Los tres divorcios de Putin
Su esposa, la clase media y Occidente hace tiempo que le dejaron de querer
Tres divorcios simult¨¢neos son muchos divorcios, hasta para un oficial del KGB a quien suponemos un coraz¨®n de hielo. Pero ah¨ª est¨¢ Vlad¨ªmir Putin. El primer divorcio, que ha puesto fin a 30 a?os de matrimonio con Ludmila Putina, podr¨ªa ser tildado de irrelevante en t¨¦rminos pol¨ªticos pero a muchos observadores les result¨® chocante la manera de anunciarlo: por sorpresa, en el entreacto de un ballet, ante una pregunta aparentemente inocente (pero seguramente preparada) de una periodista sobre por qu¨¦ se les ve¨ªa tan poco juntos en p¨²blico. ?Hab¨ªa alg¨²n mensaje pol¨ªtico en la frialdad y autocontrol extremo que mostr¨® al preparar ese anuncio? ?O solo un dato m¨¢s sobre el perfil psicol¨®gico de este hombre, al lado del cual dice Ludmila que siempre se sinti¨® observada y puesta a prueba (?deformaci¨®n profesional?) y que jam¨¢s se disculp¨® por llegar tarde a cenar?
Porque una frialdad parecida hay en la manera en la que Putin ha acometido su segundo divorcio, el que le ha separado de las clases medias urbanas desde que en 2011 anunciara su decisi¨®n de volver a desempe?ar la presidencia del pa¨ªs. En lugar de intentar entender las causas que han hecho caer su popularidad desde el apogeo del 78% en 2008, cuando abandon¨® la presidencia, a su 20% actual, Putin se considera traicionado por unas clases medias que, a su entender, le deben el mejor periodo de prosperidad de toda la historia de Rusia. En el Kremlin, dicen los que vuelven de Mosc¨², se refieren despectivamente a los ¡°bebedores de capuchino¡± para describir a esa clase media que pulula por los Starbucks de Mosc¨² y San Petersburgo, vive una vida 3G en pantalla t¨¢ctil, consume marcas occidentales y tiene cuentas en euros en el extranjero. Pero resulta que esos desagradecidos no solo no aceptaron con alborozo la farsa del intercambio de papeles pol¨ªticos con Dmitri Medv¨¦dev, sino que salieron a las calles a manifestarse contra ¨¦l.
Pero Putin es un hombre que ni perdona ni olvida. Y como ¨¦l mismo ha percibido con claridad, la principal amenaza a su poder no es una oposici¨®n fragmentada, pues ya se encarg¨® ¨¦l de debilitarla hasta la irrelevancia en sus anteriores mandatos, sino aquellos m¨¢s cercanos que siempre han estado a su lado y que ahora en privado se preguntan si no habr¨¢ llegado la hora de poner fin a tanta corrupci¨®n, tanto abuso de poder y tanta oligarqu¨ªa econ¨®mica. Pese al man¨¢ del gas y el petr¨®leo, Rusia no se ha modernizado as¨ª que la econom¨ªa no crece lo suficiente como para legitimar un sistema corrupto pol¨ªtica y econ¨®micamente. El exilio, dimisi¨®n, cese o incluso persecuci¨®n de algunos de los m¨¢s cercanos aliados del r¨¦gimen ha confirmado a las clases medias algo que hasta ahora no hab¨ªan querido asumir: que Putin ha pasado de ser la garant¨ªa de su bienestar a una amenaza de la cual no saben c¨®mo librarse.
Vayamos con el tercer divorcio de Putin, el de Occidente. Quiz¨¢ es algo exagerado usar estos t¨¦rminos, pues implicar¨ªa que alguna vez hubo amor. Pero hubo un tiempo en que Putin consigui¨® algo parecido a un idilio. El G-8, reunido estos d¨ªas, ha escenificado la incomodidad de EE<TH>UU y Europa con Rusia, fundamentalmente a coste de la brutal indiferencia de Mosc¨² hacia los 90.000 muertos en Siria, pero si rebobinan a la d¨¦cada pasada recordar¨¢n c¨®mo la agenda internacional que sigui¨® al 11-S llev¨® a George W. Bush y a Putin a intercambiar piropos, elogios y hasta a colaborar estrechamente en Afganist¨¢n y otros escenarios de la llamada ¡°guerra contra el terror¡±. Hoy las cosas son bien diferentes. El ensa?amiento de Putin con las ONG rusas, prohibi¨¦ndoles recibir fondos del extranjero, y el circo medi¨¢tico montado en torno a la detenci¨®n del agente de la CIA Ryan Fogle en Mosc¨² el mes pasado, dejan bien claro que Putin considera que la movilizaci¨®n de las clases medias contra su r¨¦gimen est¨¢ financiada y orquestada desde el exterior. De ah¨ª que no le duela en absoluto alinearse con los guardianes de la revoluci¨®n teocr¨¢tica iran¨ª y las milicias de Hezbol¨¢ para sostener en el poder a El Asad en Damasco y dejar en rid¨ªculo a Occidente. Ojo por ojo, diente por diente.
Si algo te ense?aba el KGB, dicen quienes conocen Rusia a fondo, es a no equivocarte nunca juzgando a las personas, pues de ello depende tu vida. Si Putin se siente traicionado, seguramente est¨¢ en lo cierto. Su esposa, las clases medias urbanas rusas y Occidente hace tiempo que le dejaron de querer. El amado y celebrado l¨ªder ahora es solo temido.
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