Monti, del ¨¦xito t¨¦cnico al fracaso pol¨ªtico
¡°Mi mandato termina con la convocatoria de las pr¨®ximas elecciones", lleg¨® a decir Monti
Durante dos meses largos, muy largos, Mario Monti busc¨® la manera de que los italianos lo vieran como un pol¨ªtico m¨¢s, no como aquel se?or tan serio vestido de gris Bruselas, amigo del rigor y de Angela Merkel, que una ma?ana de noviembre de 2011 lleg¨® a Roma tirando de una peque?a maleta con ruedas en la que tra¨ªa una f¨®rmula para meter a Italia en cintura. Hay que reconocer que lo intent¨® todo, desde aparecer en televisi¨®n cuidando a sus nietos ¡ªa uno de ellos lo llaman ¡°prima de riesgo¡± en el colegio¡ª hasta adoptar a un cachorro en directo. En otro pa¨ªs quiz¨¢ hubiera colado, pero los italianos detectaron enseguida que se trataba de un candidato expr¨¦s, prefabricado en despachos lejanos, y le dieron la espalda. Tal vez ahora haya conseguido lo que buscaba. No hay nada que humanice m¨¢s que un buen fracaso.
Nada m¨¢s llegar a Roma, Mario Monti (Varese, 1943) demostr¨® que se daba ma?a con la pol¨ªtica. Su curr¨ªculo era de tecn¨®crata puro: se form¨® en la Universidad Bocconi de Mil¨¢n, se fogue¨® en Yale (EE UU), gan¨® dinero en Goldmand Sachs y prestigio de negociador en la Comisi¨®n Europa, donde fue comisario desde 1994 a 2004. Pero sus maneras de moverse ¡ªcon la prensa extranjera, con los poderes fuertes, con las canciller¨ªas¡ª eran las del pol¨ªtico taimado. Enseguida surgi¨® la duda. ?Qui¨¦n era Mario Monti, un tecn¨®crata con el disfraz temporal de pol¨ªtico o justamente lo contrario, un pol¨ªtico puro que se hab¨ªa colado en la vida de los italianos por la oportuna gatera de la tecnocracia? El profesor, siempre atento, serenamente cordial, un punto ir¨®nico, lo negaba una y otra vez: ¡°Mi mandato termina con la convocatoria de las pr¨®ximas elecciones. Luego ser¨¢ el turno de los partidos pol¨ªticos¡±.
Fue su primer error. Decir nunca jam¨¢s. La pasada Navidad, cuando Mario Monti anunci¨® que bueno, que por el bien de Italia har¨ªa el gran esfuerzo personal de saltar a la pol¨ªtica y patrocinar una opci¨®n de centro, los peri¨®dicos recordaron las decenas de veces que el profesor lo hab¨ªa negado. Por si fuera poco, eligi¨® como compa?eros de viaje a Pier Ferdinando Casini y Gianfranco Fini, dos de los pol¨ªticos italianos que mejor representan todo aquello ¨Clos privilegios, los juegos de sal¨®n, el hoy por ti y ma?ana ya veremos¡ª que en teor¨ªa Monti ven¨ªa a combatir. No fueron, en cualquier caso, los ¨²nicos gestos chocantes. Hubo otros dos que calaron hondo. El primero fue entrar en pol¨ªtica sin quemar las naves, esto es, present¨¢ndose con un partido y someti¨¦ndose a la ruleta rusa de la democracia. Monti prefiri¨® no aparecer en las papeletas para as¨ª conservar la silla de senador vitalicio, aquella que le ofreci¨® Giorgio Napolitano, el presidente de la Rep¨²blica, en noviembre de 2011 para que pudiera acceder al cargo de primer ministro. El segundo gesto, todav¨ªa m¨¢s extra?o, fue su cambio radical de talante.
A principios del pasado mes de enero, Mario Monti se entreg¨® en cuerpo y alma a una campa?a electoral sin calcular lo que eso, sobre todo en Italia, significa. El profesor pretend¨ªa que los partidos pol¨ªticos discutieran amigablemente ¡°la agenda Monti¡± y que, si acaso, introdujeran cort¨¦smente alguna que otra propuesta. Se equivoc¨®. Una ma?ana se despertaba con que Silvio Berlusconi se dirig¨ªa a los italianos que la primera de riesgo era una estafa, que todo hab¨ªa sido una invenci¨®n de Monti y de la se?ora Merkel para meter la mano en sus bolsillos. ¡°?O alguien?¡±, remachaba Il Cavaliere, ¡°?hab¨ªa o¨ªdo hablar de la prima de riesgo antes de que llegara Monti?¡±. Otro d¨ªa se encontraba con que Beppe Grillo, al que ¨¦l y Napolitano hab¨ªan satanizado, aparec¨ªa muy bien situado en las encuestas a fuerza recorrer Italia en una caravana dici¨¦ndole a la gente que del euro hab¨ªa que huir como de la peste y que a los pol¨ªticos ¡ªa Monti el primero¡ª hab¨ªa que tirarlos al r¨ªo sin flotador. El profesor empez¨® a ponerse nervioso y entr¨® al trapo de las descalificaciones, de las promesas, incluso de las amenazas cuando ¨Cen un error de bulto¡ªdijo que el gobierno de Angela Merkel lo prefer¨ªa a ¨¦l que al centroizquierda. Seguramente ser¨¢ as¨ª, pero se trata de esas verdades que no se pueden decir en voz alta. El gobierno alem¨¢n emiti¨® una nota diciendo que Berl¨ªn ni quita ni pone rey y Monti se qued¨® con un palmo de narices.
A esas alturas, ya nadie se acordaba de aquella ma?ana de noviembre que el profesor Monti apareci¨® por Roma con un Loden verde y una peque?a maleta de ruedas y la gente se alegr¨® porque se iba Berlusconi, porque la prima de riesgo baj¨®, la bolsa se dio un respiro, Italia fren¨® en el borde mismo del precipicio y hab¨ªa un a?o y medio por delante para sanear la econom¨ªa, limpiar la pol¨ªtica, mirar al futuro¡
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