Un gigante se despierta
Las protestas en Brasil se dirigen contra la corrupci¨®n, el derroche y la brutalidad de la polic¨ªa
La protesta nacional brasile?a parece una crisis de libro: El antiguo r¨¦gimen y la revoluci¨®n, de Alexis de Tocqueville. Tras varios a?os de progreso in¨¦dito por lo r¨¢pido y extenso, se ha represado un aluvi¨®n de expectativas no realizadas, provocando el d¨¦rapage de la conmoci¨®n ciudadana, quiz¨¢ m¨¢s que indignaci¨®n, pero bastante menos que una revoluci¨®n.
Los t¨¦rminos a asociar son clases medias y lulo-dependencia. Entre 2002 y 2012 las clases medias brasile?as han pasado de un 38% a un 53% de los 180 millones de nacionales. Casi 20 millones de ciudadanos han salido de la pobreza para insertarse, seg¨²n el Banco Mundial, en una todav¨ªa fr¨¢gil capa social bautizada como vulnerable, y 35 millones perciben un nivel de ingresos que la instituci¨®n considera propios de las clases medias ¡ªde 10 a 50 d¨®lares por miembro de la familia y d¨ªa¡ª. El corrimiento de tierras, que en las ¨²ltimas semanas ha pasado de congregar unos miles a m¨¢s de un mill¨®n de manifestantes en todo Brasil, no es, por tanto, la insurrecci¨®n de las favelas. Son, al contrario, esas clases medias las que nutren la protesta, con profusa representaci¨®n de universitarios en un pa¨ªs donde el gasto en educaci¨®n ha crecido de un abisal 3,7% del PIB en 1995 a un decente 5,5% en 2010, cerca ya de la media de la OCDE, con un 6,2%. Y as¨ª es c¨®mo millones de familias aspiran por primera vez a tener un v¨¢stago con carrera. Esa protesta, que cabe situar en la estela de las manifestaciones de universitarios de 2011 en Chile, y de los cacerolazos argentinos de este y el a?o pasado, es la demostraci¨®n de que el progreso econ¨®mico no trae necesariamente paz social, sino clases medias, las m¨¢s dif¨ªciles de contentar y a las que m¨¢s teme el poder, porque son las que m¨¢s votan.
Son las clases medias las que nutren la protesta, con profusa representaci¨®n de universitarios en un pa¨ªs donde el gasto en educaci¨®n ha crecido en los ¨²ltimos a?os?
La lulo-dependencia es un subproducto probablemente inevitable de un periodo de ¨¦xito tan copioso como los dos mandatos sucesivos de Lula da Silva, cuyo s¨ªntoma principal es la embriaguez del yo. Brasil es el gigante de Am¨¦rica Latina, y a¨²n m¨¢s de Am¨¦rica del Sur. Posee el Ej¨¦rcito m¨¢s nutrido de Iberoam¨¦rica; fabrica sofisticados armamentos; su diplomacia es tan nacionalista como competente; cuenta con grandes reservas de crudo subacu¨¢tico, y bajo Lula la ¨¦lite brasile?a se convenci¨® de que el pa¨ªs iba para gran potencia. El l¨ªder del PT hab¨ªa elegido cuidadosamente los escenarios para la implantaci¨®n y desarrollo de su gigantomaquia. Entre 2003 y 2010 visit¨® 20 pa¨ªses del ?frica negra, duplicando hasta 37 el n¨²mero de legaciones en el continente, con el que el Brasil de color ¡ªla mitad de la poblaci¨®n¡ª siente afinidad cultural y ¨¦tnica. El otro campo privilegiado de actuaci¨®n ten¨ªa que ser Am¨¦rica Latina. Y el mundo occidental, que ans¨ªa que ese grande en gestaci¨®n no se salga del surco, celebraba la concesi¨®n a Brasil de la organizaci¨®n del Mundial de f¨²tbol en 2014 y de los Juegos en 2016. Si se le suma la Copa Confederaciones, hoy en curso, el coste de la obra es de unos 20.000 millones de euros.
En apoyo de la hip¨®tesis que habr¨ªa firmado gustoso Tocqueville, hay recient¨ªsimas estad¨ªsticas: el 59% de los encuestados considera buena la coyuntura econ¨®mica del pa¨ªs, lo que no impide que el 55% se muestre insatisfecho; y, a¨²n mejor, cuando el 74% dice estar en buena situaci¨®n econ¨®mica, el 75% secunda en cambio la protesta. Esta se dirige contra: a) la inflaci¨®n, porque tambi¨¦n Brasil acusa la crisis mundial; b) la corrupci¨®n, que han puesto de relieve los juicios del mensal?o ¡ªla mensualidad¡ª por los que en 2012 fueron condenados 25 pol¨ªticos, banqueros y empresarios; c) el derroche en megaeventos deportivos, con la concesi¨®n de privilegios exorbitantes a la FIFA, a la que el futbolista Romario en un arranque societario que no se le conoc¨ªa, calificaba de ¡°Estado dentro del Estado¡±; y d) la brutalidad de la represi¨®n de una polic¨ªa, que no ha progresado como el resto del pa¨ªs. Anestesiado el establecimiento por los ¨ªndices de popularidad de la presidenta Rousseff, nadie parec¨ªa esperarse el estallido popular, que proclama su condici¨®n an¨®nima con pancartas que rezan: ¡°Ning¨²n partido me representa¡±, o ¡°El gigante despert¨®¡±, a 14 meses de las elecciones presidenciales.
Ha sido un lugar com¨²n decir que ¡°Brasil era el pa¨ªs del futuro, pero que siempre seguir¨ªa si¨¦ndolo¡±. Ese futuro, sin embargo, ya est¨¢ aqu¨ª, y con el rostro turbado por la c¨®lera de las clases medias.
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