La ciudad donde Morsi a¨²n gobierna
Ministros y familaires del presidente depuesto prometen resistir, en un campamento insalubre en Ciudad Nasser

Hay un lugar en El Cairo donde Mohamed Morsi sigue siendo presidente de Egipto, en el que el golpe de Estado del 3 de julio no sucedi¨® y al que no llega de momento la mano del poderoso Ej¨¦rcito del pa¨ªs. Miles de personas han abandonado la comodidad de su vida cotidiana para malvivir en tiendas de campa?a, en condiciones insalubres, bajo un sol abrasador y refugiadas en el ¨²ltimo reducto del pa¨ªs donde el islamismo gobierna como quiere. Los hombres no se mezclan con las mujeres, todas tocadas con velo. El rezo se observa estricto. El ayuno del Ramad¨¢n es una imposici¨®n. Y la faz de Morsi aparece ubicua en una infinidad de carteles. Por ¨¦l se han concentrado estas personas, que prometen mantener este reducto en pie en torno a la mezquita de Raba al Adawiya, en el distrito de Ciudad Nasser, hasta que sea devuelto a la presidencia que gan¨® en las urnas.
La fiscal¨ªa anunci¨® ayer en un comunicado que est¨¢ investigando al presidente depuesto tras recibir demandas por espionaje, incitaci¨®n a la violencia y grave da?o a la econom¨ªa del pa¨ªs. Esas alegaciones s¨®lo intensifican la idolatr¨ªa a Morsi entre los islamistas acampados. ¡°Esta gente no se va a marchar hasta que Morsi regrese. No es negociable¡±, explica Safwat Hegazy, un popular predicador, c¨¦lebre por su lectura radical del islamismo, que tambi¨¦n duerme en este recinto. ¡°Los militares quieren aislarnos, pero esto no va a quedar como reducto. Haremos un esfuerzo por crecer y expandir esta protesta a toda la naci¨®n¡±, a?ade. ¡°Queremos ser inc¨®modos¡±.
El Ej¨¦rcito guarda intermitentemente los principales accesos a este campamento. Dependiendo de la jornada, hay m¨¢s o menos veh¨ªculos acorazados, que se mantienen a una prudente distancia. Los tensos soldados vigilan desde lejos. Frente a ellos, la milicia de los Hermanos Musulmanes custodia el campamento con primitivas barricadas de piedras y vallas. El contraste es notable. Frente a los fusiles de los militares, los islamistas se defienden con cascos de motocicleta, chalecos hechos con alfombras, palos, porras y cadenas. Contra el gas lacrim¨®geno, se han aprovisionado de cebollas. Todos aquellos que entran en el recinto deben mostrar su identificaci¨®n y son registrados, con accesos separados para hombres y mujeres.
¡°Nuestra misi¨®n principal es proteger a la gente que vive aqu¨ª cerca de la mezquita¡±, explica Mohsen Abdul Monem, de 31 a?os, que ha abandonado su trabajo en una petrolera para vivir con su mujer y su hijo de un a?o en este campamento, en el que llevan 17 d¨ªas. Se protege con un casco de construcci¨®n y un tubo de metal recortado. ¡°Por aqu¨ª pasa mucha gente, y la principal amenaza es la de los matones que vienen desde el otro lado para agredirnos y generar violencia, con la intenci¨®n de deslegitimarnos¡±, dice.
Como ¨¦l, miles de personas han abandonado su trabajo y sus hogares, dejando sus vidas entre par¨¦ntesis. Mohamed Mansur, ingeniero agr¨ªcola de 48 a?os, se ha tra¨ªdo a su mujer y cuatro hijos, con los que duerme bajo una tela. ¡°Es lo m¨ªnimo que podemos hacer por defender la legitimidad del presidente¡±, dice. Las condiciones no son f¨¢ciles. Los ba?os escasean. El agua potable tambi¨¦n. La higiene es dif¨ªcil de mantener. El term¨®metro suele marcar m¨¢s de 33 grados. Algunos doctores que trabajan en el recinto admiten haber visto ya casos de piojos y sarna, propios de lugares masificados e insalubres.
El hospital de campa?a que se habilit¨® junto a la mezquita para tratar dolencias leves como golpes de calor se ha visto desbordado desde el lunes pasado, el d¨ªa en que una carga militar y policial se sald¨® con 55 islamistas fallecidos y 435 heridos. Muchos pasaron por estas camillas, incluidos 15 de los fallecidos. ¡°Fue un d¨ªa muy duro. No est¨¢bamos preparados¡±, admite Alaa Mohamed, que a sus 22 a?os trabaja como radi¨®logo en un hospital de El Cairo. ¡°Un paciente ten¨ªa el cr¨¢neo perforado. Una mujer vino con 70 perdigonazos, varios en los pulmones. Un ni?o, Mahmud Suleiman, de nueve a?os, vino con una herida de bala en la pierna¡±, a?ade.
El Ej¨¦rcito ha puesto en duda que en aquella carga del lunes, en una protesta frente al cuartel de la Guardia Republicana, donde el Ej¨¦rcito retiene a Morsi, hubiera mujeres y ni?os heridos. En este hospital de campa?a, la profesora de universidad Ahlem Ibrahim, de 45 a?os, muestra sus radiograf¨ªas. Es la mujer de los 70 perdigones. En la imagen tomada con rayos X se ven al menos cinco agujeros en el pulm¨®n. El mero hecho de moverse en su silla de ruedas hace que se le salten las l¨¢grimas. ¡°Me tumb¨¦ al suelo y all¨ª me dispararon¡±, dice. ¡°Entonces tos¨ª sangre. No pod¨ªa moverme del dolor. Un soldado me dijo que o me marchaba o me remataba. Si nos hicieron eso cuando est¨¢bamos rezando, ?qu¨¦ no har¨¢n para echarnos de aqu¨ª?¡±, a?ade.
Otra de las im¨¢genes ic¨®nicas en el campamento de Raba al Adawiya es la de los 55 islamistas que murieron en aquella carga. Sus caras, muchas de ellas destrozadas, aparecen en sangrientos carteles y han sido imprimidas bajo el lema ¡°m¨¢rtires¡± en las portadas del diario que publica el partido pol¨ªtico de la Hermandad, que es el rotativo de cabecera en este campamento. En un comunicado, el Ej¨¦rcito advirti¨® tras aquel incidente de que no tolerar¨¢ las acampadas ni el bloqueo de calles durante mucho m¨¢s tiempo, y aconsej¨® a los islamistas que vuelvan ya a la normalidad. Aquella amenaza s¨®lo encendi¨® a¨²n m¨¢s los ¨¢nimos en este campamento numantino.
Hay ya toda una econom¨ªa construida en el campo, con tenderetes de ropa; puestos de alimentos, y vendedores de peri¨®dicos. Y hay una jerarqu¨ªa, caudillos que marcan la pauta y deciden c¨®mo opera. Son los l¨ªderes de los Hermanos Musulmanes y su brazo pol¨ªtico, el Partido Libertad y Justicia. Hasta hace s¨®lo 11 d¨ªas gobernaban la naci¨®n, como ministros y altos funcionarios. Hoy viven y duermen junto a sus seguidores m¨¢s ac¨¦rrimos. ¡°Los poderes del antiguo r¨¦gimen, el de los 30 a?os de Hosni Mubarak, nos echaron del poder, pero les va a ser dif¨ªcil hacernos desaparecer¡±, dice Osama Yassin, quien fue ministro de Juventud de Morsi y quien tambi¨¦n vive en Raba al Adawiya.
Aqu¨ª se hallan, resguardados del resto de los acampados, la mujer de Morsi y sus cinco hijos. Tambi¨¦n se ha refugiado cerca de la mezquita el l¨ªder supremo de los Hermanos Musulmanes en el pa¨ªs, Mohamed Badie. Ni ¨¦l ni el resto de los cabecillas de la Hermandad puede abandonar el recinto, pues sobre ellos penden ¨®rdenes de detenci¨®n emitidas por la fiscal¨ªa, que les quiere llevar a juicio por incitar a la violencia en varios enfrentamientos con las fuerzas del orden. ¡°Tenemos a un presidente secuestrado y una persecuci¨®n en toda regla¡±, asegura Mohamed Beltagy, secretario general del partido de la Hermandad, contra quien tambi¨¦n pende una orden de arresto. ¡°La raz¨®n de nuestra presencia aqu¨ª es muy sencilla. Queremos recordarle al mundo que en Egipto ha habido un golpe de Estado militar. Y lo justo es restaurar el orden que hab¨ªa antes¡±.
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