El Papa pide a los cardenales que sean ¡°irreprochables¡±
El papa Francisco oficia ante los cardenales en la capilla Sixtina en el primer d¨ªa de su papado El pont¨ªfice escribe al rabino jefe de Roma para tender puentes
En un reportaje inolvidable sobre una ni?a autista que se perdi¨® en un monte de Galicia, Manuel Rivas reprodujo las palabras que un sacerdote dijo en el funeral: ¡°Eva se qued¨® dormida y despert¨® en el cielo¡±. El escritor, conmovido como todos los vecinos del pueblo, a?adi¨®: ¡°Los curas, cuando hablan el lenguaje de los ni?os, siempre dicen la verdad¡±. Y eso, exactamente eso, fue lo que intent¨® el cardenal Jorge Mario Bergoglio en su primera homil¨ªa como papa Francisco.
Frente a los 114 cardenales que lo hab¨ªan elegido un d¨ªa antes, pr¨ªncipes poderosos de las distintas facciones de una Iglesia enfrentada y con el norte perdido, escogi¨® las palabras m¨¢s sencillas para decirles que la ¨²nica soluci¨®n es volver al camino, a la esencia del cristianismo. Les pidi¨® que tuvieran el coraje de ¡°cargar con la cruz de Cristo¡±, de volver a llevar ¡°una vida irreprochable¡±, de salir de sus palacios y mezclarse con la gente que los necesita. ¡°Si no confesamos a Jesucristo¡±, a?adi¨®, ¡°nos convertiremos en una ONG piadosa, pero no seremos Iglesia¡±.
Este papa que viene en son de paz va a dar mucha guerra. Dentro y fuera del seno de la Iglesia. Queri¨¦ndolo o sin querer, sus primeras 24 horas como Papa dejaron un sinf¨ªn de pistas sobre sus intenciones, sobre su car¨¢cter bonach¨®n pero tambi¨¦n expeditivo, el mismo que demostr¨® cuando solo era un cr¨ªo, al enviarle una carta con un dibujo y un ultim¨¢tum a su novia Amalia: ¡°Si no me caso con vos, me meto a cura¡±. O cuando, nombrado cardenal por Juan Pablo II, pens¨® que era un crimen gastarse un dineral en el h¨¢bito reglamentario y le pidi¨® a su hermana que recauchutara uno viejo. O cuando, en la ma?ana de ayer, tras su primera visita a una bas¨ªlica romana para rezar en privado ante una imagen de la Virgen, le pidi¨® al ch¨®fer del Vaticano que lo acercara a V¨ªa della Scrofa para recoger su maleta del albergue en el que hab¨ªa pasado sus primeras noches en Roma y pagar religiosamente la cuenta. Antes, por cierto, hab¨ªa dejado plantado al sastre, hab¨ªa rehusado el coche lujoso que le ofrec¨ªan y hab¨ªa pedido que la escolta se redujera al m¨ªnimo indispensable. Sali¨® al aire de Roma con su cruz plateada en vez de la de oro que usaba Benedicto XVI.
Gestos. Tal vez solo gestos. O tal vez no solo. Porque, al regresar al Vaticano, lo primero que hizo Jorge Mario Bergoglio fue agarrar papel y l¨¢piz y escribir una carta a la otra orilla del T¨ªber. Al barrio jud¨ªo de Roma, all¨¢ donde en las puertas de muchas casas, en el suelo, hay una peque?a placa brillante con el nombre y la fecha en que algunos vecinos fueron detenidos y enviados a campos de concentraci¨®n. All¨ª fue donde lleg¨® la primera carta firmada por el Papa. A la atenci¨®n del doctor Riccardo Di Segni, rabino jefe de Roma. Dec¨ªa: ¡°Espero intensamente poder contribuir al progreso de las relaciones entre jud¨ªos y cat¨®licos conocidas a partir del Concilio Vaticano II, en un esp¨ªritu de colaboraci¨®n renovada¡±. La carta fue publicada enseguida en la p¨¢gina web de la comunidad hebrea y la contestaci¨®n lleg¨® desde Israel. El presidente Sim¨®n Peres invitaba al nuevo Papa a visitar su pa¨ªs: ¡°Ser¨¢ bienvenido como un hombre de inspiraci¨®n que puede ayudar a traer la paz a una zona tormentosa¡¡±.
La noche anterior, despu¨¦s de desearles ¡°buenas noches y buen descanso¡± a los miles de fieles que se hab¨ªan acercado a darle la bienvenida en la plaza de San Pedro, el cardenal Bergoglio cen¨® con el resto de los cardenales y les ret¨® con guasa: ¡°Quiz¨¢ Dios os perdone [por haberme elegido]¡±. Lo cont¨® primero el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, y luego el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, quien a?adi¨® adem¨¢s que, nada m¨¢s ser elegido, Francisco hab¨ªa llamado a su antecesor, Benedicto XVI, y hab¨ªan quedado en verse muy pronto.
El puesto que parece haber elegido Bergoglio en su particular guerra para sacar a la Iglesia adelante es el de pontonero. Un trabajo dif¨ªcil, quiz¨¢ no el m¨¢s vistoso, pero que requiere fuerza y destreza. Si algo necesita hoy la Iglesia cat¨®lica es tender puentes. Con sus fieles, con las otras confesiones, con el mundo en general. Lo cont¨® muy bien el cardenal franc¨¦s Jean-Pierre Ricard: ¡°Est¨¢bamos buscando un papa que fuese espiritual, un pastor. Creo que con el cardenal Bergoglio tenemos a ese tipo de persona. Es un hombre con un gran intelecto, pero tambi¨¦n un hombre de gobierno¡±. El cardenal Ricard asegur¨® que el ahora Papa caus¨® muy buena impresi¨®n entre los cardenales electores durante las congregaciones generales de preparaci¨®n al C¨®nclave: ¡°Dijo que la Iglesia no pod¨ªa ser la Iglesia de Cristo si solamente se centraba en sus problemas interiores y que deb¨ªa alcanzar tambi¨¦n a los hombres y mujeres de la periferia, que se sienten distantes ante ella¡±.
La periferia constituye, precisamente, el fuerte del papa Francisco. De las primeras cosas que se han contado del hasta ahora arzobispo de Buenos Aires es su buena disposici¨®n a pisar el asfalto ¡ªcuando no las calles sin asfaltar¡ª en vez de las mullidas alfombras de los palacios. No se trata, al parecer, de una pose, de la b¨²squeda de una foto m¨¢s o menos agradecida, sino de una actitud. La Iglesia en la intemperie, a cuerpo gentil, sin el refugio de las amistades coincidentes, de los peque?os problemas de vecindad. Todo eso, con palabras sencillas, fue lo que les dijo a los cardenales reunidos bajo la c¨²pula de la Capilla Sixtina. ¡°Yo querr¨ªa que todos nosotros, despu¨¦s de estos d¨ªas de gracia, tuvi¨¦ramos el valor, realmente el valor, de caminar en presencia del Se?or, con la cruz del Se?or, de edificar su Iglesia con la sangre del Se?or derramada sobre la Cruz y de confesar la ¨²nica gloria, Cristo crucificado. Solo as¨ª la Iglesia ir¨¢ adelante¡±.
Benedicto XVI era un papa, valga la expresi¨®n, m¨¢s c¨®modo. En l¨ªneas generales, sus discursos ten¨ªan un alto contenido teol¨®gico. Los expertos disfrutaban, la grey se quedaba a dos velas y las distintas facciones de la Curia segu¨ªan a lo suyo, disput¨¢ndose el poder y tomando posiciones para la sucesi¨®n de Joseph Ratzinger. El problema vino cuando esas luchas salieron a la luz ¡ªel famoso esc¨¢ndalo Vatileaks¡ª, a Benedicto XVI le faltaron las fuerzas f¨ªsicas y espirituales y tom¨® la decisi¨®n hist¨®rica de renunciar. En contra de lo que hubieran querido los m¨¢ximos exponentes del poder vaticano, los focos de la atenci¨®n mundial ¡ªque no son pocos ni d¨¦biles¡ª se giraron hacia el Vaticano. Y, por si fuera poco, desde el d¨ªa 11 de febrero al 28 en el que, a las ocho de la tarde, dej¨® de ser oficialmente papa, Joseph Ratzinger ejecut¨® su salida como si se tratara de la trama de una pel¨ªcula. El Papa de los discursos inextricables empez¨® a dar pistas muy gr¨¢ficas de su adi¨®s, de la angustia que a veces hab¨ªa sufrido al frente de la Iglesia: ¡°Las aguas bajaban agitadas, el viento soplaba en contra y Dios parec¨ªa dormido¡¡±.
Yo querr¨ªa que todos tuvi¨¦ramos el valor de caminar ante el Se?or Papa Francisco
El papa Francisco parece dispuesto a despertarlo. Con la tenacidad de aquellos jesuitas que se partieron el cobre y dieron la sangre en Latinoam¨¦rica y la cercan¨ªa y la sencillez de los hijos de san Francisco de As¨ªs. El pasado, la gloria y el sufrimiento de la Iglesia frente a los que, desde hace algunas d¨¦cadas, han ostentado el poder y el dinero. Primero alrededor de Juan Pablo II y luego de Joseph Ratzinger. Durante sus primeras 24 horas, Jorge Mario Bergoglio ha dado se?ales inequ¨ªvocas de que su Dios es m¨¢s amigo que jefe. Lo cuenta muy bien el sacerdote Ludovico Melo, que se encontraba ayer muy de ma?ana en la bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa Maggiore y le dijeron que, dentro de 10 minutos, llegaba el Papa. ¡°Nos ha hablado cordialmente, como un padre¡±, dijo todav¨ªa emocionado tras compartir unos minutos de oraci¨®n con el Santo Padre. ¡°Y a los confesores de la bas¨ªlica nos ha dicho¡±, a?adi¨® el cura poniendo el dedo en el quid de la cuesti¨®n, ¡°que ayudemos a quien se conf¨ªa a nosotros. Misericordia, misericordia¡¡±.
Si Amalia le hubiera dicho que s¨ª, que se casaba con ¨¦l y se hubieran ido a vivir juntos a esa casa que el ni?o Bergoglio ¡ªhijo de emigrantes italianos¡ª le hab¨ªa dibujado en un papel, Francisco no se habr¨ªa hecho cura. Y luego no lo hubieran nombrado arzobispo ni cardenal ni ahora Papa. En todo ese pasado impecable ¡ªdel que ya conocemos hasta el pulm¨®n que le extirparon o su afici¨®n a los vuelos baratos¡ª hay un lunar, una sospecha, la de su actitud tal vez tibia ante la dictadura. Dice el Nobel de la Paz Alfonso P¨¦rez Esquivel que no es verdad que le faltara coraje, que fuera displicente. En cualquier caso, el 8 de septiembre de 2000, la Iglesia argentina confes¨® sus culpas y pidi¨® perd¨®n p¨²blicamente. Por colaborar, por ser tibios, por mirar para otro lado. No ser¨ªa extra?o que cualquier d¨ªa de estos, el papa Francisco abordara p¨²blicamente el asunto. Que a la hora de tender puentes, tambi¨¦n los tendiera con el pasado.
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