Obama se rebela
El presidente va contra s¨ª mismo, contra la inercia que le clava en el surco trazado por Bush
Obama se ha rebelado. Contra s¨ª mismo. Contra la inercia que le hace seguir el surco trazado por Bush en su guerra global antiterrorista. No es una rebeli¨®n s¨²bita, pero ha salido a la luz en su discurso de la pasada semana en la Universidad Nacional de la Defensa. Lleva gest¨¢ndola al menos desde aquella foto que capt¨® su gesto grave y su mirada intensa en la Situation Room, una noche de primavera hace dos a?os, cuando orden¨® ejecutar a Osama bin Laden. Y sobre todo, desde la muerte en Yemen de Anuar al Aulaki, un dirigente terrorista con ciudadan¨ªa estadounidense, alcanzado por un misil junto a su hijo y a otro ¨¢rabe, ambos tambi¨¦n con pasaporte americano.
Obama no se gusta como comandante en jefe. Por las promesas que no ha podido cumplir, como el cierre de Guant¨¢namo, pero tambi¨¦n por los efectos indeseables de sus decisiones, como la muerte de civiles inocentes en los ataques con drones. ¡°Estas muertes nos perseguir¨¢n mientras vivamos, al igual que nos perseguir¨¢n las v¨ªctimas civiles que se han producido en las guerras convencionales de Irak y de Afganist¨¢n¡±, dijo en su discurso. Obama asume el peso moral de su responsabilidad, pero le disgusta su dificultad para conducir en vez de ser conducido. Sobre todo en el territorio que le es m¨¢s propio, el de la imposici¨®n del marco conceptual, el relato pol¨ªtico, cuesti¨®n en la que todav¨ªa se siente superado por el relato que le leg¨® su antecesor. Al soberbio narrador en jefe que es Obama le pesa como una losa su incapacidad para construir una nueva narrativa que saque a Estados Unidos de la guerra maniquea contra el evanescente fantasma del terrorismo islamista con el que los neocons sustituyeron al enemigo comunista. No han sido pocos los esfuerzos para desarmar esta historia. Muchas ideas neocons, como la legalizaci¨®n de la tortura, han ido quedando obsoletas, pero el argumento b¨¢sico de la obra sigue guiando todav¨ªa la pol¨ªtica antiterrorista de EE UU, reforzado incluso por las decisiones de Obama en dos cap¨ªtulos: la acci¨®n exterior unilateral, con el incremento de los asesinatos selectivos (40 bombardeos teledirigidos con Bush, 375 con Obama); y las libertades civiles, con la intensificaci¨®n de la persecuci¨®n de filtraciones period¨ªsticas, aun a costa de erosionar la libertad de informaci¨®n.
El fracaso es mayor en la medida en que el antiterrorismo ha constituido el alma de la pol¨ªtica exterior de Bush. Obama no tendr¨¢ una pol¨ªtica exterior enteramente de su factura hasta que anule el surco recibido mediante el trazo m¨¢s fuerte de un surco propio y adaptado a su idea de c¨®mo debe ser el mundo. ¡°Debemos definir la naturaleza y el objetivo de este combate, o en caso contrario este ser¨¢ quien nos definir¨¢¡±, dijo la pasada semana.
Los drones han sido el paliativo para la falta de definici¨®n. Washington ha podido mantener la seguridad sin arriesgar tantos medios materiales y humanos, pero a costa de la imprecisi¨®n y de un cierto descontrol que ha empezado a perjudicar a la propia imagen de EE UU. Obama sufre como resultado un desprestigio paralelo al de Bush con la guerra de Irak por causa de las v¨ªctimas civiles causadas.
La idea de retirarse de los escenarios b¨¦licos y sustituir la acci¨®n antiterrorista por el uso de aviones teledirigidos est¨¢ seriamente cuestionada. A partir de ahora deber¨¢n cambiar los criterios para la autorizaci¨®n de los disparos e incluso la terminolog¨ªa. Disminuir¨¢n los llamados ataques autorizados (signature strikes), en los que se ataca a grupos armados sospechosos; y se utilizar¨¢ el concepto de ataques personalizados (personality strikes), cuando se perciba una amenaza identificada, concreta e inminente contra ciudadanos estadounidenses y se tenga una cierta certeza de que no habr¨¢ v¨ªctimas civiles.
Una autoridad judicial o ejecutiva deber¨¢ supervisar los ataques con drones, singularizados y excepcionales: ya han ca¨ªdo en picado los efectuados desde enero. Ser¨¢ el Ej¨¦rcito y no la CIA quien se ir¨¢ haciendo cargo de efectuarlos, pasando as¨ª del territorio del secreto y el vac¨ªo legal al de la luz y la legalidad militar. El estado de guerra permanente, con erosi¨®n de las libertades internas y barra libre para acciones unilaterales en el exterior, va a terminar. Ser¨¢ derogada la autorizaci¨®n del uso de la fuerza que aprob¨® el Congreso despu¨¦s del 11-S. Obama quiere cerrar as¨ª el cap¨ªtulo de la guerra global contra el terror y legar una nueva estrategia antiterrorista a su sucesor. Tiene apenas tres a?os para hacerlo, adem¨¢s de cerrar Guant¨¢namo, o en caso contrario el legado antiterrorista que recibir¨¢ el siguiente presidente ser¨¢ todav¨ªa el de Bush.
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