El naufragio del capit¨¢n Schettino
El m¨¢ximo responsable del crucero ¡®Costa Concordia¡¯ se enfrenta a una condena de 20 a?os por homicidio, abandono del buque y da?os medioambientales
A las nueve y diez de la noche del jueves, el capit¨¢n Francesco Schettino, de 52 a?os, tez renegrida por el sol, camisa azul por fuera de los vaqueros y cl¨¢sico gesto de pocos amigos, se acerca a su casa, situada en un callej¨®n solitario de Meta di Sorrento, provincia de N¨¢poles. All¨¢ abajo, en medio de la imponente bah¨ªa de Amalfi, ha permanecido fondeado durante todo el d¨ªa un crucero como el que, la noche del 13 de enero de 2012, colision¨® contra un escollo y naufrag¨® frente a la isla del Giglio provocando la muerte de 32 pasajeros y la evacuaci¨®n de 4.229. La maniobra del Costa Concordia, que se acerc¨® peligrosamente a tierra para agasajar a un miembro de la tripulaci¨®n, pero sobre todo la cobard¨ªa del capit¨¢n Schettino, que se puso a salvo antes que el pasaje, se convirtieron en un icono de los peores demonios de Italia. Al m¨¢s puro estilo de los bufones medievales, el humorista pol¨ªtico Maurizio Crozza se permite meter el dedo en la dolorosa herida: ¡°Italia est¨¢ llena de comandantes Schettino. Personas incapaces que sin ning¨²n m¨¦rito permanecen en los puestos de mando. Schettino es la perfecta met¨¢fora de este pa¨ªs. Uno que contin¨²a diciendo que va todo bien mientras la nave se hunde¡ ?Me recuerda a alguien?¡±.
El capit¨¢n napolitano ¡ªnaci¨® en Castellammare di Stabia¡ª se enfrenta ahora a una condena de 20 a?os por los delitos de naufragio por negligencia, homicidio involuntario, abandono del buque y da?os medioambientales. Pero, al margen de la suerte del marino, la imagen de Italia a¨²n sigue en entredicho por las circunstancias que rodean el naufragio del Costa Concordia. La ma?ana del pasado martes, un grupo de periodistas ¡ªentre los que predominaban los extranjeros y sobre todo los anglosajones¡ª se acerc¨® al teatro de la ciudad de Grosseto donde deb¨ªa empezar el juicio contra Francesco Schettino. Pero no empez¨®. Los abogados italianos se hab¨ªan puesto en huelga contra las reformas del Gobierno de Enrico Letta. La ministra de Justicia, Annamaria Cancellieri, lleg¨® a acusar a los grandes grupos de presi¨®n ¡ªentre los que destacan el de los abogados¡ª de ¡°impedir que Italia se convierta en un pa¨ªs normal¡±.
Al quedarse sin juicio, los medios volvieron la vista a la isla toscana del Giglio, y all¨ª segu¨ªa ¡ªun a?o y medio despu¨¦s¡ª la nave, acostada sobre la orilla, arruinando el paisaje, abandonada por un tuya o m¨ªa de los distintos estamentos. La burocracia italiana es mucho m¨¢s pesada que las 114.500 toneladas de una nave con 17 cubiertas. Desde la cadena CNN, la famosa presentadora Erin Burnett arremeti¨®, si bien con trazo grueso, contra ese pa¨ªs tan poco fiable donde pol¨ªticos como Berlusconi ¡ª¡°el hombre que ha gobernado gran parte de los ¨²ltimos 10 a?os, m¨¢s preocupado por sus prostitutas que por las huelgas¡±¡ª impiden que se haga justicia a las v¨ªctimas del Costa Concordia. A ra¨ªz de las cr¨ªticas, un art¨ªculo del Corriere della Sera admit¨ªa valientemente buena parte de las culpas ¡ª¡°esta humillaci¨®n continua nos deber¨ªa llevar a reflexionar sobre ciertos comportamientos, sobre un pa¨ªs varado, siempre igual a s¨ª mismo¡±¡ª y titulaba: ¡°Y Schettino contin¨²a hundi¨¦ndonos¡±.
Ahora, el Schettino real, este que acaba de descubrir al periodista en la puerta de su casa y entra en c¨®lera, no solo tendr¨¢ que explicar por qu¨¦ acerc¨® el barco tanto a la isla del Giglio, sino tambi¨¦n por qu¨¦ abandon¨® la nave cuando todav¨ªa quedaban muchos pasajeros a bordo. La ¨²ltima explicaci¨®n del jefe de su equipo de abogados resulta cuanto menos curiosa. Seg¨²n Domenico Pepe, la famosa historia del abandono se ha contado mal: ¡°El capit¨¢n Schettino no se march¨®. La nave se inclin¨® unos 90 grados y el capit¨¢n se cay¨® sobre una de las lanchas salvavidas¡±. No es eso lo que se deduce de las conversaciones mantenidas entre el capit¨¢n del Costa Concordia y su colega Gregorio de Falco, el jefe de la capitan¨ªa de Livorno, quien durante m¨¢s de una hora le ordena que regrese al barco y se ponga al mando de las maniobras de evacuaci¨®n.
¡ª?Schettino, vuelva a bordo! ?Es una orden! Usted ha abandonado la nave y ahora estoy yo al mando. ?Vuelva a bordo! ?Est¨¢ claro? (¡). Ya hay cad¨¢veres, Schettino, ?vamos!
¡ª?Cu¨¢ntos cad¨¢veres hay?
¡ªNo lo s¨¦. Solo s¨¦ de uno. ?T¨² eres el que tendr¨ªas que estar dici¨¦ndome cu¨¢ntos, Cristo!
¡ª?Pero no se da cuenta de que aqu¨ª est¨¢ todo oscuro y no se ve nada?
¡ª?Es que quiere irse a casa, Schettino? ?Est¨¢ oscuro y te quieres ir a casa? Suba a la nave usando la escala y me dice qu¨¦ se puede hacer, cu¨¢ntas personas hay y qu¨¦ necesitan. ?Ahora!
¡ªYo quiero subir a bordo pero¡
¡ªHace una hora que me est¨¢ diciendo esto. ?Vaya a bordo y me llama desde all¨ª! ?R¨¢pido!
El d¨ªa 17, si la huelga no vuelve a convocarse, Schettino se sentar¨¢ en el banquillo. Ser¨¢ el ¨²nico. La naviera Costa Cruceros, que el pasado mes de abril lleg¨® a un acuerdo con la fiscal¨ªa para pagar un mill¨®n de euros como sanci¨®n administrativa, ser¨¢ una de las 242 partes demandantes, entre las que se encuentra el Ayuntamiento de Giglio. Desde la noche del accidente, durante su arresto domiciliario y ahora desde su libertad, el comandante Schettino no ha querido apenas hablar. Solo lo ha hecho ¡ªy al parecer mediante el pago de 50.000 euros¡ª a Canale 5, una de las televisiones de Berlusconi. Entonces dijo que nos se arrepent¨ªa de no haber lanzado la alarma inmediatamente y que hab¨ªa tomado decisiones de ¡°aut¨¦ntico capit¨¢n¡±. La noche del jueves, en cambio, no parec¨ªa tan tranquilo. La sola presencia del reportero le hizo perder los nervios, ponerse violento, mascullar una amenaza y un insulto mientras corr¨ªa a refugiarse en su casa. Desde su azotea, entre la ropa tendida, puede ver cada ma?ana los grandes cruceros que largan anclas all¨¢ abajo, frente a la bah¨ªa de Amalfi.
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