ella unas 10.000 personas, seg¨²n un recuento no oficial de las agrupaciones humanitarias. A lo largo de las pasadas d¨¦cadas, el Estado de Israel ha tratado reiteradamente de urbanizar a los beduinos, creando 18 localidades para ellos en diversas zonas del desierto. Siete de ellas son ciudades por derecho. La mayor, Rahat, tiene 53.000 habitantes. En ella se han olvidado las antiguas costumbres de los beduinos, el cuidado de su agricultura y el cuidado de su ganado. Es una ciudad ¨¢rabe como muchas, con los minaretes desde los que se llama a la oraci¨®n y las banderas verdes que representan al movimiento isl¨¢mico.
En Wadi el Nam destruy¨® este mes el Gobierno una casa de cemento de la familia de Wissam Abu Sherif, de 26 a?os. ?l y su hermano sirvieron en el Ej¨¦rcito, de forma voluntaria. ¡°As¨ª nos paga nuestro servicio el Estado¡±, asegura. ¡°?Y luego no quieren crear odio en este pa¨ªs? Lo ¨²nico que esto crea es resentimiento¡±. A la familia de Wissam, como a muchos beduinos, el Gobierno les a?adi¨® el trauma de tener que destruir su propia casa. Deben hacerlo, si quieren evitar penalizaciones. En Israel, la demolici¨®n de una propiedad declarada ilegal se considera un servicio p¨²blico. Los Abu Sherif ya tuvieron que desmontar una casa hace meses. Recientemente recibieron de nuevo una orden. Cuando se dispon¨ªan a demoler, llegaron las excavadoras. Ahora se han quedado sin casa y con una deuda al erario p¨²blico de 20.000 shekels (unos 4.000 euros).
Como los Abu Sherif, casi un 40% de los 200.000 beduinos que habitan hoy en el N¨¦guev vive en 38 asentamientos no reconocidos por el Estado. No figuran en ning¨²n mapa oficial. Son localidades sin infraestructuras y sin servicios. Entre los rangos del Gobierno se cree que son vestigios del tercer mundo en un pa¨ªs que se considera moderno y avanzado. En enero, el Gobierno del primer ministro Benjam¨ªn Netanyahu aprob¨® un plan por el que reconocer¨¢ a una gran parte de las villas ilegales y desplazar¨¢ a centros urbanos a los que habiten en el resto, con el pago de una indemnizaci¨®n a¨²n no estipulada.
Seg¨²n Mark Regev, portavoz de Netanyahu, ¡°el nivel actual de pobreza entre los beduinos del N¨¦guev es simplemente inaceptable. El Gobierno de Israel ha iniciado un ambicioso programa para invertir cuantiosos fondos en la comunidad beduina en el N¨¦guev. Les ofrecemos infraestructuras, educaci¨®n, sanidad. La idea es reducir la brecha que separa a los beduinos de la mayor¨ªa de la sociedad. Y la clave del ¨¦xito es que los beduinos se asienten en tierra que legalmente les pertenezca¡±. A?ade que ¡°la inmensa mayor¨ªa de los beduinos se quedar¨¢n donde est¨¢n, o en un lugar cercano, pero hay emplazamientos donde es imposible que permanezcan, como el complejo de Ramat Hovav, donde es peligroso vivir por la contaminaci¨®n¡±.
En Dchiya, otra villa no reconocida, este a?o se han demolido ya ocho casas. Los vecinos dicen que el lugar ha sido arrasado 40 veces desde 2010. Aaref el Husail, de 48 a?os, naci¨® en este lugar y tiene seis hijos. Uno de ellos sufre de epilepsia, una condici¨®n que se ha agravado despu¨¦s de las demoliciones. ¡°Destruyen las casas y no nos dan alternativas de recolocaci¨®n. No nos ofrecen otra tierra, otras casas. Dicen que esperemos. As¨ª que nos vemos obligados a vivir en casas como esta¡±, dice, mientras se?ala una caba?a precariamente construida con placas de metal.
¡°Estas demoliciones obedecen en parte a la voluntad del Gobierno de demostrar que tiene el control de la tierra¡±, explica Haia Noach, directora ejecutiva del Foro de Igualdad Civil para la Coexistencia Civil, una organizaci¨®n independiente que opera en el N¨¦guev. ¡°La idea de un Estado demoliendo hogares, sin dar alternativas a los ciudadanos, indica que no hay igualdad de derechos. A esta gente se le dice que puede acudir a un centro urbano y se le da una indemnizaci¨®n bastante pobre, con la que no es posible comprar o construir una casa¡±, a?ade. Para Taleb Abu Arar, un beduino que sirve en el Congreso como legislador por la Lista ?rabe Unida, ¡°la intenci¨®n del Gobierno es borrar todas estas villas en el sur de Israel para instaurar asentamientos jud¨ªos y bases militares. El prop¨®sito ¨²ltimo es concentrar al mayor n¨²mero posible de beduinos en la menor tierra posible, para judaizar el N¨¦guev¡±.
Los beduinos se han propuesto resistir con todo lo que tengan a su alcance. La desobediencia civil es el arma m¨¢s efectiva. Abdel, el padre al que le destruyeron las casas de sus tres hijos en El Sayed, ya est¨¢ planeando retirar los escombros y volver a construir de nuevo. ¡°No nos dan m¨¢s alternativas¡±, dice. ¡°Se niegan a dar terrenos para toda mi familia, as¨ª que nos vamos a quedar aqu¨ª, en la tierra en la que viv¨ªan nuestros abuelos. Es nuestra tierra¡±.
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