La herencia gris de Obama
En el plano interno, Barack Obama sin duda pasar¨¢ a la historia como uno de los presidentes que m¨¢s ha perjudicado a las libertades individuales
Tenemos un problema con Obama. O, m¨¢s bien, el presidente norteamericano tiene un problema con su segundo mandato. Para quien recuerda la esperanza que suscit¨® su primera elecci¨®n tras el doble mandato de George Bush, seis meses despu¨¦s de jurar el cargo por segunda vez, la decepci¨®n es tan fuerte como comprensible. Y se manifiesta tanto en el plano interior como en el terreno de la pol¨ªtica exterior.
En el plano interno, Barack Obama sin duda pasar¨¢ a la historia como uno de los presidentes que m¨¢s ha perjudicado a las libertades individuales. Es la pol¨¦mica que se ha desatado tras las revelaciones del agente de la NSA, Edward Snowden (cuya partida hacia Mosc¨² aparece como una humillaci¨®n infligida por China y Rusia), de las que se desprende que los particulares, es decir, todos y cada uno de nosotros, no solamente son escuchados ¡ªesto no es nuevo¡ª sino escrutados y parametrados en todo momento. Este espionaje generalizado ha sido posible gracias al alcance de la intrusi¨®n de gigantes de Internet como Google, Facebook, Tweeter, etc.
Todo esto significa que hemos entrado en una nueva era: la era de la trazabilidad. Nuestra vida privada est¨¢ expuesta en todo momento, lo mismo que nuestra intimidad, a la mirada de los agentes del poder, por mucho que este pretenda, la mayor parte de las veces con raz¨®n, ser el adalid de la libertad en el mundo.
Demasiado presente aqu¨ª y no lo suficiente en otros lugares: si nos centramos en la pol¨ªtica exterior, no est¨¢ claro que el presidente norteamericano vaya a dejar una huella positiva
La culpa la tiene el Patriot Act, una ley desarrollada por George Bush tras el 11 de septiembre. Ahora descubrimos que se aplica al resto del mundo y, sin duda, dentro de Estados Unidos abusivamente, si tenemos que dar cr¨¦dito a la preocupaci¨®n manifestada por los grandes diarios norteamericanos. Espionaje generalizado pues. A lo que Barack Obama responde que no hay lucha contra el terrorismo sin da?os colaterales. Por supuesto. Pero ya no estamos en la fase aguda del desarrollo del terrorismo inmediatamente posterior al 11-S. La situaci¨®n ha evolucionado. Basta con observar la intervenci¨®n francesa en Mal¨ª para comprender que la batalla no es exactamente la misma. Globalmente, nuestros pa¨ªses consiguen mantenerse a salvo, y no es seguro que se pueda establecer un v¨ªnculo entre este nivel de protecci¨®n y la amplitud de las prerrogativas que se atribuyen diversas administraciones norteamericanas y brit¨¢nicas a costa de nuestra vida privada.
Demasiado presente aqu¨ª y no lo suficiente en otros lugares: si nos centramos en la pol¨ªtica exterior, no est¨¢ claro que Barack Obama vaya a dejar una huella positiva. No en vano, es el hombre del repliegue norteamericano de la regi¨®n que m¨¢s nos interesa: el Mediterr¨¢neo. Por dos razones: por una parte, su estrategia est¨¢ totalmente centrada en la zona Asia/Pac¨ªfico y en la confrontaci¨®n con China; por otra, el anuncio de un pr¨®ximo boom petrolero en los territorios de EE UU, gracias sobre todo al gas de esquisto, cambia la situaci¨®n en Oriente Medio, donde Arabia Saudita perder¨¢ la posici¨®n clave que ten¨ªa a ojos de Estados Unidos.
Observemos ahora la evoluci¨®n del conflicto sirio. Anteayer, nos dec¨ªan: ¡°Bachar El Asad debe irse¡±. Ayer: ¡°Bachar va a irse¡±. Hoy: ¡°tras el ¨¦xito de sus tropas y las de Hezbol¨¢ en Al Qusair, est¨¢ claro que Bachar est¨¢ a punto de ganar la partida¡±, mientras este dirige sus ca?ones hacia Alepo, que fue la primera ciudad en liberarse de la dictadura. A lo largo de toda esta evoluci¨®n, la doctrina norteamericana siempre ha contemporizado con Vlad¨ªmir Putin, que enga?a a la opini¨®n p¨²blica con la idea de una soluci¨®n pol¨ªtica a la cuesti¨®n siria, cuando ¨¦l mismo est¨¢ completamente dedicado a la causa de su aliado Bachar El Asad, a quien, presumiblemente, no abandonar¨¢ a ning¨²n precio. Por supuesto, despu¨¦s del desastroso precedente iraqu¨ª y del repliegue de Afganist¨¢n, la negativa estadounidense a implicarse en Siria es comprensible. Pero ah¨ª est¨¢ el resultado, y es tr¨¢gico.
Esta actitud de Barack Obama es discutible. De hecho, al parecer, ha sido contestada continuamente por su secretario de Estado, John Kerry, partidario de ayudar m¨¢s a los opositores a Bachar El Asad, como, por otra parte, tambi¨¦n lo son franceses y brit¨¢nicos. As¨ª pues se ha decidido ayudarles m¨¢s. Pero ?hasta qu¨¦ punto? ?Con qu¨¦ objetivo? ?En funci¨®n de qu¨¦ plan? No lo sabemos.
La ¨²nica certeza es que Vlad¨ªmir Putin ha aprovechado para reconquistar unas posiciones que nunca hubiera debido poder ocupar. La esperanza viene sin duda de las novedades que nos llegan desde Ir¨¢n, donde la elecci¨®n de un presidente ¡°moderado¡± puede permitir volver a entablar el di¨¢logo. Mientras tanto, las tropas de Bachar El Asad y Hezbol¨¢ se disponen a asediar la ciudad de Alepo...
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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