El espectro de Nasser
Solo una soluci¨®n parece factible: la renuncia del presidente y un Gobierno de unidad nacional
El 23 de julio de 1952, y en medio de una creciente inestabilidad pol¨ªtica, un grupo de militares liderados por Muhammad Naguib y Gamal Abdel Nasser derroc¨® la exang¨¹e monarqu¨ªa de Faruk I, ¨²ltimo rey de Egipto. El primero era un veterano h¨¦roe de guerra que cre¨ªa que, tras un breve periodo de transici¨®n, el Ej¨¦rcito deb¨ªa retirarse, regatear la tentaci¨®n pol¨ªtica y erigirse en mero garante de la estabilidad nacional. El segundo, joven y ambicioso, desconfiaba de la gesti¨®n civil y entend¨ªa la algarada como la v¨ªa de acceso a un poder. Durante apenas un a?o, ambos compartieron tim¨®n. La baraja se rompi¨® en 1954, a?o en el que el entonces Consejo del Mando de la Revoluci¨®n acus¨® a Naguib de deslizarse hacia la autocracia y asentar sus ambiciones sobre una fuerza en alza: la cofrad¨ªa de los Hermanos Musulmanes. La revoluci¨®n se escindi¨® y el resultado del pulso es conocido: Naguib fue obligado a dimitir; Nasser asumi¨® el poder e instaur¨® una dictadura militar que perdur¨® hasta la ca¨ªda de Mubarak; y los Hermanos Musulmanes fueron reprimidos a sangre y fuego, transform¨¢ndose despu¨¦s en la ¨²nica oposici¨®n estructurada.
M¨¢s de medio siglo despu¨¦s, Egipto atraviesa una coyuntura similar. Depuesto el s¨¢trapa, el pa¨ªs se ha quebrado en dos polos que avanzan hacia el odio. En un extremo del campo de batalla se arraciman los denominados grupos islamistas, un bloque presidido por la rama m¨¢s pragm¨¢tica de los Hermanos Musulmanes y en la que se mezclan movimientos salafistas, cl¨¦rigos wahab¨ªes, grup¨²sculos yihadistas y secciones m¨¢s extremistas de la propia cofrad¨ªa. En la otra trinchera flamea un heterog¨¦neo abanico de fuerzas compuesto por liberales, progresistas y nost¨¢lgicos del antiguo r¨¦gimen, asidos a un fin com¨²n: erradicar el creciente poder de la hermandad y los delirios aut¨®cratas de su cabeza m¨¢s visible: Mohamad Morsi.
La sorpresa de una algarada rumiada por el Ej¨¦rcito durante tiempo pero inesperada en la forma en que estall¨®, sumada a los errores de gesti¨®n de una transici¨®n improvisada y apresurada y a la inexperiencia del nuevo gobierno, han agudizado la polarizaci¨®n en los ¨²ltimos meses. Dos son las razones: la primera, el intento por parte de la hermandad de acaparar el poder pol¨ªtico y arrinconar tanto a jueces como a militares. La decisi¨®n del presidente de nombrar gobernadores civiles en las principales regiones ¨Cun cargo tradicionalmente ejercido por generales en la reserva- ha colmado el vaso de una c¨²pula militar que ya se vio obligada a usar su poder de intimidaci¨®n el pasado oto?o para frenar una constituci¨®n que persegu¨ªa recortar sus atribuciones. En este ¨²ltimo a?o, Morsi no solo ha atacado su papel de garante; tambi¨¦n ha intentado desplazar de las calles a polic¨ªas y militares, sustituidos por una milicia que recuerda a la Guardia Revolucionaria iran¨ª, y de apropiarse de sus fuentes de financiaci¨®n.
La segunda, el fracaso de un liderazgo que se hizo con el poder con un programa que promet¨ªa conciliaci¨®n nacional y eficacia econ¨®mica, y que en apenas un a?o lo ¨²nico que ha logrado ha sido m¨¢s desempleo, inseguridad, pobreza y tensi¨®n sectaria. Que acumula enemigos en todos los frentes, entre los ¡°progresistas¡± por su deriva hacia el islamismo, y entre los islamistas porque esta deriva les parece insuficiente.
Ambas razones, unidas al fortalecimiento de la oposici¨®n ¨Ccada vez mejor organizada- y al temor de que el pa¨ªs se hunda en la violencia, han sido las que han llevado a la c¨²pula militar a lanzar su ¨²ltima advertencia. Asumida la legalidad de la presidencia de Morsi, solo una soluci¨®n parece factible: que el presidente renuncie, como le exige el pueblo, y se forme un gobierno de unidad nacional, liderado por una figura pol¨ªtica de consenso que reconduzca la transici¨®n y establezca un nuevo proceso democr¨¢tico. ¡°Morsi y la hermandad deben recordar la historia¡±, advert¨ªa d¨ªas atr¨¢s el escritor Sonallah Ibrahim, encarcelado en los a?os cincuenta. Sentado en un hotel de Madrid, insist¨ªa en que el presidente deb¨ªa abandonar y recordaba que en Egipto ¡°la verdadera revoluci¨®n a¨²n est¨¢ por comenzar¡±.
Javier Mart¨ªn es periodista y escritor. Autor del libro ¡°Los Hermanos Musulmanes¡±.
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