Balance para una Primavera
Dos a?os no dan para balances pero la vuelta a la tiran¨ªa c¨ªvico-militar, especialmente en Egipto, es hoy impensable por mucha agenda oculta que se le presuma al islamismo
Hace poco m¨¢s de dos a?os estall¨® una devastadora conmoci¨®n en el norte de ?frica, Levante, y Oriente Medio, que se dio en llamar ¡®Primavera ¨¢rabe¡¯. Con la prisa que tenemos para todo, ya han menudeado los balances, necesariamente de urgencia, de semejante convulsi¨®n. Y el consenso en Occidente es que est¨¢ siendo un desastre. Pero veamos.
Egipto, entre racheados surtidores de sangre, est¨¢ en bancarrota. La democracia electoral dio, sino el poder, s¨ª su car¨¢tula institucional a la Hermandad Musulmana, y aunque el derrocamiento de Hosni Mubarak fuera un bien en s¨ª mismo, El Cairo no por ello sigue hoy menos enfeudado a Estados Unidos, cuya ayuda econ¨®mica precisa para sobrevivir.
En T¨²nez reina tambi¨¦n la Hermandad, d¨ªcese que en su versi¨®n modernizante, pero la agitaci¨®n en la calle, tanto del islamismo radical que llaman salafista, como del liberalismo occidentalizado, recuerda permanentemente que los Gobiernos que enarbolan el islam como soluci¨®n, pueden tener una agenda oculta: sufragio para hoy, dictadura para ma?ana.
Libia y Yemen, donde en teor¨ªa se han establecido sistemas representativos, han dejado de existir como sociedades funcionales, y fuentes siempre de Occidente advierten del crecimiento de Al Qaeda, el ¨ªncubo cor¨¢nico que sucedi¨® a la URSS como encarnaci¨®n del enemigo.
En Irak la conmoci¨®n se inici¨® hace 10 a?os con la invasi¨®n norteamericana, pero hoy el r¨¦gimen de Bagdad est¨¢ cogido con alfileres y el mundo sun¨ª ha perdido su gran basti¨®n frente al chiismo de Ir¨¢n, mientras que Teher¨¢n avanza sus peones hacia el Levante.
En Siria, presa de una atroz guerra civil, se enfrentan asimismo sun¨ªes en rebeli¨®n con alau¨ªes-chi¨ªes leales a la dictadura de Assad. Y en esa contienda el resto del mundo ¨¢rabe, encabezado por Riad y los emiratos, espera recuperar lo perdido en Irak. Pero el precio de una u otra victoria puede ser la desintegraci¨®n del pa¨ªs en feudos pol¨ªtico-religiosos. Finalmente, Palestina, dividida entre el Hamast¨¢n de Gaza y la Cisjordania que se achica al tiempo que crece la colonizaci¨®n israel¨ª, yace olvidada de todos.
El se¨ªsmo se condensa en una sola figura: la arabidad ha perdido casi todo el peso internacional, nunca excesivo, que haya podido tener. As¨ª se entiende que el presidente Obama transitara por la zona sin nada que ofrecer y promoviera un esbozo de reconciliaci¨®n entre Israel y Turqu¨ªa, que para Ankara es interesante en la medida en que su pol¨ªtica islamo-arabizante est¨¢ en ruinas. Recep Erdogan y su ministro de Exteriores, Ahmad Davotoglu, deber¨¢n reconstruir su pol¨ªtica exterior porque revivir el despliegue otomano ya es solo una fantas¨ªa.
Occidente apoy¨® inicialmente la Primavera ?rabe, aunque con dudas porque la relaci¨®n con las dictaduras era muy confortable, pero las victorias electorales de la Hermandad marcaron un primer retroceso en tan contenido entusiasmo. El sufragio ten¨ªa que servir para apuntalar la idea de democracia occidental, y si no, hab¨ªa que estar en contra. Era una reacci¨®n cl¨¢sica del Orientalismo, como lo defini¨® Edward Said, palestino-egipcio recriado en la universidad norteamericana, que solo acepta al ¡®otro¡¯ cuando se le parece. Pero la aparente sorpresa causada por esa marea electoral estaba menos que justificada, porque Occidente hab¨ªa contribuido decisivamente a su triunfo.
La guerra de 1967 en la que Israel destruy¨® el orgullo militar sun¨ª, la ca¨ªda del Sha en 1979 en el mundo chi¨ª, aunque ario y no ¨¢rabe, y el apoyo al islamismo radical contra Mosc¨² en la primera guerra de Afganist¨¢n, hab¨ªan sido un parteaguas por etapas. Como dec¨ªa Fuad Ajami, tambi¨¦n profesor en Estados Unidos pero ant¨ªtesis de Said, una teocracia, el Estado sionista, hab¨ªa derrotado a otras teocracias adscritas formalmente a la ¡®fe verdadera¡¯. Y si una ¡®falsa religi¨®n¡¯, la mosaica, humillaba al mensaje cor¨¢nico, solo pod¨ªa deberse ¡ªse dec¨ªan los derrotados¡ª a que el suyo no era el aut¨¦ntico Islam. De ah¨ª a la reivindicaci¨®n salafista de los padres fundadores solo mediaba un paso (¡®The Arab Predicament¡¯).
Y esos fermentos, un tiempo mal contenidos por las dictaduras, son los que se han expresado en las urnas con la contundencia que hoy preocupa a Occidente. Pero es que dos a?os no dan para balances. La vuelta a la tiran¨ªa c¨ªvico-militar, especialmente en Egipto, es hoy impensable por mucha agenda oculta que se le presuma al islamismo. La Primavera ?rabe ha sido un paso, violento e indescifrable, pero en el que la naci¨®n hace por vez primera sentir su peso. Solo a la vuelta de alguna d¨¦cada sabremos para que sirvi¨® esa particular consagraci¨®n de la primavera.
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