Avatares de las conversaciones de paz de La Habana
Al tomar posesi¨®n de la presidencia de Colombia, Juan Manuel Santos dijo que la puerta del di¨¢logo con la guerrilla no estaba cerrada con llave. Tres d¨ªas despu¨¦s, el ministro que m¨¢s ponzo?a hab¨ªa metido a las relaciones con la Venezuela chavista, en particular con su m¨¢ximo l¨ªder, se reun¨ªa con este en San Pedro Alejandrino, la ¨²ltima morada de Bol¨ªvar. La reconciliaci¨®n trajo el arreglo de los asuntos pendientes comerciales, diplom¨¢ticos, financieros, entre los dos pa¨ªses; facilit¨® la reanudaci¨®n de relaciones con Ecuador, rotas a ra¨ªz del sonado bombardeo a un campamento de las FARC en la frontera, del lado ecuatoriano, y rompi¨® el relativo aislamiento de Colombia en Suram¨¦rica. Tambi¨¦n se habl¨® de guerrillas y, una vez m¨¢s, Ch¨¢vez entr¨® a mediar con las FARC de un modo m¨¢s pr¨¢ctico, tanto que de ah¨ª arranc¨® el actual proceso de conversaciones en La Habana, primero en secreto y ahora semi-p¨²blicas.
El giro de 180 grados en relaci¨®n con la pol¨ªtica de Uribe pareci¨® confirmar el principio seg¨²n el cual el poder o la autoridad no son realmente delegables. Uribe no habr¨ªa de gobernar m¨¢s, por interpuesta persona. Adem¨¢s Santos no era el delf¨ªn. El papel le hab¨ªa correspondido a otro ministro de Uribe: Andr¨¦s Felipe Arias, quien no tuvo el respaldo suficiente para ser candidato presidencial y desde hace meses espera tras las rejas por si lo llaman a juicio en un caso de presunta malversaci¨®n del erario nacional. En la estrategia uribista Santos era como el second best, papel que no ten¨ªa por qu¨¦ jugar, y menos una vez investido presidente. Al separarse de la cauda de Uribe, Santos entendi¨® el juego que normaliza las presidencias de ocho a?os y el 10 de agosto de 2010 en Santa Marta abri¨® su campa?a de reelecci¨®n. Por eso, desde el anuncio presidencial de las conversaciones con las FARC el asunto es la principal materia de la contienda. Puede decirse que Uribe, sin que necesariamente lo supiera de ese modo, consider¨® que el arte de la pol¨ªtica es saber escoger al enemigo y ah¨ª estaban las FARC, en ese 2001, el a?o terrible del golpe de Osama bin Laden. Abanderado de la cruzada de arrasar las FARC, el ex presidente no parece entender los cambios en el mundo y en Colombia y no considera opciones diferentes. Adem¨¢s, dej¨® la tarea a medias pues esa organizaci¨®n, disminuida y circunscrita, sin haber sido derrotada militarmente sigue unificada como se desprende de las mismas estad¨ªsticas e informaciones del Gobierno de Uribe. Por todo esto la campa?a electoral en marcha ha sido y ser¨¢ sucia.
El problema es la complejidad del modelo de conversaciones. Aunque considera la permanente interacci¨®n de factores internacionales y de pol¨ªtica dom¨¦stica colombiana, no se atienden debidamente situaciones inesperadas como las que llevaron al actual incidente en las relaciones colombo-venezolanas a ra¨ªz de la reuni¨®n de Santos con el se?or Henrique Capriles quien lleg¨® a Bogot¨¢ a recabar apoyos para su reclamaci¨®n de fraude electoral y, por tanto, de ilegitimidad e ilegalidad del mandato de Nicol¨¢s Maduro. Aunque lo m¨¢s probable es que el incidente se zanje diplom¨¢ticamente y pronto, la cadena de reacciones de pol¨ªticos y comentaristas colombianos muestra un grado inusual de confrontaci¨®n verbal, de por s¨ª alto. Si nada sorprende de las posiciones y el lenguaje, s¨ª es conveniente recordar que unas conversaciones de paz, en el formato convenido, requieren sopesar las decisiones, pues el ¨²nico ganador neto del actual incidente colombo-venezolano ha sido el pol¨ªtico Capriles. Asunto secundario en cualquier estrategia de paz en Colombia pero no as¨ª en la campa?a presidencial. Por precisas que sean las reglas en la mesa de La Habana y juicioso su cumplimiento, la a?eja y complicada relaci¨®n colombo-venezolana cuenta y mucho.
No deja de ser significativo que entre el anuncio del pasado domingo 26 de mayo del acuerdo logrado en la mesa de La Habana sobre el punto uno, el agrario, el decisivo seg¨²n se dice, y el arribo de Capriles a Bogot¨¢, el vice-presidente Biden haya visitado a Santos y reiterado el apoyo del Gobierno de Estados Unidos a las conversaciones de paz con las FARC y ¡°en el campo de batalla¡± con esa guerrilla. Y no est¨¢ de m¨¢s recordar que Estados Unidos es de los poqu¨ªsimos pa¨ªses, acaso el ¨²nico, que no ha reconocido todav¨ªa al presidente Maduro.
La representaci¨®n usual de las conversaciones con las FARC es que fluct¨²an inesperadamente como el term¨®metro en la lengua de un pal¨²dico. Pero no puede olvidarse que se conversa en medio de la guerra. Como record¨® tersamente Biden, hay un campo de batalla activo y en este sentido es apenas obvio que el ministro de Defensa y los dem¨¢s voceros hacia abajo hablen un lenguaje castrense y produzcan partes de guerra. Las FARC hacen otro tanto. As¨ª se pactaron las reglas y de esos hechos y vocabularios no puede colegirse nada que ponga en cuesti¨®n el proceso mismo. Pese a la volatilidad, de La Habana sale una tendencia central que es al avance. Sobre el principio de que nada se ha pactado hasta que se pacte todo, las conversaciones progresan. Pese a su vaguedad, la declaraci¨®n del acuerdo del punto agrario, lo prueba y muestra que el proceso est¨¢ a cargo de gente pr¨¢ctica. As¨ª, la ¡°propiedad privada¡± parece como una abstracci¨®n absoluta. Seg¨²n versiones separadas de las dos partes, puede decirse que el mundo rural que pide el acuerdo es perfectamente alcanzable dentro del actual sistema pol¨ªtico y econ¨®mico. Trampa hacen quienes argumentan que para eso no era necesario ¡°rendirse a la guerrilla¡±. El problema hist¨®rico es precisamente por qu¨¦ el sistema pol¨ªtico colombiano, uno de los m¨¢s liberales de Am¨¦rica Latina, no ha conseguido procesar y sacar adelante esos cambios y reformas propuestas desde mediados del siglo XIX por el jefe liberal Manuel Murillo Toro.
Acordar sobre el primer punto de la agenda ha sido un paso adelante. Pero lo que sigue no es f¨¢cil. El balance de la justicia y la paz que est¨¢ en la base del tipo de participaci¨®n pol¨ªtica de las FARC, una vez desmovilizadas y vueltas a la vida civil, es el tema en la mesa y cabe esperar que, m¨¢s bien pronto, tambi¨¦n se pacte.
Marco Palacios es profesor-investigador de El Colegio de M¨¦xico. Su ¨²ltimo libro Violencia p¨²blica en Colombia 1958-20100 ha sido publicado por Fondo de Cultura Econ¨®mica.
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