Obama defiende la vigilancia masiva de las comunicaciones
¡°No se puede tener un 100% de seguridad y un 100% de privacidad¡±, afirma el presidente
Acorralado por practicar como presidente lo que critic¨® como candidato, Barack Obama defendi¨® este jueves los dos programas de masiva vigilancia de las comunicaciones que el p¨²blico acaba de conocer y asegur¨® que no se escuchan las conversaciones de los ciudadanos y que solo se afecta m¨ªnimamente a la privacidad de algunos, un precio que, seg¨²n ¨¦l, vale la pena pagar para mantener a la naci¨®n a salvo del terrorismo.
¡°No se puede tener¡±, dijo en San Jos¨¦ (California), momentos antes de trasladarse a Palm Springs para reunirse con el presidente de China, Xi Jinping, ¡°un 100% de seguridad y un 100% de privacidad. Hay que hacer concesiones y estas peque?as concesiones nos ayudan a prevenir ataques terroristas¡±.
Obama admiti¨® que, cuando lleg¨® a la presidencia, en 2009, era ¡°algo esc¨¦ptico¡± sobre esos programas, que ya exist¨ªan, pero que sus asesores le convencieron de que eran un instrumento muy ¨²til para la seguridad del pa¨ªs, y que decidi¨® mantenerlos, con el conocimiento y el respaldo de los dos partidos del Congreso y de la autoridad judicial competente.
Uno de los programas, el del registro de las llamadas que se efect¨²an ¨Cque se sepa, desde la compa?¨ªa Verizon- dentro de EE UU y desde aqu¨ª con el extranjero entr¨® en vigor en 2006. El otro, llamado Prism, que supone la recolecci¨®n de datos enviados por Internet ¨Ccorreos electr¨®nicos, chats, fotos, v¨ªdeos, tarjetas de cr¨¦dito...- ¨²nicamente por extranjeros que residen fuera de EE UU, fue puesto en marcha en 2008. Ambos fueron aprobados por el Congreso, al que se ha mantenido, seg¨²n el presidente, ¡°consistentemente informado¡± sobre su desarrollo.
Obama asegur¨® que ¡°no se han escuchado las conversaciones de nadie¡± ni se ha accedido a la actividad en Internet de ning¨²n ciudadano norteamericano ni de ning¨²n residente en este pa¨ªs, y garantiz¨® que, en todo momento, se han tomado las precauciones debidas para afectar lo m¨ªnimo posible a la confidencialidad de las comunicaciones.
Obama admiti¨® que, cuando lleg¨® a la presidencia, en 2009, era ¡°algo esc¨¦ptico¡± sobre esos programas, que ya exist¨ªan, pero que sus asesores le convencieron de que eran un instrumento muy ¨²til para la seguridad del pa¨ªs
El presidente acept¨®, sin embargo, que este asunto plantea un dilema entre la seguridad y la libertad, y a?adi¨® que est¨¢ dispuesto a sostener un debate al respecto dentro de su idea de que acabar con la guerra contra el terrorismo a la que aludi¨® recientemente. Ese debate est¨¢ ya claramente abierto en el pa¨ªs. Como reflejo, el diario The New York Times, que suele apoyar al presidente, le acusaba en su editorial del jueves de estar ¡°dispuesto a utilizar todo el poder del que dispone y, probablemente, abusar de ¨¦l¡±, mientras que The Wall Street Journal, que suele criticarle, aseguraba que prescindir de estos programas de vigilancia pondr¨ªa al pa¨ªs en grave riesgo.
En la medida en que son secretos ¨Cel Congreso los conoce en secreto y son respaldados por un tribunal secreto-, es imposible para el p¨²blico conocer su verdadero alcance y su eficacia real. En principio, cualquiera puede entender que los servicios de seguridad est¨¢n obligados a seguir las pistas de los sospechosos y que la aparici¨®n de las redes sociales y nuevos medios de comunicaci¨®n instant¨¢nea hacen esa labor mucho m¨¢s dif¨ªcil.
Pero lo que aqu¨ª parece haber emergido, seg¨²n lo que revel¨® primero The Guardian y despu¨¦s The Washington Post, es algo mucho m¨¢s grande que ese seguimiento rutinario y razonable. Aqu¨ª parece estar en marcha un Gran Hermano ¨Ct¨¦rmino que Obama ha usado este jueves para desmentirlo- con capacidad de saber todo lo que hacemos y decimos en nuestras comunicaciones. Que est¨¦ ocurriendo o no puede ser discutible, pero lo que es indudable es que este asunto manifiesta un mundo desconocido hasta ahora en el que la privacidad se evapora.
Aqu¨ª parece estar en marcha un Gran Hermano ¨Ct¨¦rmino que Obama ha usado este jueves para desmentirlo- con capacidad de saber todo lo que hacemos y decimos en nuestras comunicaciones
Obama ha pedido a los ciudadanos que crean en ¨¦l, en que solo se est¨¢ haciendo lo que se requiere para cumplir con la obligaci¨®n de un presidente de mantener al pa¨ªs seguro, y ha a?adido que, si no quieren creer en ¨¦l, pueden creer en los jueces y en los representantes pol¨ªticos que supervisan estas operaciones de vigilancia. Es evidente que un pa¨ªs con un sistema democr¨¢tico en el que existe un equilibrio de poderes ofrece m¨¢s garant¨ªas para el control de esa vigilancia. Pero eso no evita que, tras el conocimiento de estos programas, los norteamericanos y el resto de los ciudadanos del mundo puedan sentirse menos libres.
Todav¨ªa son dudosas las repercusiones pol¨ªticas que todo esto puede tener para Obama. Por un lado, no se puede descartar que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n comprenda las razones del Gobierno y no sienta recelo a entregar una porci¨®n de su privacidad. Por otra parte, dada la unanimidad que el Congreso ha manifestado hasta ahora sobre este asunto, no es previsible que surjan muchas voces pidiendo dimisiones y represalias. Los dos programas de vigilancia parecen legales y consensuados.
El da?o para Obama puede venir desde otro lado, desde el desencanto de quienes votaron por ¨¦l confiando en un cambio profundo y encuentran ahora que, una vez en el poder, se imponen los reflejos del poder, la autoridad, la acci¨®n a espaldas de los ciudadanos, por muy justificada que pretenda estar, los mismos s¨ªntomas que se observaron en George Bush. Es posible que Obama intente hacer algo para salir de ese encasillamiento. Su lucha entre el compromiso con el establishment y con la historia, como el primer presidente negro, contin¨²a.
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