Tepito: la hora del alcalde Mancera
Mancera, un abogado de trato amable graduado con honores en la UNAM y con estudios en Espa?a, se forj¨® una fama gracias a vistosos operativos policiales
Este mes se cumplen cinco a?os de la tragedia que marc¨® el Gobierno de Marcelo Ebrard, el alcalde de la ciudad de M¨¦xico de 2006 a 2012. El d¨ªa 20 junio de 2008 nueve adolescentes (y tres polic¨ªas) fallecieron aplastados en un oscuro operativo polic¨ªaco que fue un sinsentido de principio a fin. Incapaz de explicar el fundamento de una ilegal redada que detuvo y provoc¨® la muerte de adolescentes de clase baja, Ebrard salv¨® el pellejo al destituir al jefe de la polic¨ªa y al nombrar a un nuevo fiscal. As¨ª lleg¨® Miguel ?ngel Mancera al puesto desde el que ver¨ªa crecer su perfil hasta convertirse en diciembre pasado en el jefe de Gobierno de la capital mexicana. Por eso hoy parece una iron¨ªa del destino el que a punto de cumplir seis meses en la alcald¨ªa, Mancera enfrente una crisis de seguridad por la desaparici¨®n de 11 j¨®venes, a los que se les perdi¨® la pista el domingo pasado luego de acudir a un antro del centro de la ciudad.
Como fiscal, Mancera, un abogado de trato amable graduado con honores en la UNAM y con estudios en Espa?a, se forj¨® una fama gracias a vistosos operativos policiales y, no muy com¨²n en M¨¦xico, disponibilidad para dar la cara ante los medios cuando algo sal¨ªa mal.
A este soltero, atl¨¦tico, de 47 a?os se le acredita como uno de los responsables del descenso de cr¨ªmenes en la capital en los ¨²ltimos a?os. La urbe, coraz¨®n de una metr¨®poli de m¨¢s de 20 millones de personas, pas¨® de ser sin¨®nimo de inseguridad permanente a un oasis de relativa paz que mucho contrastaba con otras regiones arrasadas por los criminales, como han sido en tiempos recientes Nuevo Le¨®n, sede de Monterrey, la capital industrial del M¨¦xico del siglo XX, o Michoac¨¢n, devorado por hordas de extorsionadores fan¨¢ticos y narcotraficantes.
Con esa fama de funcionario efectivo y un carisma sereno que convocaba simpat¨ªas m¨¢s all¨¢ de la izquierda, Mancera gan¨® sin despeinarse las elecciones de jefe de gobierno en julio pasado. Cabe hacer notar que tambi¨¦n la tuvo f¨¢cil: enfrent¨® a tres candidatas que ni por un d¨ªa representaron riesgo.
La capital es territorio de la izquierda desde 1997, sin embargo Mancera es el primer alcalde no militante del partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica, organizaci¨®n impulsora en este basti¨®n de leyes que, tambi¨¦n a diferencia de lo que ocurre pr¨¢cticamente en todo el pa¨ªs, permiten el aborto y el matrimonio de personas del mismo sexo.
Mancera desperdici¨® la larga transici¨®n entre los comicios y su jura del cargo, el 5 de diciembre. En parte porque esos cinco meses fueron una intensa despedida de Ebrard, afanado en remachar hasta el ¨²ltimo minuto la impronta de su gobierno, que dot¨® a la ciudad de una l¨ªnea m¨¢s de Metro, un programa de bicicletas de alquiler, tan ambiciosas como pol¨¦micas v¨ªas de peaje para autos y, sobretodo, de un orgullo chilango, de un sentido de pertenencia que hizo que el t¨¦rmino con el que se conoce a los habitantes del Distrito Federal --chilango¡ªdejara de ser despectivo y se volviera una etiqueta que significa habitar una ciudad con disfrute de derechos y de una agenda social que contrastaba con la chata visi¨®n de los gobiernos del PAN en la presidencia de la Rep¨²blica (2000-2012).
Y cuando por fin Mancera asumi¨® el poder nadie entendi¨® qu¨¦ tipo de alcalde se propon¨ªa ser. El nuevo ejecutivo se desmarc¨® de lo primero que se esperaba de ¨¦l: desde que en 1997 se elige al jefe de gobierno, los gobernantes de esta ciudad han sido voces, m¨¢s o menos, enfrentadas al poder presidencial en turno. No por nada dos ex gobernantes del DF fueron candidatos presidenciales y no son pocos los que piensan que Ebrard habr¨ªa dado mayor pelea a¨²n a Enrique Pe?a Nieto, quien gan¨® el a?o pasado a L¨®pez Obrador --alcalde del Distrito Federal de 2000 a 2005. Pero desde el primer d¨ªa en el puesto Mancera renunci¨® a ser el alter ego de Pe?a Nieto. No se asumi¨® como la voz discordante, e incluso se le ha reprochado por lo que algunos consideran demasiada cercan¨ªa con el presidente priista.
Hoy se puede decir que su arranque de gobierno se extravi¨® en al menos tres procesos.
1) Desde el primer minuto tuvo que lidiar con un esc¨¢ndalo por la represi¨®n de inocentes, detenidos sin causa en medio de una violenta manifestaci¨®n por el regreso del PRI al poder, el 1 de diciembre. En sus ¨²ltimas horas en el cargo, Ebrard fue rebasado por una protesta donde v¨¢ndalos que al no ser contenidos provocaron destrozos, al tiempo de que los antimotines capitalinos arremet¨ªan contra un centenar de personas que fueron casi exclusivamente chicos expiatorios. La operaci¨®n en ese caso de Mancera fue lerda, a la defensiva, desatendiendo la evidencia que circulaba en las redes sociales, donde los videos de los abusos eran demoledores.
2) Envuelto en la pol¨¦mica por ese operativo que ¨¦l no provoc¨® pero tard¨® en desactivar, Mancera asumi¨® el poder con un discurso que nadie ha logrado a¨²n descifrar: qu¨¦ exactamente se propone hacer con la ciudad de avanzada que hered¨®. El contraste con la personalidad de Ebrard, tan fuerte que en ocasiones lleg¨® a hacer declaraciones que rayaban en lo despectivo, no pudo ser mayor.
Y, 3) Tampoco pudo ser mayor el contraste entre un arranque de gobierno como el de Pe?a Nieto, que hizo gala de operaci¨®n pol¨ªtica al presentar el Pacto por M¨¦xico, frente a un gobernante biso?o, que nunca hab¨ªa tenido un cargo de elecci¨®n popular, que no dominaba las sutilezas de las ceremonias del poder y que, por si fuera poco, hab¨ªa renunciado a tener un proyecto alternativo al federal.
Con ese bajo perfil ha navegado hasta ahora Mancera en sus primeros seis meses de gobierno. Su administraci¨®n se ha ido entre temas surrealistas ¨Cen enero su gobierno anunci¨® la detenci¨®n de decenas de perros en el populoso barrio de Iztapalapa (los canes fueron acusados de asesinar a cinco personas)-- a discutir en las ¨²ltimas semanas sobre si ha vuelto la inseguridad a la capital.
Para algunos, Mancera es un personaje que se ha distra¨ªdo con las c¨¢maras de los medios, sobre todo revistas del coraz¨®n, y que no manda una se?al clara de su agenda: Lo mismo le prest¨® al Ej¨¦rcito el emblem¨¢tico Z¨®calo capitalino para una exposici¨®n de armas ¨Ccuando la izquierda ha criticado el modelo belicista de combate al narco--, que viaj¨® a Roma para la asunci¨®n del papa Francisco, precisamente ¨¦l, representante de un Gobierno que ha sido duramente atacado por la Iglesia cat¨®lica de la Ciudad de M¨¦xico.
Hoy Mancera enfrenta un grave caso que podr¨ªa definir su gobierno. El domingo pasado 11 j¨®venes del popular barrio de Tepito desaparecieron. Todo es misterio y contradicciones. Los capitalinos han echado de menos en estos d¨ªas precisamente lo que hizo famoso a Mancera: su actuar diligente y su puntualidad al informar. Camacho, un dibujante del diario Reforma, lo pon¨ªa esta ma?ana de manera inmejorable: su dibujo, titulado ¡°Otros dos desaparecidos¡±, mostraba las sillas vac¨ªas del fiscal y del jefe de gobierno.
El tiempo para el zigzag ideol¨®gico, para las novatadas como la detenci¨®n de unos perros acusados de asesinato ¨Cpara colmo los canes que no parec¨ªan estar a punto de morir de hambre ten¨ªan una imagen de caricatura-, para los nombramientos pol¨¦micos ¨Cpuso a cargo de la supervisi¨®n de las obras de la ciudad al mismo personaje que no las ha podido concluir desde el sexenio anterior¡ª ha concluido.
Cualquier cosa que resulte ser el caso de los desaparecidos de Tepito tiene un solo mensaje: alguien se ha aprovechado de criminal manera de la idea de que el nuevo gobierno no pintaba gran cosa. Ese alguien ha tenido en vilo a la capital toda una semana. El ¨²nico secuestro probado hasta el momento es el de la tranquilidad de los chilangos.
Lo peor que le podr¨ªa pasar a Mancera es que sus gobernados extra?en al fiscal que sol¨ªan tener al tiempo que constatan que no ganaron un jefe de gobierno a la altura de la idea que se hab¨ªan formado de s¨ª mismos, autoenga?ados o no, los chilangos: la noci¨®n de que la capital era diferente al resto del pa¨ªs, azotado por violencia y mojigater¨ªa. La hora de Mancera ha llegado.
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