¡°We the people¡± despu¨¦s del 11 de septiembre
?Es Obama igual que Bush? Probablemente la diferencia la marque simplemente la actitud
El mundo entero (o casi), reconoce con admiraci¨®n ese extraordinario texto que es la Constituci¨®n de los Estados Unidos, cuyo pre¨¢mbulo reza: ¡°Con el fin de formar una Uni¨®n m¨¢s perfecta, establecer la justicia, garantizar la tranquilidad nacional, tender a la defensa com¨²n, fomentar el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para las futuras generaciones¡¡±. Un canto a la libertad, especialmente a la libertad individual considerada como un bien sagrado. Ha sido sobre ese fundamento que Estados Unidos construy¨® sus sue?os.
La Uni¨®n Americana hab¨ªa hecho cuesti¨®n de principios y de filosof¨ªa la reivindicaci¨®n de la libertad, la seguridad y la b¨²squeda de la felicidad colectiva dentro de sus fronteras. A principios de los a?os sesenta del siglo pasado, adem¨¢s, pag¨® buena parte de su factura hist¨®rica pendiente al universalizar los derechos civiles.
Pero Osama Bin Laden se interpuso en el camino. La destrucci¨®n de las Torres fue tambi¨¦n ¨Choy lo sabemos- el dinamitazo m¨¢s brutal contra las ideas de Madison, Jefferson, Adams y Franklin que hicieron grande el proyecto estadounidense.
De los escombros de esa locura criminal surgi¨® la sombra de lo que Orwell hab¨ªa predicho en 1949 cuando public¨® su sombr¨ªa novela ¡°1984¡±. El dilemma permanente entre libertad y seguridad fue resuelto de un plumazo por un iluminado. El Presidente George W. Bush calific¨® de ¡°imperio del mal¡± al fundamentalismo isl¨¢mico, lo hizo desde el fundamentalismo cristiano convencido de tener un prop¨®sito en la vida, la defensa de los valores occidentales, cristianos y democr¨¢ticos tal como ¨¦l los entend¨ªa. En realidad se sumaba a Bin Laden al imponer un Estado todopoderoso con ojos y o¨ªdos tan desmesurados como carentes de raz¨®n. Todos fueron sospechosos. Las libertades individuales fueron heridas.
La rueda de la locura se aliment¨® de modo implacable, la misma agua sanguinolenta impulsaba el molino desde dos vertientes y la trituradora as¨ª manejada fue destruyendo cuerpos y esp¨ªritus de enemigos reales, enemigos inventados, amigos sospechosos y hermanos traidores. Entre coches bombas por un lado, y asesinatos selectivos por el otro, el mundo sigui¨® acerc¨¢ndose al infierno, el del Dios de los cristianos y el creado por Al¨¢.
Todos pensamos que era cosa de la particular cosmovisi¨®n de Bush. Obama, hombre ilustrado y de discurso humanista, terminar¨ªa esta pesadilla, pensamos muchos. Nada m¨¢s asumir prometi¨® cerrar Guantanamo. Por fin la sensatez y la tolerancia volv¨ªan a los Estados Unidos¡No ocurri¨®. Cinco a?os despu¨¦s, tras los drones (aviones de destrucci¨®n y muerte pilotados a control remoto) el espionaje masivo a sus propios ciudadanos, Wikileaks, Julian Assange, Bradley Manning, Edward Snowden y con Guantanamo en pie, la pregunta cabe ?Es Obama igual que Bush?
La respuesta no es sencilla porque Obama a todas luces est¨¢ atrapado. Acab¨® rendido a la premisa de que los Estados Unidos deben sacrificar la libertad proclamada por los padres fundadore en el fuego sagrado de la seguridad. La pr¨¦dica ciega de Bin Laden y la enajenaci¨®n caracterizada por la l¨®gica implacable de la sinraz¨®n, parece haber llevado a los escombros los valores fundamentales que dieron sentido a la revoluci¨®n y a la construcci¨®n de la utop¨ªa suscrita en Filadalfie en 1787. En ese contexto, hay una combinaci¨®n perversa entre la evidencia de que la seguridad es una prioridad sumada a la necesidad de demostrar que el grado de patriotismo del Presidente debe estar fuera de duda, precisamente en el tema m¨¢s dif¨ªcil de tragar, la vulneraci¨®n sistem¨¢tica de las libertades individuales consagradas por la Constituci¨®n.
Despu¨¦s del 11 de septiembre los mismos medios de comunicaci¨®n que acribillan a Obama, demostraron que la CIA y las estructuras de seguridad nacional fueron ineficientes y fallaron groseramente, facilitando las acciones de Bin Laden. Razonamiento: toda acci¨®n es poca si se trata de evitar otro cataclismo parecido. Consecuencia: la l¨ªnea tenue entre lo que se debe y no se debe desaparece. Ya no hay l¨ªmite, lo ¨²nico necesario es el ingenio para convertir la esencia de la ley en el juego y la triqui?uela leguleyesca para explicar lo inexplicable y disfrazar de ¨¦tico lo que es un flagrante insulto al texto constitucional.
?Es Obama igual que Bush? Probablemente la diferencia la marque simplemente la actitud. La del entusiasmo de un cruzado por la fe en un caso, la del resignado al cadalso en el otro. Todo bajo el pabell¨®n intocable de las barras y las estrellas. La trampa est¨¢ servida. El Estado deificado no se detiene, el Presidente es tan solo una de sus piezas. Nada que no supi¨¦ramos, ¡°The Homeland Security¡± es literalmente el ¡°Gran Hermano¡± El Presidente Obama enfrenta quiz¨¢s su peor pesadilla, la posibilidad de ser recordado como una secuela de Gorge W. Bush en la causa contra el terrorismo. Y quieen sabe si podr¨ªa tratarse de una mala secuela.
*Carlos D. Mesa Gisbert, expresidente de Bolivia
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