Las fresas ensangrentadas de Grecia
La zona donde tres capataces dispararon contra 150 jornaleros, expone la creciente xenofobia y explotaci¨®n de sin papeles
En los campos de Nea Manolada el aire huele a fresas. En primavera, brotan como rub¨ªes y al recogerlas ti?en los dedos de un color p¨²rpura que cuando se seca, mezclado a la tierra, parece sangre. Es el oro rojo de esta zona de Grecia que exporta la mayor parte de la producci¨®n al norte de Europa. Un modelo productivo que, en 2011, cuando la crisis ya azotaba al pa¨ªs, el entonces primer ministro Yorgos Papandreu celebr¨® como un ¨¦xito merecedor de ser imitado. Muchos recordaron aquel discurso cuando el 17 de abril salt¨® la noticia de que, en una de las explotaciones, tres capataces hab¨ªan disparado contra 150 jornaleros, en su mayor¨ªa banglades¨ªes, que protestaban porque llevaban meses sin cobrar. El suceso dej¨® 35 heridos y es el m¨¢s grave de una serie de abusos que se esconden detr¨¢s de este milagro econ¨®mico.
La ola de indignaci¨®n que se desat¨® tras el tiroteo se convirti¨® en un boicoteo que durante unas semanas hizo temer por la campa?a de recogida. Dos meses despu¨¦s, casi todos los 150 inmigrantes han vuelto a trabajar en los campos. Los invernaderos van a toda marcha, salvo los del empresario para el que trabajaban los tres autores del ataque, detenido junto a ellos.
Nur Islam tiene 26 a?os. Durante horas se queda agachado para recoger los frutos, seleccionarlos seg¨²n el tama?o y colocarlos en contenedores alineados en las t¨ªpicas cajas de madera. Cinco kilos por caja, 20 cajas cada d¨ªa. ¡°Aqu¨ª no tenemos trabajo. Esto da muy poco dinero y no puedo mandar nada en Bangladesh¡±, dice Nur. 22 euros por entre siete y ocho horas de trabajo es lo que le han prometido a estos inmigrantes. A tres euros la hora. Para la mayor¨ªa, sin contrato y sin permiso de residencia, la ¨²nica garant¨ªa de cobrar es la palabra dada.
M¨¢s que el dinero, lo que ahora preocupa a estos trabajadores es tener un documento que les permita sustraerse a los muchos chantajes que su condici¨®n de ilegales conlleva. Sin documentaci¨®n, la ¨²nica ley es la del miedo. ¡°Es una jungla donde se viola cualquier tipo de norma. Nosotros estamos intentando proteger a las personas m¨¢s vulnerables¡±, comenta Vassilis Kerasiotis, abogado del Consejo griego para los Refugiados (CGR), la ONG que se est¨¢ encargando de su asistencia legal. El Gobierno ha concedido a los 35 heridos un permiso de estancia hasta que acabe el juicio. El CGR quiere que lo obtengan los 150 presentes en el tiroteo y que se reconozca la matriz racista del delito, como parte de la violencia contra los inmigrantes que se ha recrudecido en estos a?os.
Los jornaleros que intentaron rebelarse siguen en el campamento en las tierras del empresario detenido. Viven amontonados en unas chabolas hechas de cartones, viejas mantas y lonas de pl¨¢stico donde duermen hasta 25 personas. En el interior, han dispuestos sus lechos, pegados los unos a los otros. La ¨²nica separaci¨®n la marca el color de las s¨¢banas. Apenas sale el sol, empieza a hacer un calor pegajoso en el que las moscas revolotean a sus anchas. Uno de los heridos en el tiroteo ense?a la pierna derecha llena de peque?os bultos. Son los puntos por donde entraron los perdigones. La mayor¨ªa se los han sacado, pero no todos. Los cartuchos que los capataces usaron eran del tipo que se utiliza en la caza de aves peque?as.
¡°El problema es que este sujeto no ha pagado a la gente¡±, dice el due?o del ¨²nico quiosco de este pueblo de 2.000 vecinos registrados y miles de inmigrantes (seg¨²n Amnist¨ªa Internacional, al menos 5.000 trabajan en la zona). Al quiosquero le parece una verg¨¹enza que el Gobierno no d¨¦ papeles a estos trabajadores. ¡°?l [el empresario detenido] lleg¨® hace cuatro a?os y quer¨ªa encontrar la forma de no pagar. Antes el sistema en Manolada funcionaba¡±, cuenta. No menciona el esc¨¢ndalo que se mont¨® en 2008 cuando algunos periodistas, luego objeto de amenazas, empezaron a describir las condiciones de trabajo en la regi¨®n. Ni el caso, denunciado el a?o pasado, de un ciudadano egipcio que tras recibir una paliza fue arrastrado un kil¨®metro por un coche.
Tras el tiroteo, el ministro de Orden P¨²blico, Nikos Dendias, admiti¨® que el Estado no siempre hab¨ªa estado presente en la regi¨®n y prometi¨® mano dura y reformas. Mientras tanto, Nea Manolada ha vuelto a la normalidad. En el establecimiento de apuestas algunos inmigrantes juegan al Kino, un boleto parecido a la Primitiva. ¡°A veces algunos han ganado 50 euros¡±, explica uno de ellos. A los dem¨¢s, sumidos en la miseria de sus pobres refugios, no les ha tocado ninguna loter¨ªa.
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