Napolitano da un ultim¨¢tum a los partidos pol¨ªticos italianos
El presidente intenta capitalizar su reelecci¨®n para impulsar un gobierno de coalici¨®n El veterano pol¨ªtico asume hoy su segundo mandato La dimisi¨®n de Bersani facilita la v¨ªa a un Ejecutivo con el partido de Berlusconi
Nunca antes un presidente de la Rep¨²blica hab¨ªa repetido mandato, y tampoco nunca antes un presidente de la Rep¨²blica, delante del Parlamento en pleno, hab¨ªa atacado de manera tan dura a los partidos pol¨ªticos, a los que acus¨® directamente, sin subterfugios ni pa?os calientes, de la situaci¨®n de caos que atraviesa Italia. Claro que nadie antes tuvo tantos motivos ni tanta autoridad pol¨ªtica y moral como Giorgio Napolitano, quien a sus 87 a?os y 10 meses, apoyado sobre su emoci¨®n, su rabia y su sentido de Estado, ha advertido este lunes a los pol¨ªticos que si de nuevo vuelven a faltar a su compromiso con los ciudadanos, tomar¨¢ medidas.
¡°Tengo el deber de ser franco¡±, ha avisado, ¡°si me vuelvo a encontrar ante insensibilidades como aquellas contra las que he chocado en el pasado, no dudar¨¦ en exponer las consecuencias ante el pa¨ªs¡±. Cuando los diputados y senadores ¡ªa excepci¨®n de los del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo¡ª han aplaudido sus palabras, Napolitano los cort¨® en seco: ¡°Los aplausos no os pueden llevar a la autoindulgencia¡±.
Durante casi dos meses, desde que el 24 y el 25 de febrero los italianos depositaran su voto en las urnas, los partidos pol¨ªticos han ofrecido un espect¨¢culo desolador, una incapacidad absoluta para llegar a acuerdos que permitieran la formaci¨®n de un Gobierno, primero, y la elecci¨®n de un nuevo presidente de la Rep¨²blica, despu¨¦s. A la incapacidad del centroizquierda de Pier Luigi Bersani de administrar su victoria exigua se ha unido la cerraz¨®n a cualquier acuerdo con los partidos tradicionales del Movimiento 5 Estrellas y la destreza ¡ªdurante tantos a?os perfeccionada¡ª del centroderecha de Silvio Berlusconi para envenenar la vida pol¨ªtica italiana. Con estos mimbres se ha ido tejiendo un caos que desemboc¨® el s¨¢bado en la reelecci¨®n, a la desesperada, del presidente Napolitano.
Al principio de su discurso de 40 minutos, el presidente ha explicado por qu¨¦ hab¨ªa aceptado una reelecci¨®n que, desde hac¨ªa meses, hab¨ªa asegurado que no se producir¨ªa. ¡°Hac¨ªa falta ofrecer al pa¨ªs y al mundo una imagen de confianza y de cohesi¨®n nacional, y de voluntad de dar una respuesta a nuestros problemas y encontrar una renovada confianza en nosotros mismos y hacia nosotros a nivel internacional, por este motivo no pod¨ªa declinar. Estaba preocupado por la suerte del pa¨ªs¡±.
Una preocupaci¨®n que comparten los ciudadanos de la calle, pero que ¡ªa la vista est¨¢¡ª no parece haber sido la prioridad de los pol¨ªticos, sin distinci¨®n de partidos. De ah¨ª que, sin pre¨¢mbulos ni ceremonias, el antiguo comunista, luchador contra los nazis en su juventud, acometiera un repaso feroz a los pol¨ªticos: ¡°En los ¨²ltimos tiempos han prevalecido las contraposiciones, la lentitud, las dudas sobre las decisiones a adoptar, los c¨¢lculos, las conveniencias y los juegos t¨¢cticos. He llevado a cabo todos los esfuerzos posibles de persuasi¨®n, pero resultaron en vano ante la insensibilidad de las fuerzas pol¨ªticas, que pese a todo han acabado pidi¨¦ndome que asuma una ulterior carga de responsabilidad para sacar a las instituciones de este punto muerto fatal¡±.
Napolitano ha defendido su arriesgada decisi¨®n ¡ªtomada en noviembre de 2011¡ª de forzar la dimisi¨®n de Silvio Berlusconi y nombrar un gobierno t¨¦cnico presidido por Mario Monti. Si bien, ha admitido el presidente, tampoco durante ese lapso pol¨ªticos los partidos fueron capaces de aprobar las reformas indispensables para que Italia salga del ostracismo pol¨ªtico e institucional. Una de las reformas m¨¢s urgentes es la de la actual ley electoral. ¡°La falta de revisi¨®n de dicha ley¡±, ha expuesto Napolitano, ¡°ha provocado una carrera encarnizada por la conquista, al filo de la navaja, de ese extraordinario premio, en el que el vencedor ha terminado por no conseguir gobernar¡±.
Durante el discurso del presidente, ha sido digna de observarse la compostura de diputados y senadores, su atenci¨®n e incluso recogimiento ante unas palabras que no ven¨ªan m¨¢s que a subrayar aquello que los italianos han venido observando, con grandes dosis de estupor, en los ¨²ltimos meses.
Pese a la dureza de su discurso, Napolitano tambi¨¦n ha dejado un resquicio a la esperanza. ¡°Es hora de pasar a los hechos¡±, ha dicho, ¡°hace falta un gobierno basado en el acuerdo entre fuerzas pol¨ªticas. Sobre la base de los resultados electorales, de los que no se puede no tomar nota, gusten o no¡±.
En este punto, el anciano presidente ha aplicado una muy conveniente cura de humildad a todos: ¡°No hay ning¨²n partido o coalici¨®n que haya pedido votos para gobernar y haya obtenido los suficientes para poder hacerlo solo con sus fuerzas¡±. As¨ª que, le ha faltado decir, menos humos.
¡°Los resultados¡±, ha a?adido, ¡°indican taxativamente la necesidad de acuerdos entre distintas fuerzas para hacer nacer y para hacer vivir un gobierno en Italia, sin dejar de lado, en otro plano, la exigencia de acuerdos m¨¢s amplios, tambi¨¦n entre mayor¨ªa y oposici¨®n, para ofrecer soluciones compartidas a los problemas de com¨²n responsabilidad institucional. El hecho de que en Italia se haya difundido una especie de horror por cualquier hip¨®tesis de acuerdo, alianza, mediaci¨®n, convergencia entre fuerzas pol¨ªticas distintas, es una se?al de regresi¨®n¡±.
Ha habido, pues, para todos. El viejo estadista, que se ha conmovido en m¨¢s de una ocasi¨®n, ha dicho finalmente que siempre estar¨¢ dispuesto a trabajar por Italia: ¡°Hasta que las fuerzas me lo permitan¡±.
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