Los espa?oles rechazan el Gran Hermano
La mayor¨ªa de los consultados por Metroscopia censuran las pr¨¢cticas realizadas en EE UU
Dos valores son inconmensurables entre s¨ª cuando no pueden medirse por un mismo rasero y no sabemos cu¨¢l es su combinaci¨®n correcta. Es lo que ocurre entre el valor de la libertad y el de la seguridad. ?A qu¨¦ parte de uno hemos de renunciar en nombre del otro? Elegir entre ellos tiene un componente tr¨¢gico porque siempre comporta una p¨¦rdida. No hay libertad sin seguridad, pero esta carece de sentido si para conseguirla hemos de sacrificar aquella. Es el famoso dilema hobbesiano, que acaba inmolando la libertad en el altar de la seguridad. Los liberales tienden a preferir la libertad por encima de otras consideraciones, aunque ello nunca signifique que se renuncie a los beneficios de una sociedad segura. Cuando las cosas van bien y prevalece el orden social todos somos de Locke, pero en tiempos tempestuosos nos acordamos de Hobbes.
Hoy no sabemos bien d¨®nde estamos, porque, entre otras cosas, ignoramos los medios exactos a trav¨¦s de los cuales se vela por nuestra seguridad. Esto ha salido claramente a la luz despu¨¦s de la toma de conciencia de las pr¨¢cticas de escrutinio de la Red por parte de la administraci¨®n de Obama. Algo que, como puede verse en esta encuesta, se enfrenta a un amplio rechazo de nuestros ciudadanos. La intimidad, esa esfera sagrada sobre la que edificamos nuestra libertad individual, queremos verla limpia de interferencias proteccionistas del Estado.
Rechazamos tambi¨¦n categ¨®ricamente el control de las llamadas telef¨®nicas o de los mails. Y no es de extra?ar que una amplia mayor¨ªa, el 75 %, piense que las actividades que realizamos a trav¨¦s de Internet se vean como poco o nada seguras. Como a¨²n as¨ª seguimos disfrutando de la Red, hay que pensar que estamos dispuestos a asumir el riesgo de ser observados por el Gran Hermano. ?Pero que conste nuestra opini¨®n en contra!
Lo m¨¢s curioso de esta encuesta es, sin embargo, que la orientaci¨®n ideol¨®gica s¨ª es significativa. Los votantes del PP tienden a una mayor comprensi¨®n de las restricciones de la libertad impuestas en nombre de la seguridad que los del PSOE, aunque el resultado final quede m¨¢s o menos equilibrado. Esta diferencia ideol¨®gica est¨¢ mucho m¨¢s marcada que la variable de edad, donde las discrepancias son pocas. Lo interesante es que los controles de los que s¨ª somos conscientes, como las c¨¢maras en lugares p¨²blicos o la vigilancia en los aeropuertos son generalmente vistos como adecuados.
Y la moraleja no deja de ser fascinante. No nos sentimos coartados en nuestra libertad cuando sabemos que estamos siendo sujetos a un control en nombre de la seguridad y cuando entendemos su necesidad, su "razonabilidad". Pero abominamos de ellos cuando no son transparentes, cuando se abren a la arbitrariedad, como ocurre en el sistem¨¢tico escrutinio de la Red. O, lo que es lo mismo, queremos controlar a los controladores porque no hacerlo equivale a una renuncia de nuestra libertad, a perder parte de su n¨²cleo b¨¢sico. Hay encuestas que cantan.
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