Alepo aguarda el golpe de El Asad
La guerra ha dividido en dos bandos la segunda ciudad m¨¢s importante del pa¨ªs Los rebeldes temen una ofensiva del r¨¦gimen para retomar el control
Alepo se despereza despu¨¦s de meses de frentes estancados que han convertido la l¨ªnea de fuego en una frontera de escombros y barricadas. Ante la amenaza de una inminente ofensiva del r¨¦gimen, la ciudad se reinventa dividida desde que la ofensiva rebelde de 2012 diera a luz a la Alepo liberada. "La guerra ha colocado una frontera en la misma ciudad", dice Abali frente al puesto de control del Ej¨¦rcito Libre Sirio (ELS) en Bustan al Qaser, el ¨²nico cruce que queda. "Ha creado dos pa¨ªses".
M¨¢s de dos a?os de guerra y 100.000 muertos, seg¨²n la ONU, han partido en dos la segunda ciudad m¨¢s importante de Siria. En el oeste, unos tres millones de personas viven en territorio controlado por el Ej¨¦rcito de El Asad; en el este y el sur, otros cuatro millones combaten con rutina los aviones del r¨¦gimen que siguen descargando sobre la mitad rebelde, donde el d¨ªa a d¨ªa se institucionaliza.
"Nos hacemos cargo de todos los servicios civiles: sanidad, limpieza, educaci¨®n y mantenimiento de la electricidad", explica Ahmad Assus, presidente del Consejo Civil, el protoayuntamiento de la zona alzada establecido a principios de marzo tras una elecci¨®n en la ciudad turca de Gaziantep. Despu¨¦s vienen los peros. Los hospitales no funcionan, la mayor¨ªa de escuelas quedaron destruidas, la basura se acumula en vertederos ilegales porque los camiones no alcanzan los basureros en zona del r¨¦gimen. Hasta la luz intermitente depende de un acuerdo entre ambos bandos, con mediaci¨®n de la Media Luna Roja, para mantener la central el¨¦ctrica de Al Sajur, la m¨¢s grande de la ciudad, en plena l¨ªnea de fuego. "Sufrimos por la falta de fondos", asegura Assus, el alcalde, que se?ala a la Coalici¨®n Nacional de Fuerzas de la Oposici¨®n y de la Revoluci¨®n Siria (CNFORS, reconocida por 114 pa¨ªses) con sede en Estambul.
"No saben muchas cosas, no sienten nuestro sufrimiento, toman decisiones que no nos alivian". Abu Hussein, un profesor de ingl¨¦s de 50 a?os, se queja de la distancia de la CNFORS. Da un nombre cualquiera para evitar perder, por trabajar en una escuela rebelde, la paga que a¨²n cobra del r¨¦gimen. A su cargo, unos 450 ni?os a cuyos padres han convencido para sentar en de un pupitre. "Mucha gente teme las bombas y no quer¨ªan venir".
El colegio, donde reutilizan los libros de texto del r¨¦gimen desde preescolar hasta secundaria, tom¨® el relevo de la guerra. "Lo m¨¢s importante es que nuestros ni?os sigan aprendiendo a diferenciar las palabras y los n¨²meros: Se ha convertido en algo natural que distingan el sonido de los cazas". El pr¨®ximo paso es conseguir un certificado homologado que permita a los hijos de la revoluci¨®n llegar a la universidad.
Hussein, de 26 a?os, lleva dos a?os sin pisar su clase. Su facultad qued¨® al otro lado de la l¨ªnea maniquea que separa Alepo entrebuenos y malos, revolucionarios y seguidores de El Asad, depende desde donde se mire. "Me consideran un terrorista", protesta el activista y estudiante de comunicaci¨®n, "solo por vivir en un barrio determinado ya est¨¢s en la lista".
En la otra zona no faltan clases, sino comida. De regreso a Bustan al Qaser, Abali se pregunta si le dejar¨¢n cruzar cargado con las viandas para su t¨ªo. Barrios como Al Masharika, controlados por el r¨¦gimen, viven bajo asedio desde que hace dos semanas los rebeldes prohibieron el paso de verduras, pan y combustible desde el ¨¢rea liberada.
"Es un crimen no permitir los alimentos", dice Ahmad, "[el ELS] deber¨ªa combatir al r¨¦gimen, no a la gente". La inflaci¨®n es el enemigo. "Cada vez que permitimos que salga comida, el precio aqu¨ª [en la zona rebelde] sube de 50 a 200 libras sirias", se justifica el guardi¨¢n Abu Saker mientras levanta riendo su fusil con la amenaza de disparos al aire. La trifulca se salda con un par de guantazos y un detenido al que se llevan ante la entrada de un cad¨¢ver solo reconocible por las mujeres que aguantan las l¨¢grimas detr¨¢s de la carretilla. Los francotiradores abaten cada d¨ªa polizones de un lado y otro del cruce, abierto solo hasta despu¨¦s de mediod¨ªa.
Mientras la zona urbana permanece apalancada, los rebeldes avanzan en las afueras. El fuego cruzado en torno a Al Rashideen, la ¨²ltima zona conquistada, ha obligado a cortar la autov¨ªa hacia Damasco. Los choques se concentran junto a la cercana Academia Militar, uno de los principales arsenales del r¨¦gimen, donde se sospecha que se refugian milicianos de Hezbol¨¢ listos para atacar.
La ciudad, un nudo estrat¨¦gico en la carretera de Damasco a Tartus, vive sitiada desde que la victoria del Ej¨¦rcito sirio y Hezbol¨¢ sobre Al Qusayr hiciese evidente que el r¨¦gimen, lejos de la debilidad atribuida, recuperaba terreno. Tras Homs, la Alepo revolucionaria teme su turno mientras intenta organizarse.
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