Un pa¨ªs mejor, pero no tanto
La Sud¨¢frica que deja Mandela ha avanzado en la reconciliaci¨®n entre negros y blancos, pero no ha tenido ¨¦xito en reducir la brecha entre ricos y pobres
¡°Va a ser un d¨ªa muy triste para todos, tambi¨¦n para nosotros¡±. Ese ¡°nosotros¡± son los blancos sudafricanos y quien habla Maggie Buckingham, una descendiente de ingleses que se emocionaba hablando de ¡°lo bueno y generoso¡± que fue el l¨ªder negro tras su salida de prisi¨®n en 1990 y su llegada a la presidencia cuatro a?os despu¨¦s. El sentir de esta mujer entrada en la sesentena es una fotograf¨ªa bastante exacta de lo que buena parte de los blancos, apenas un 10% de la poblaci¨®n, sienten hoy por la muerte de Nelson Mandela.
Pocas cosas existen en Sud¨¢frica que unan a todos. Mandela es una de ellas, un personaje que levanta a¨²n enormes simpat¨ªas y cari?o en todos los grupos raciales. La otra es mucho m¨¢s prosaica. Es la carne. Es complicado ser vegetariano en Sud¨¢frica, una comida sin carne no es comida. Jocosamente hay quien asegura que el deporte nacional por excelencia no es ni el f¨²tbol ni el rugby sino la popular¨ªsima braai, el nombre local con el que se conoce a la barbacoa.
M¨¢s all¨¢ de lo que podr¨ªa ser un chiste, blancos, negros, coloured (mulatos) e indios viven cada uno en su mundo. La naci¨®n arco¨ªris (Rainbow nation) en que so?aron Mandela y su amigo el arzobispo Desmond Tutu es de lo m¨¢s plural, con 11 lenguas oficiales de igual rango y otras tantas etnias pero tan s¨®lo la incipiente y peque?a clase media se atreve a mezclarse en los escasos barrios propiamente mixtos o incluso a emparejarse, sobre todo entre los que nacieron despu¨¦s del apartheid.
Mandela apost¨® por la reconciliaci¨®n, y evit¨® de ese modo una guerra civil
El grueso de la poblaci¨®n se mantiene impermeable a ese proceso, aunque sin dramatismos y con una educaci¨®n exquisita entre todas las partes que evita grandes conflictos. ¡°La separaci¨®n racial no es el principal problema de Sud¨¢frica y de hecho no tiene porqu¨¦ ser ni un problema¡±, sentencia Lucy Holborn, directora del Instituto sobre Relaciones Raciales (SAIRR).
En la incipiente democracia Mandela apost¨® claramente por la reconciliaci¨®n, evitando una guerra civil que muchos auguraban pero que ha tenido el alt¨ªsimo coste de ¡°no transformar la sociedad¡±, seg¨²n Adam Habib, vicerector de la Universidad Witwatersran y profesor de Ciencias Pol¨ªticas. El objetivo era reconducir una relaci¨®n traumatizada por a?os de dominio blanco. Para ello, el presidente reclam¨® a todas las partes generosidad para perdonar. Una d¨¦cada despu¨¦s de que la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n terminara de escuchar a v¨ªctimas y verdugos y amnistiara a los que confesaron cr¨ªmenes, no se ha cumplido el compromiso de investigar los casos amnistiados. De hecho, la Polic¨ªa s¨®lo ha resuelto un crimen no amnistiado y la Fiscal¨ªa tiene pendientes 350 casos. Por ah¨ª Mandela ha recibido cr¨ªticas desde sectores negros. Se quejan de que en ese af¨¢n el presidente cedi¨® y dio demasiadas concesiones a los blancos sin, por ejemplo, exigir a cambio una redistribuci¨®n de la riqueza. Empresas y tierra sigue en manos de sus antiguos due?os blancos, que en algunos casos, como el de los suculentos beneficios de las reservas mineras, cotizan en la Bolsa de Londres mientras pagan sueldos m¨ªseros y ofrecen condiciones dur¨ªsimas a los trabajadores negros.
Las empresas y la mayor parte de la tierra siguen en manos de los blancos
Sin embargo, en opini¨®n de Verne Harris, la reconciliaci¨®n ¡°exig¨ªa estos sacrificios¡±. Harris es el jefe del Programa de Memoria de la Fundaci¨®n Mandela y, sin embargo, con la perspectiva de los a?os no tiene reparos en se?alar que tras la ¡°¨¦pica¡± de los noventa no se ha cumplido el ¡°sue?o de Mandela¡±. Incluso apunta ¡°grandes y peque?os errores¡± de Mandela que dejaron ver ¡°que era un gran l¨ªder, pero humano al fin y al cabo¡±.
En este punto Habib habla de que en 1994 ¡°las promesas eran muy rom¨¢nticas¡±, quiz¨¢s ¡°demasiado¡±, aunque, con todo, insiste en que Sud¨¢frica ¡°es hoy un pa¨ªs mejor que entonces¡±.
Desde su despacho en el centro de Johannesburgo, mira por la ventana del campus y explica que en los ochenta, por ejemplo, no hab¨ªa estudiantes negros y que cuando uno de los blancos ten¨ªa un problema de salud en el aula ten¨ªa que ir a la otra punta de la ciudad para que lo atendieran, porque el hospital m¨¢s cercano estaba destinado s¨®lo a pacientes no blancos.
¡°Estamos divididos, s¨ª, pero mucho menos que hace 20 a?os¡±, contin¨²a el profesor, para qui¨¦n comparar comportamientos o estad¨ªsticas actuales con las del r¨¦gimen del apartheid es poco menos que un disparate porque con el establishment racista ¡°los negros no exist¨ªan¡± ni se contabilizaban.
Quiz¨¢s Sud¨¢frica s¨®lo necesite tiempo para recomponerse. Harris admite que Mandela ¡°sedujo¡± y convenci¨® de que podr¨ªa arreglar los problemas del pa¨ªs en poco tiempo, ¡°pero esto va a llevar generaciones¡±. Los esfuerzos para la reconciliaci¨®n dejaron las pol¨ªticas sociales en un segundo plano y a¨²n hoy se est¨¢ pagando la factura. Mandela fue mejor icono y estadista que gestor, o quiz¨¢s lleg¨® demasiado viejo al poder, admite.
Madiba fue mejor icono y estadista que gestor; o lleg¨® muy viejo al poder
Mandela, o Madiba como algunos le siguen llamando afectuosamente por el nombre de su clan xhosa, fue elegido presidente con 72 a?os y ejerci¨® s¨®lo durante una legislatura de cinco a?os, hasta 1999. En su mandato se sentaron las bases de la Sud¨¢frica democr¨¢tica con una econom¨ªa de liberalismo y mecanismos de correcci¨®n de desigualdades que han demostrado ser insuficientes. Dej¨® los asuntos dom¨¦sticos para sus ministros y se centr¨® en lavar la cara de Sud¨¢frica, convencer a los inversores extranjeros y en evitar el temido riesgo de confrontaci¨®n racial.
Ahora nadie teme en una revuelta aunque cada nueva estad¨ªstica hiere. Tiene motivos el presidente actual, Jacob Zuma, al sacar pecho porque en democracia la econom¨ªa ha crecido en un 83%, lo que le ha permitido entrar en el grupo de emergentes, el BRICS, junto a China o Brasil.
Ciertamente es una cifra de impacto, aunque hay que tener en cuenta de donde se ven¨ªa y en qu¨¦ ha repercutido tanto desarrollo. En estos a?os todos los grupos raciales han visto aumentar su poder adquisitivo pero se han acentuado los contrastes entre los extremos. Aunque se han roto algunas barreras raciales, a¨²n la mayor¨ªa de los ricos contin¨²an siendo blancos, mientras que los negros (80% del censo) son los que engrosan de largo la base de la pir¨¢mide, a la que han ca¨ªdo tambi¨¦n algunos blancos. As¨ª, un estudio de la Universidad de Ciudad del Cabo se?ala que entre 2004 y 2012 la clase media negra creci¨® en 2,5 veces, hasta llegar a los 4,2 millones de personas, apenas el 13%, pero con m¨¢s vigor que la blanca.
En su mandato se sentaron las bases de la Sud¨¢frica democr¨¢tica
A¨²n as¨ª, una familia blanca media ingresa seis veces m¨¢s que una negra y para equiparar sueldos habr¨¢ que esperar dos generaciones, y el paro entre los negros multiplica casi por seis el de los blancos, que se mantienen en las mejores casas de barrios acomodados y en los trabajos m¨¢s cualificados. El grueso de negros con formaci¨®n est¨¢ incorpor¨¢ndose ahora al mercado de trabajo pero los padres de estos j¨®venes copan los puestos de jardiner¨ªa y limpieza de los hogares blancos.
Sin embargo, el vicerector Habib se inclina m¨¢s en hablar de ¡°desigualdades sociales que raciales¡±, a pesar de que las cifras evidencian el factor racial, y augura que si el pa¨ªs no es capaz de acabar con ellas ¡°se habr¨¢ fracasado en la reconciliaci¨®n ya no entre blancos y negros sino entre ricos y pobres¡±. Existe un problema que frena ese desarrollo y es el bajo nivel de la educaci¨®n. La formaci¨®n se ha democratizado pero a costa de la calidad que reciben los alumnos, critica Holborn. As¨ª, ahora hay muchos m¨¢s j¨®venes educados aunque peor calificados que en el apartheid.
La sanidad ha recorrido el mismo camino y el sistema p¨²blico es hoy refugio s¨®lo para los m¨¢s empobrecidos de la sociedad, mientras que las mutuas y aseguradoras son uno de los grandes negocios de Sud¨¢frica, junto a las empresas privadas de seguridad.
Una familia blanca media ingresa seis veces m¨¢s que una negra
Esa es otra gran obsesi¨®n que traspasa a todas las capas sociales, que se parapetan en casas protegidas con c¨¢maras o alambrado electrificado. Los ¨ªndices de violencia y victimizaci¨®n han llevado a la Interpol a declarar Sud¨¢frica como la ¡°capital mundial¡± de las violaciones. Con muertos o los cr¨ªmenes sat¨¢nicos entre adolescentes. ¡°Somos una sociedad violenta y no estamos aprendiendo¡±, responde Harry, que admite que tanta violencia es el resultado de que el ¡°apartheid brutalizara a generaciones enteras¡±.
El apartheid tiene parte de culpa del origen de muchos males en este pa¨ªs pero la justificaci¨®n no ayuda a calmar ¡°la rabia¡± y la ¡°frustraci¨®n¡± de los m¨¢s d¨¦biles que los avances sociales sean tan lentos, coinciden los responsables de la Fundaci¨®n Mandela y el SAIRR al un¨ªsono. El Gobierno ha construido un mill¨®n de viviendas sociales y adecentado los townships donde el r¨¦gimen supremacista recluy¨® a negros e indios para segregarlos de los blancos. El peligro es que estos sentimientos de que el Ejecutivo ha abandonado a su suerte a los m¨¢s d¨¦biles sean potenciados y canalizados por grupos radicales o populistas, apunta Holborn en referencia a Julius Malema, el presidente de las juventudes del ANC (el partido de Mandela en el Gobierno desde hace dos d¨¦cadas), que con un discurso de nacionalizaci¨®n de las minas atrajo a un gran n¨²mero de j¨®venes hartos de esperar a que el desarollo econ¨®mico les sonr¨ªa. Malema batall¨® por la presidencia del partido contra Zuma pero perdi¨® en las primarias y su carrera parece tocada y hundida tras descubr¨ªrsele un fraude millonario para construirse una casa en Sandton, el barrio de los negocios por excelencia de Johannesburgo.
El de Malema no es el ¨²nico caso de corrupci¨®n pol¨ªtica. Incluso al presidente Zuma se le ha acusado de construirse una enorme mansi¨®n en su poblado natal, valorada en 20 millones de euros, tirando del erario p¨²blico.
Con todo, el ANC sigue imbatible en las urnas, a pesar de que sufre el desgaste con escisiones que algunos auguran que acabar¨¢n por arrebatarles la hasta ahora incuestionable mayor¨ªa absoluta. De llegar, habr¨¢ que esperar al menos una d¨¦cada, vaticinan los polit¨®logos.
Al fin del apartheid sucedi¨® una di¨¢spora de blancos hacia Australia, Reino Unido o Estados Unidos, temerosos de batallas campales con los negros o de perder sus privilegios. ¡°La mayor¨ªa eran racistas¡±, sostiene Marie Roux, afrikaaner de origen franc¨¦s que cuenta con dos cu?ados en el exilio dorado. Sin embargo, ahora, con el pa¨ªs en calma y huyendo de la recesi¨®n global, hay quien se plantea la vuelta. Lo destaca Holborn, para quien el retorno es una muestra de que la reconciliaci¨®n y pacificaci¨®n de Mandela ha sido un ¨¦xito. ¡°Vuelven a estar orgullosos de Sud¨¢frica¡±, explica esta polit¨®loga, y lo m¨¢s importante, se instalan en el pa¨ªs ¡°invirtiendo econ¨®mica y sobre todo emocionalmente¡±.
Cada ocho horas asesinan a una mujer y proliferan los robos
No es suficiente para que, sobre todo entre muchos de los negros m¨¢s pobres, se haya instalado la sensaci¨®n de que el r¨¦gimen racista los trataba mejor.
Afirman que hab¨ªa m¨¢s empleo, menos cr¨ªmenes y minimizan el hecho de que no se les reconociera como ciudadanos de pleno derecho. ¡°S¨ª, antes no pod¨ªa votar y ahora no tengo un trabajo que me permite vivir como los blancos¡±, se lamenta Mary Mlambo, de profesi¨®n lo que salga.
A Sud¨¢frica le falta recuperar el ¡°orgullo¡±, apunta el profesor Habib. Un orgullo, por ejemplo, que en la Copa del Mundo de 2010, volvi¨® a unir las piezas sociales como lo hizo la final mundial de rugby de 1995 que gan¨® Sud¨¢frica y un h¨¢bil Mandela utiliz¨® para que los negros apoyaran a una selecci¨®n tradicionalmente de un deporte de blancos a la que no ten¨ªan ning¨²n apego. Durante el mes en que el pa¨ªs fue la capital del f¨²tbol, las estad¨ªsticas de violencia bajaron, las ciudades se mantuvieron limpias y la gente respiraba calma.
Hay una pregunta en el aire. ?Est¨¢ la Sud¨¢frica democr¨¢tica preparada para tener un presidente blanco? ?Ser¨ªa la prueba del algod¨®n de que las diferencias raciales se han salvado? Quiz¨¢, pero para Habib lo que est¨¢ claro es que los ciudadanos negros no tendr¨ªan ning¨²n reparo en votar a un blanco en las elecciones. Otra cosa es que el ANC, el partido dominante, sea capaz de cederle la cabeza de cartel a un no negro. Seguramente faltan a?os para un ¡°Obama blanco¡± pero un optimista Harris se?ala una foto de su hijo veintea?ero junto a su novia negra para responder a las cuestiones: ¡°El futuro es de ellos, que ya han crecido juntos, sin tantos prejuicios¡±.
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