Turqu¨ªa, Brasil y sus protestas: seis sorpresas
Los movimientos de protesta que florecen en el planeta comparten algunas caracter¨ªsticas
Primero fue T¨²nez, luego Chile y Turqu¨ªa. Y ahora Brasil. ?Qu¨¦ tienen en com¨²n las protestas callejeras en pa¨ªses tan diferentes? Varias cosas¡ y todas sorprendentes.
1. Peque?os incidentes que se hacen grandes. En todos los casos, las protestas comenzaron con acontecimientos localizados que, inesperadamente, se convierten en un movimiento nacional. En T¨²nez, todo empez¨® cuando un joven vendedor ambulante de frutas no pudo soportar m¨¢s el abuso de las autoridades y se inmol¨® prendi¨¦ndose fuego. En Chile fueron los costes de las universidades. En Turqu¨ªa, un parque y en Brasil, la tarifa de los autobuses. Para sorpresa de los propios manifestantes ¡ªy de los Gobiernos¡ª esas quejas espec¨ªficas encontraron eco en la poblaci¨®n y se transformaron en protestas generalizadas sobre cuestiones como la corrupci¨®n, la desigualdad, el alto costo de la vida o la arbitrariedad de las autoridades que act¨²an sin tomar en cuenta el sentir ciudadano.
2. Los Gobiernos reaccionan mal. Ninguno de los Gobiernos de los pa¨ªses donde han estallado estas protestas fue capaz de anticiparlas. Al principio tampoco entendieron su naturaleza ni estaban preparados para afrontarlas eficazmente. La reacci¨®n com¨²n ha sido mandar a los agentes antidisturbios a disolver las manifestaciones. Algunos Gobiernos van m¨¢s all¨¢ y optan por sacar al Ej¨¦rcito a la calle. Los excesos de la polic¨ªa o los militares agravan a¨²n m¨¢s la situaci¨®n.
La principal sorpresa de estas protestas callejeras es que ocurren en pa¨ªses econ¨®micamente exitosos
3. Las protestas no tienen l¨ªderes ni cadena de mando. Las movilizaciones rara vez tienen una estructura organizativa o l¨ªderes claramente definidos.
Eventualmente destacan algunos de quienes protestan, y son designados por los dem¨¢s ¡ªo identificados por los periodistas¡ª como los portavoces. Pero estos movimientos ¡ªorganizados espont¨¢neamente a trav¨¦s de redes sociales y mensajes de texto¡ª ni tienen jefes formales ni una jerarqu¨ªa de mando tradicional.
4. No hay con qui¨¦n negociar ni a qui¨¦n encarcelar. La naturaleza informal, espont¨¢nea, colectiva y ca¨®tica de las protestas confunde a los Gobiernos. ?Con qui¨¦n negociar? ?A qui¨¦n hacerle concesiones para aplacar la ira en las calles? ?C¨®mo saber si quienes aparecen como l¨ªderes realmente tienen la capacidad de representar y comprometer al resto?
5. Es imposible pronosticar las consecuencias de las protestas. Ning¨²n experto previ¨® la primavera ¨¢rabe. Hasta poco antes de su s¨²bita defenestraci¨®n, Ben Ali, Gadafi o Mubarak eran tratados por analistas, servicios de inteligencia y medios de comunicaci¨®n como l¨ªderes intocables, cuya permanencia en el poder daban por segura. Al d¨ªa siguiente, esos mismos expertos explicaban por qu¨¦ la ca¨ªda de esos dictadores era inevitable. De la misma manera que no se supo por qu¨¦ ni cu¨¢ndo comienzan las protestas, tampoco se sabr¨¢ c¨®mo y cu¨¢ndo terminan, y cu¨¢les ser¨¢n sus efectos. En algunos pa¨ªses no han tenido mayores consecuencias o solo han resultado en reformas menores. En otros, las movilizaciones han derrocado Gobiernos. Este ¨²ltimo no ser¨¢ el caso en Brasil, Chile o Turqu¨ªa. Pero no hay duda de que el clima pol¨ªtico pa¨ªses ya no es el mismo.
6. La prosperidad no compra estabilidad. La principal sorpresa de estas protestas callejeras es que ocurren en pa¨ªses econ¨®micamente exitosos. La econom¨ªa de T¨²nez ha sido la mejor de ?frica del Norte. Chile se pone como ejemplo mundial de que el desarrollo es posible. En los ¨²ltimos a?os se ha vuelto un lugar com¨²n calificar a Turqu¨ªa de ¡°milagro econ¨®mico¡±. Y Brasil no solo ha sacado a millones de personas de la pobreza, sino que incluso ha logrado la haza?a de disminuir su desigualdad. Todos ellos tienen hoy una clase media m¨¢s numerosa que nunca. ?Y entonces? ?Por qu¨¦ tomar la calle para protestar en vez de celebrar? La respuesta est¨¢ en un libro que el polit¨®logo estadounidense Samuel Huntington public¨® en 1968: El orden pol¨ªtico en las sociedades en cambio. Su tesis es que en las sociedades que experimentan transformaciones r¨¢pidas, la demanda de servicios p¨²blicos crece a mayor velocidad que la capacidad de los Gobiernos para satisfacerla. Esta es la brecha que saca a la gente a la calle a protestar contra el Gobierno. Y que alienta otras muy justificadas protestas: el costo prohibitivo de la educaci¨®n superior en Chile, el autoritarismo de Erdogan en Turqu¨ªa o la impunidad de los corruptos en Brasil. Seguramente, en estos pa¨ªses las protestas van a amainar. Pero eso no quiere decir que sus causas vayan a desaparecer. La brecha de Huntington es insalvable.
Y esa brecha, que produce turbulencias pol¨ªticas, tambi¨¦n puede ser transformada en una positiva fuerza que impulsa el progreso.
S¨ªgame en Twitter @moisesnaim
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.