El equ¨ªvoco colombiano
En La Habana se negocia una paz militar, unida a un compromiso casi de refundaci¨®n nacional
No es un equ¨ªvoco para colombianos, que de sobra conocen lo que est¨¢ en juego y lo que se ha avanzado en las conversaciones de La Habana. Pero s¨ª para los que sigan, incluso con atenci¨®n, el proceso desde Europa. Lo que se discute en la capital cubana, pese a que las conversaciones se llamen de paz, solo es un plan de paz, que esta semana comienza a debatir la incorporaci¨®n a la vida pol¨ªtica de los insurrectos.
Cab¨ªa enfocar el problema colombiano desde dos diferentes puntos de vista: el primero consistir¨ªa en acometer una gran reforma sociopol¨ªtica, y discutir solo entonces el fin de las hostilidades. Habr¨ªa sido preciso para ello una definitiva reforma agraria, que nunca podr¨ªa haberse entendido como concesi¨®n a las FARC, puesto que, con guerrilla o sin ella, es lo que necesita el pa¨ªs; y, segundo, lanzar el proceso hoy en curso en el que, a partir de unas conversaciones secretas anteriores a la cita de La Habana, se negocia la firma de una paz b¨¢sicamente militar, pero unida al compromiso de desarrollar a largo plazo un plan casi de refundaci¨®n nacional. Este consiste, de nuevo, en una reforma de la tenencia de la tierra, que supondr¨ªa la recuperaci¨®n de varios millones de hect¨¢reas mal habidas ¡ªy no solo por la guerrilla¡ª a beneficio de cientos de miles de nuevos propietarios, que hoy figuran entre despojados y desplazados; la delimitaci¨®n lo m¨¢s neta posible de qui¨¦nes deban pagar por los desmanes de las FARC, lo que conllevar¨ªa inevitables lagunas de impunidad y constituir¨ªa el flanco d¨¦bil de la pol¨ªtica del presidente Santos; y, por ¨²ltimo, hacer posible la actuaci¨®n pol¨ªtica en la legalidad de aquellos insurrectos que se cuelen por la ventana de la impunidad.
El primer caso habr¨ªa implicado acometer una extensa reforma social y pol¨ªtica, rechazando la t¨¢cita coartada que ha supuesto la existencia de la guerrilla para excusar los males que aquejan el pa¨ªs. Noem¨ª San¨ªn me dijo cuando era embajadora en Madrid que esa habr¨ªa sido su pol¨ªtica, de haber llegado a la presidencia. Y en el segundo, levantar la hipoteca de la guerra, aun a costa de ceder parte del cr¨¦dito de la reforma a las FARC, para dedicarse, por fin, a la construcci¨®n de una nueva Colombia.
Hoy parece asequible, aunque no indiscutible, la firma de una paz de las armas por una serie de razones de ¨¢mbito internacional, como el desprestigio urbi et orbi de los sublevados y el apoyo que la izquierda radical latinoamericana, chavismo y castrismo, prestan al proceso. Pero las grandes razones son de orden interno. Y la semana pasada dos actores de primer plano las expusieron en la Fundaci¨®n Alternativas de Madrid. Un sargento, 11 a?os en poder de las FARC, y un exguerrillero, que hab¨ªa militado en la insurrecci¨®n de los 13 a los 30 a?os, y se hab¨ªa pasado hac¨ªa unos meses. Y dado que Bogot¨¢ los pasea con gastos pagados por el mundo, seguro que ambos est¨¢n elegidos para que digan lo que tienen que decir, pero no por ello dejaban de resultar supremamente convincentes. El desmovilizado, originario del Choc¨®, cont¨® que se sum¨® a las FARC como quien elige un empleo vitalicio y garantiza protecci¨®n y auxilio econ¨®mico a su familia. A ello a?ad¨ªa que la virtual totalidad de los reclutas que hab¨ªa conocido estaban en su caso, y que el derrumbe de la moral guerrillera comenz¨® en la ¨²ltima ¨¦poca del presidente Andr¨¦s Pastrana (1998-2002) para acelerarse con ?lvaro Uribe (2002-2010). En vez de ideolog¨ªa, necesidad y miedo, mucho miedo, de tomar parte en acciones de guerra, en las que, aseguraba, disparaba mucho m¨¢s para que la fuerza p¨²blica no le matara que tratando de matar a nadie. De los 18 hombres que mandaba ¡ªporque era una especie de capit¨¢n¡ª siete se ¡°hab¨ªan volado¡±, y, hablando un d¨ªa con los restantes, comprob¨® que todos quer¨ªan cambiar de vida.
Es una guerrilla en la que ¡°ya nadie quiere ser mando¡±, y que reclama la jubilaci¨®n, pero haci¨¦ndose pagar con impunidad y, al menos, con una parte de los recursos allegados por el narco. Una fuerza a¨²n no derrotada, pero que, si persiste en el combate, tiene el tiempo en su contra. Por eso puede que haya firma; que esa firma ser¨¢ un todo acto de fe en el plan maestro; y que Juan Manuel Santos se presentar¨¢ a un segundo mandato (2014-2018) para embarcarse en la construcci¨®n de una aut¨¦ntica paz.
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