¡°M¨ªrala, se cree una estrella¡±
Un tribunal de M¨²nich juzga a la neonazi alemana acusada de matar a diez personas ¡°Zsch?pe perteneci¨® a un comando asesino¡±, resume el fiscal
¡°M¨ªrala, se cree una estrella o algo¡±, dice una mujer turca que asiste al primer juicio contra terroristas neonazis en la historia de Alemania. La placidez, ab¨²lica a ratos, de Beate Zsch?pe en el banquillo de los acusados repel¨ªa la tensi¨®n de primera hora de la ma?ana en el palco de visitantes en la Audiencia territorial de M¨²nich. La neonazi Zsch?pe es una mujer menuda que entr¨® en la sala con un buen retraso y un traje nuevo de chaqueta y pantal¨®n, una blusa blanca y el pelo oscuro bien atado con una coleta que le desnudaba la frente tan ancha como alta. Ten¨ªa pendientes de ella a cien personas en la tribuna, mitad periodistas y mitad ciudadanos interesados como la mujer turca que se irritaba ante tal exhibici¨®n de indiferencia. Abajo hab¨ªa decenas: ocho jueces con togas negras, cinco fiscales federales de granate, una legi¨®n de abogados de las v¨ªctimas, cuatro presuntos c¨®mplices con sus respectivos defensores y, arropada en mitad de la sala por sus tres letrados, la ¨²nica superviviente del tr¨ªo terrorista neonazi que durante 13 a?os sembr¨® de cr¨ªmenes Alemania. Hasta que sus dos compinches, Uwe Mundlos y Uwe B?hnhardt, fueron hallados muertos en 2011.
La vista de este martes ha sido la primera efectiva de un juicio que durar¨¢ meses o quiz¨¢ a?os. Comenz¨® a trompicones la semana pasada, cuando apenas pudo avanzar un par de horas antes de que un recurso de recusaci¨®n presentado por los abogados de Zsch?pe obligara a suspenderlo por siete d¨ªas. Ha habido que esperar seis horas hasta que, por fin rechazados todos los recursos las protestas del letrado de Zsch?pe, Wolfgang Heer, el fiscal Herbert Diemer se ha levantado para leer la tremenda ristra de acusaciones que pesan sobre Zsch?pe, de 38 a?os: diez asesinatos, 9 de ellos por motivos racistas, dos atentados xen¨®fobos con sendas bombas, 15 atracos a mano armada.
Los procesados
- Beate Zsch?pe (Jena, 1975), la ¨²nica miembro de la c¨¦lula neonazi que sigue con vida, est¨¢ acusada de pertenencia a un grupo terrorista y asesinato m¨²ltiple, por las muertes de ocho inmigrantes turcos, uno griego y una agente de la polic¨ªa, entre los a?os 2000 y 2007.
- Ralf Wohlleben, tambi¨¦n nacido en Jena en 1975, y Carsten Schultze, de 33 a?os, est¨¢n considerados c¨®mplices de los asesinatos de las nueve v¨ªctimas masculinas. La fiscal¨ªa defiende que fueron ellos quienes consiguieron la pistola y el silenciador usados para los cr¨ªmenes. Wohlleben fue miembro del partido alem¨¢n de ultraderecha NPD (Partido Democr¨¢tico Nacional), que tiene representaci¨®n en los Parlamentos de dos l?nder (Estado federal) del este.
- Andre Eminger, de 33 a?os, est¨¢ acusado de complicidad en dos atracos a bancos y en el atentado con bomba perpetrado en 2001 en Colonia. Tambi¨¦n se le imputan dos cargos de colaboraci¨®n con banda terrorista.
- Holger Gerlach, (Jena, 1974), se le imputan tres cargos de colaboraci¨®n con grupo terrorista.
Su contribuci¨®n en todos ellos fue, seg¨²n la acusaci¨®n, tan imprescindible en la trama como en la ejecuci¨®n. La asepsia judicial prestaba espanto al recuento de asesinatos a sangre fr¨ªa perpetrados por los neonazis: el florista turco tiroteado nueve veces en su tienda ambulante, el cerrajero griego que cre¨ªa atender a un cliente, el chico de 21 a?os que acababa de inaugurar un peque?o cibercaf¨¦ en Kassel. A algunos los fotografiaban tras asesinarlos. El fiscal resume esta carrera en una frase: ¡°Zsch?pe perteneci¨® a un comando asesino¡±. Ella lo miraba atentamente, con la cara petrificada. No ha dicho una sola palabra en todo el juicio ni ha dado el menor indicio de arrepentimiento desde que, en 2011, revent¨® el piso que compart¨ªa con los dos Uwe en la ciudad oriental de Zwickau y se entreg¨® a la polic¨ªa.
Adem¨¢s de Zsch?pe est¨¢n acusados cuatro presuntos colaboradores del tr¨ªo asesino: Ralf Wohlleben, Holger Gerlach, Carsten Schultze y Andr¨¦ Eminger. Son sospechosos de haberles ayudado a conseguir las armas, la documentaci¨®n falsa y los autom¨®viles que usaban para desplazarse por Alemania. Wohlleben, ojeroso y de piel apergaminada con 38 a?os, llevaba una carpeta verde con un semanario de derecha populista llamado Compact, que dedic¨® un n¨²mero a teor¨ªas conspirativas sobre el origen del tr¨ªo neonazi y la supuesta implicaci¨®n de las agencias de espionaje internacionales en la trama. Wohlleben es un conocido neonazi de Turingia que milit¨® en el partido ultra NPD. Se sabe que mantuvo alg¨²n tipo de contacto con los servicios secretos internos alemanes, aunque no consta si estuvo en n¨®mina como confidente. Los servicios secretos han destruido en los ¨²ltimos a?os copiosa documentaci¨®n relativa a los cr¨ªmenes del tr¨ªo ultraderechista y tambi¨¦n a sus colaboradores.
En cuanto a Eminger, vest¨ªa de negro con una camiseta del grupo de rock guitarrero AC/DC. En el palco de visitantes, otro hombre vest¨ªa exactamente la misma ropa, incluido el chaleco de piel y el pantal¨®n t¨ªpico de los gremios de carpinteros en Alemania. Era Maik, el hermano de Andr¨¦ Eminger, que en las pausas le sonre¨ªa sin parar y le dec¨ªa cosas como ¡°queremos un hijo tuyo¡±. Con la prensa, en cambio, ¡°no hay que hablar porque le dan la vuelta a lo que dices¡±. Seg¨²n dice la prensa alemana. Andr¨¦ tiene un tatuaje en el torso que dice Die, Jew, die. En ingl¨¦s: Muere, jud¨ªo, muere. Maik tambi¨¦n tiene los brazos muy tatuados, pero no se ven inscripciones as¨ª. En la tribuna hablaba con los abundantes polic¨ªas. Entre los funcionarios se percib¨ªa m¨¢s af¨¢n de repartir ordenes entre j¨®venes estudiantes o requisar tel¨¦fonos m¨®viles a periodistas que rencor hacia unos neonazis que, seg¨²n la acusaci¨®n, tirotearon sin miramientos a una agente policial y a su compa?ero de patrulla en 2007.
Holger Gerlach tiene 39 a?os y el martes vest¨ªa una camisa que le confer¨ªa el aspecto m¨¢s convencional despu¨¦s de Zsch?pe. Fue un conocido mat¨®n nazi en los grupos de organizados como Blood and Honour en e los 90. Dice que ya no tiene nada que ver con ellos, pero hay indicios de que s¨ª.
Carsten Schultze, el cuarto de los supuestos colaboradores, est¨¢ en un programa de protecci¨®n de testigos. Nacido en 1980, abandon¨® la escena ultraderechista ya en 2000. No obstante, lo acusan de haber colaborado en la compra de la pistola y el silenciador con los que se perpetraron los asesinatos racistas.
Desde la distancia del palco, Zsch?pe parec¨ªa una mujer casi joven, de gestos desenvueltos y ojos azules y peque?os, que se adornaba con unos pendientes de aro grandes y plateados a juego con el gris brillante que se puso para su segunda vista oral en M¨²nich. Cuando se aburr¨ªa, jugaba con los dedos o se balanceaba infantilmente en la silla de tela naranja. No pasa de la segunda p¨¢gina de los informes que le dan sus abogados. Sostiene la mirada de los espectadores sin expresi¨®n de desaf¨ªo, pero tampoco de verg¨¹enza. Es habitual que los asesinos y los s¨¢dicos parezcan mucho m¨¢s inofensivos en persona que en las fotos. Sucede con el rostro mofletudo del terrorista que perpetr¨® la masacre de la isla Utoya en 2011, Anders Breivik. Tambi¨¦n Josef Fritzl, secuestrador y maltratador de su propia hija durante 24 a?os,? parec¨ªa en 2009 m¨¢s un jubilado austriaco no del todo mal conservado que el de demonio ojizarco que muestran sus famosos retratos policiales.
La defensa de Zsch?pe parece haberse propuesto entorpecer el desarrollo del juicio en lo posible. Tras lograrlo con su recurso la semana pasada, el martes indujo una ma?ana correosa de interrupciones y enmiendas que acab¨® por poner nerviosos a muchos visitantes. El letrado Heer le¨ªa sus alegatos con una parsimonia estomagante. Sus pulsos con el presidente del Tribunal, Manfred G?tzl, provocaron carcajadas entre el p¨²blico, sorprendido por el tono absurdo de algunas r¨¦plicas y acusaciones mutuas.
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