Un golpe innombrable
Las reacciones de las canciller¨ªas occidentales a la toma del poder de los militares est¨¢n plagadas de contorsiones sem¨¢nticas
Las reacciones internacionales al golpe de Estado en Egipto se han hecho esperar. Durante el d¨ªa de ayer fueron llegando las palabras extra¨ªdas con cierto f¨®rceps de las canciller¨ªas occidentales, a la toma de poder de los militares egipcios consumada la noche del mi¨¦rcoles. Llegaron tarde y plagadas de contorsiones sem¨¢nticas. No pidieron la restituci¨®n del presidente islamista Mohamed Morsi. Tampoco hablaron de ¡°golpe¡±.
Los tanques salieron a la calle, cercaron la televisi¨®n, la Constituci¨®n qued¨® derogada, el jefe del Ej¨¦rcito anunci¨® en directo que el rais elegido democr¨¢ticamente dejaba de serlo y surgi¨® de la nada un presidente interino del que la mayor¨ªa de los egipcios no hab¨ªan escuchado hablar jam¨¢s. Los hechos no dejaban lugar a demasiadas dudas. Aquello no solo parec¨ªa un golpe. Lo era.
La tardanza y los quiebros ling¨¹¨ªsticos de los Gobiernos occidentales indicaban sin embargo que hay golpes¡ y golpes. Y este golpe, el de los poderosos militares, secundados por opositores y l¨ªderes religiosos capaces de desalojar del poder al islamismo, el otro gran poder egipcio, ha resultado especialmente complicado de encajar para Occidente. Que la oposici¨®n laica de Egipto haya sido juez y parte y que millones de personas hayan celebrado con j¨²bilo la asonada ha terminado de descolocar a los adalides de los valores democr¨¢ticos.
El arrastre de pies m¨¢s significativo ha sido el estadounidense. Barack Obama, gran defensor de las libertades, las primaveras ¨¢rabes y el art¨ªfice del esperanzador discurso de El Cairo no fue capaz de pronunciar la palabra ¡°golpe¡±. En el caso estadounidense, la sem¨¢ntica importa mucho. Porque Washington proporciona 1.250 millones de d¨®lares a Egipto en ayuda militar al a?o y ese flujo podr¨ªa peligrar en el caso de que el Ej¨¦rcito receptor fuera adem¨¢s un golpista.
Londres conden¨® la ¡°intervenci¨®n militar¡±, mientras reconoc¨ªa la legitimidad de los manifestantes en la calle ante la ca¨ªda de popularidad de Morsi. El caso espa?ol es tambi¨¦n sorprendente. En un comunicado enviado pasada la una de la tarde de ayer ¡ª16 horas despu¨¦s del golpe¡ª, el Gobierno habl¨® de ¡°la nueva situaci¨®n en Egipto¡± y llam¨® a las partes ¡°a la contenci¨®n y la prudencia¡± para m¨¢s tarde pedir ¡°el restablecimiento del poder civil en el plazo m¨¢s breve posible¡±.
La Uni¨®n Europea tambi¨¦n lleg¨® tarde y con pies de plomo. El portavoz de la jefa de la diplomacia europea, Michael Mann, evit¨® hablar de ¡°golpe¡±, pero matiz¨® que ¡°no estamos a favor de intervenciones militares¡±. A?adi¨® que ¡°resulta interesante que el Ej¨¦rcito haya dicho que intervino para evitar un ba?o de sangre¡±.
M¨¢s dada al pragmatismo, China dijo ¡°respetar la elecci¨®n del pueblo egipcio¡± y llam¨® al di¨¢logo. Algunos pa¨ªses ¨¢rabes no sucumbieron tampoco en su an¨¢lisis al titubeo y la confusi¨®n occidental. Catar se sum¨® a la petici¨®n de respeto de las demandas populares ¡ªsiempre que sean en pa¨ªses extranjeros¡ª y Siria emiti¨® con satisfacci¨®n el certificado de defunci¨®n del islam pol¨ªtico. Horas antes, el presidente Bachar el Asad, cuyo Ej¨¦rcito reprime sin piedad a los que disienten en su pa¨ªs, no tuvo reparos en pedir a Morsi que escuchara el sentir popular.
Argumentos hay muchos. El presidente Morsi hab¨ªa incurrido en una deriva autoritaria que hizo ¡°necesaria¡± la intervenci¨®n militar en palabras pronunciadas por el propio Al Sisi durante su alocuci¨®n televisada. Que millones de egipcios ped¨ªan a gritos y en la calle la salida del presidente porque la islamizaci¨®n de Egipto avanzaba sin freno. Que la polarizaci¨®n de la sociedad hab¨ªa vuelto a paralizar la vida pol¨ªtica del pa¨ªs y que incluso seg¨²n las autoridades religiosas de la venerada instituci¨®n sun¨ª de Al Azhar hab¨ªa riesgo de guerra civil. Y que el Ej¨¦rcito solo pretend¨ªa restaurar la normalidad democr¨¢tica supuestamente alcanzada tras la revoluci¨®n de Tahrir que derroc¨® a Hosni Mubarak y que los Hermanos Musulmanes y su sed de poder amenazaban con tirar por la borda. Pero de ah¨ª a hacer trizas las reglas del juego democr¨¢tico y despu¨¦s legitimarlo, hay un cierto trecho.
Para los que necesitaran confirmaci¨®n de por d¨®nde van los tiros, la represi¨®n militar que ha seguido las horas posteriores al golpe ¡ªdetenci¨®n de Morsi incluida¡ª ha dejado bastante claro que las supuestas credenciales democr¨¢ticas de los militares no acaban de casar con los hechos.
AN?LISIS
Ana Carbajosa
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