La Iglesia argentina dio la espalda a la mayor¨ªa de los cr¨ªmenes de la dictadura
Bergoglio pidi¨® perd¨®n en 2000 por no "haber hecho lo suficiente" entre 1976 y 1983
Las aguas del r¨ªo de la Plata bajaban manchadas con la sangre de los secuestrados que arrojaban desde los aviones militares y la mayor¨ªa de los jerarcas de la Iglesia cat¨®lica argentina parec¨ªan dormidos. La siesta se prolong¨® desde 1976 hasta 1983, los a?os de la dictadura. Luis Zamora, que ahora ejerce como pol¨ªtico opositor al Gobierno de Cristina Fern¨¢ndez, era entonces un abogado de 28 a?os. ¡°Yo iba los jueves a la plaza de Mayo para manifestarme junto a las madres de los desaparecidos. No me olvidar¨¦ jam¨¢s de aquel d¨ªa de 1979 en que nos reprimi¨® la polic¨ªa de la dictadura. Que te persiguiera esa polic¨ªa significaba que pod¨ªas desaparecer para siempre. Salimos corriendo hacia la catedral, que est¨¢ en la misma plaza. Y cuando nos est¨¢bamos acercando cerraron la puerta. Eran las madres de los desaparecidos y les cerraron las puertas. Tuvimos que refugiarnos en el subte [el metro]. Aquello me pareci¨® un s¨ªmbolo muy directo de la complicidad entre la Iglesia y la dictadura¡±.
¡°A las pocas semanas del golpe militar m¨¢s de 60 obispos de todo el pa¨ªs se reunieron para evaluar la situaci¨®n¡±, explica Luis Zamora. ¡°Todos convinieron en que en sus obispados hab¨ªa secuestros, desapariciones, despidos por actividades gremiales... Hubo una discusi¨®n sobre si se pronunciaban o no. Por unos 40 votos contra 20 optaron por no pronunciarse p¨²blicamente y afrontar el problema con gestiones reservadas. Eso signific¨® avalar p¨²blicamente la dictadura y tener una carta en el futuro que les permitiera decir: ¡®Hicimos cuestionamientos privados o gestiones orales¡¯. Pero a la poblaci¨®n le transmit¨ªan que ellos apoyaban la dictadura. En todos los actos p¨²blicos, en las fiestas patrias¡ siempre hab¨ªa un obispo o un cardenal al lado de los dictadores. La Iglesia cat¨®lica bendijo el golpe¡±.
El entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio lleg¨® a pedir perd¨®n en nombre de la Iglesia en el a?o 2000 por no ¡°haber hecho lo suficiente¡±. Lo que se comenz¨® a cuestionar muy pronto es si, adem¨¢s de no hacer lo suficiente, la Iglesia hizo demasiado. O sea, si fue c¨®mplice necesaria en la comisi¨®n de ciertos cr¨ªmenes. El director del diario P¨¢gina 12, Horacio Verbitsky, sostiene que Bergoglio colabor¨® en la detenci¨®n de los jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio, secuestrados durante seis meses en 1976. Yorio muri¨® en 2000, pero su hermana Graciela, de 67 a?os, se?al¨® que Bergoglio mantuvo el doble juego: ¡°Preocuparse [por el destino de los dos jesuitas] y por detr¨¢s hacer todas las maniobras necesarias para que los secuestraran¡±. Tras conocerse el nombramiento de Francisco, Jalics declar¨® en un comunicado desde el monasterio de Alemania en que se encuentra que ya se hab¨ªa reconciliado con Bergoglio y que para ¨¦l estaba cerrado el caso. Sin embargo, su mensaje parec¨ªa m¨¢s incriminatorio que exculpatorio. As¨ª que el pasado mi¨¦rcoles, Jalics sentenci¨® tajante en otro comunicado: ¡°Es un error afirmar que nuestra captura ocurri¨® por iniciativa del padre Bergoglio¡±.
A pesar de esa declaraci¨®n, el asunto sigui¨® coleando en Argentina. El pasado jueves el periodista Verbitsky relat¨® que el jesuita Jalics le hab¨ªa revelado en 1999, bajo la condici¨®n del anonimato, que ¡°durante meses Bergoglio cont¨® a todo el mundo que Jalics y Yorio estaban en la guerrilla¡±. Ese dato bastaba en aquella ¨¦poca a los militares para secuestrar, torturar o matar a cualquiera. Y m¨¢s si la informaci¨®n proven¨ªa del superior provincial de los jesuitas, cargo que entonces ejerc¨ªa el papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio neg¨® siempre de forma rotunda haber asociado a Jalics y Yorio con la guerrilla.
¡°Qu¨¦ dir¨¢ la historia de estos pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas¡±, se preguntaba estos d¨ªas Verbitsky citando el libro Iglesia y dictadura, del fallecido Emilio Mignone. El Vaticano alega que esas afirmaciones son ¡°calumniosas y difamatorias¡± y que nunca hubo una sola prueba en firme contra Bergoglio.
La presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, declar¨® al conocerse el nombramiento del papa Francisco: ¡°Uno condena a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica porque fueron part¨ªcipes, c¨®mplices, ocultadores, directa o indirectamente. Es una historia muy triste que entinta a toda la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica argentina, que no ha dado ni un paso para colaborar con la verdad, la memoria y la justicia. Bergoglio pertenece a esa Iglesia que oscureci¨® al pa¨ªs¡±.
El 14 de marzo ¡ªal d¨ªa siguiente de la elecci¨®n papal¡ª el gran referente de los derechos humanos en Argentina, el premio Nobel de la Paz Adolfo P¨¦rez Esquivel, escribi¨® un mensaje bastante cr¨ªtico hacia Bergoglio en el que, sin embargo, le exim¨ªa de la acusaci¨®n m¨¢s grave: ¡°Es indiscutible que hubo complicidades de buena parte de la jerarqu¨ªa eclesial en el genocidio perpetrado contra el pueblo argentino y, aunque muchos con exceso de prudencia hicieron gestiones silenciosas para liberar a los perseguidos, fueron pocos los pastores que con coraje y decisi¨®n asumieron nuestra lucha por los derechos humanos contra la dictadura militar. No considero que Jorge Bergoglio haya sido c¨®mplice de la dictadura, pero creo que le falt¨® coraje para acompa?ar nuestra lucha por los derechos humanos en los momentos m¨¢s dif¨ªciles¡±.
¡°La actitud de la jerarqu¨ªa episcopal en la dictadura fue muy difusa y confusa", explica Eduardo de la Serna, coordinador del Grupo de Curas en Opci¨®n por los Pobres de Argentina. ¡°Hubo un grupo muy peque?o de obispos claramente opuestos y cr¨ªticos de la dictadura (Alberto Pascual Devoto, Enrique Angelelli, Eduardo Pironio, Vicente F. Zazpe, Jaime de Nevare, Jorge Novak y Miguel Hesayne); un grupo no muy grande de obispos francamente c¨®mplices (Victorio Bonamin, Adolfo Tortolo¡). Creo que la mayor¨ªa confundi¨® una serie de elementos: p¨¢nico al comunismo que cre¨ªan que se aproximaba; muchos con una ignorancia en teolog¨ªa soberana entendieron que ¡®la autoridad viene de Dios¡¯ y entonces oponerse a la autoridad era oponerse a Dios; otros ten¨ªan una pobre idea del mal menor¡ Lo cierto es que entre unos y otros conformaron un episcopado c¨®mplice o silencioso, callado y temeroso. No hicieron denuncias claras, no levantaron la voz, no se atrevieron a excomulgar ¡ªpor ejemplo¡ª a los torturadores. Bergoglio no fue Victorio Bonam¨ªn, pero tampoco fue Jorge Novak¡±.
Luis Zamora cuenta que acudi¨® en 1979 junto a otros abogados a las oficinas en Buenos Aires del nuncio apost¨®lico Pio Laghi. ¡°Llev¨¢bamos muchos informes de gente que hab¨ªa desaparecido en esos tres a?os de dictadura. Y el nuncio no nos atendi¨®. Su secretario nos dijo: ¡®Est¨¢ muy bien la informaci¨®n que traen, pero ya la tenemos¡¯. Nos fuimos diciendo ¡®?Qu¨¦ ingenuos somos!¡¯. ?C¨®mo pod¨ªamos pensar que la Iglesia no sab¨ªa todo esto desde el comienzo?¡±.
Hace tres a?os, Bergoglio se vio obligado a declarar como testigo en un juicio sobre los cr¨ªmenes de la dictadura. El abogado que lo interrog¨® en representaci¨®n de varias familias de v¨ªctimas era Luis Zamora. ¡°Tras escuchar su testimonio, no me cabe duda de que Bergoglio entreg¨® a esos jesuitas¡±, concluye Zamora.
Hoy d¨ªa, sin embargo, soplan nuevos aires en el Vaticano. Desde que se conoci¨® el nombramiento de Francisco han salido a la luz varios casos de personas perseguidas por la dictadura a quienes de forma discreta Bergoglio ayud¨® a salvar la vida. Adem¨¢s, se da por hecho que la primera persona a quien Francisco pretende beatificar es Carlos de Dios Murias, un fraile franciscano torturado y asesinado durante la dictadura. Las encuestas revelan que el Papa es profeta en su tierra. Y no ser¨¢ el Gobierno de Cristina Fern¨¢ndez el que se atreva a ir abiertamente en contra de las encuestas.
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