?La corrupci¨®n en Brasil est¨¢ relacionada con el car¨¢cter de los brasile?os?
El ministro de Justicia brasile?o, Eduardo Cardozo, ha levantado un avispero al criticar a la opini¨®n p¨²blica del pa¨ªs por tener una idea ¡°maniquea, superficial y simplista¡± de la corrupci¨®n pol¨ªtica. ¡°A los agentes p¨²blicos descubiertos en actos de corrupci¨®n se exigen castigos como si ellos fuesen los ¨²nicos autores¡±, ha dicho Cardozo.
?Quienes ser¨ªan entonces los otros responsables? Para ¨¦l existen ¡°dimensiones hist¨®ricas que de alguna forma crean el caldo de cultivo de esos actos de corrupci¨®n¡± que la opini¨®n p¨²blica trata, seg¨²n ¨¦l, sin una ¡°reflexi¨®n profunda¡±.
Las palabras del ministro de Justicia, que ya hab¨ªa iniciado meses atr¨¢s otra pol¨¦mica al afirmar que prefer¨ªa morir que ingresar en una de las c¨¢rceles de Brasil, de las que ¨¦l es responsable directo, han sorprendido a los ciudadanos que desde junio se est¨¢n manifestando en las calles contra la corrupci¨®n pol¨ªtica y contra el despilfarro de los recursos p¨²blicos que, seg¨²n algunos, impiden a la sociedad gozar de unos servicios p¨²blicos dignos.
¡°?Ser¨¢ que el ministro de Justicia est¨¢ insinuando que al detectar un acto de corrupci¨®n en un agente p¨²blico las causas hist¨®ricas deber¨ªan ser consideradas como atenuantes?¡± se pregunta Tacarij¨² Thom¨¦ de Paula Filho, en el diario O Globo, y a?ade: ¡°Si fuese as¨ª, mi indignaci¨®n se transformar¨ªa en pavor por el futuro de mis nietos¡±.
Las palabras del ministro Cardoso se han cruzado con una noticia emblem¨¢tica: M¨¢rcio Faber,?alcalde de la ciudad de Paranapanema, en el Estado de S?o Paulo, ha renunciado a su cargo despu¨¦s de ocho meses al frente del municipio ¡°para no tener que robar¡±.
Faber es m¨¦dico y, al llegar a la alcald¨ªa, se ha dado cuenta que su sueldo de 5.800 reales no era ni el 20% de lo que ganaba con su profesi¨®n. Le explicaron que el sueldo era solo simb¨®lico y que un alcalde puede ganar dinero de muchos otros modos. El alcalde ha preferido, dice, ¡°ganarse la vida honradamente¡±. Hay quien asegura que ese gesto, que llama la atenci¨®n por lo inusitado, puede ser ya un resultado de las protestas que exigen transparencia en la vida p¨²blica.
Seg¨²n algunos profesores de Ciencias Pol¨ªticas, como Fernando Filgueira, de la Universidad Federal de Minas Gerais, el problema de la corrupci¨®n en Brasil hay que analizarlo, sin embargo, a partir de la contradicci¨®n entre ¡°normas morales y pr¨¢ctica social¡±. ?El analista pol¨ªtico defiende la hip¨®tesis de que ¡°la corrupci¨®n en Brasil no est¨¢ relacionada con los aspectos del car¨¢cter del brasile?o, sino con la constituci¨®n de normas informales que institucionalizan ciertas pr¨¢cticas consideradas moralmente degradantes, pero cotidianamente toleradas¡±.
La corrupci¨®n, que en Brasil es practica cotidiana en el mundo de la pol¨ªtica y con el agravante de la impunidad, se explicar¨ªa por el foso que separa los aspectos morales de la vida y la cultura pol¨ªtica. Ello, afirma Filgueiras, ¡°arrastra una tolerancia con la corrupci¨®n que est¨¢ incrustada en la base de la democracia brasile?a¡±.
Se apuntan tambi¨¦n otras explicaciones para justificar esa tolerancia con la corrupci¨®n que parec¨ªa cr¨®nica en Brasil- donde no exist¨ªan indignados?hasta que en junio pasado, cuando como en una catarsis colectiva, millones de personas se echaron a la calle contra la corrupci¨®n-.?Se piensa, por ejemplo, que la tradici¨®n pol¨ªtica no respeta la separaci¨®n entre p¨²blico y privado por no ser a¨²n el pa¨ªs un Estado moderno legitimado por normas impersonales y racionales. El vicio de origen del brasile?o ser¨ªa, seg¨²n el jurista Raimundo Faoro, el llamado ¡°patrimonialismo¡±, herencia del mundo ib¨¦rico, y que es el resultado de una relaci¨®n entre el Estado y la sociedad, en la que el primero oprime a la segunda a trav¨¦s de un sistema de ¡°privilegios y prebendas¡± destinadas a los que act¨²an en la burocracia estatal. El resultado del patrmonialismo ser¨ªa que la corrupci¨®n formar¨ªa parte de un cotidiano de la constituci¨®n hist¨®rica brasile?a. En esta situaci¨®n, a la sociedad solo le quedar¨ªa intentar acceder los privilegios de los pol¨ªticos y bur¨®cratas a¨²n a sabiendas de que son il¨ªcitos, y?aceptar¨ªan corromperse en vez de levantarse contra ellos.
As¨ª parec¨ªa, hasta las manifestaciones de protesta de junio pasado, cuando el gigante se despert¨®. Muchos pol¨ªticos, en efecto, se est¨¢n ahora golpeando el pecho, confesando que se han equivocado, que no supieron "dialogar con la calle¡±, como acaba de confesar el gobernador del Estado de R¨ªo, S¨¦rgio Cabral, quien recordando al papa Francisco ha aceptado que las cr¨ªticas le han servido como ¡°lecci¨®n de humildad¡±.
?Ser¨¢n las protestas solo un fuego que acabar¨¢ apag¨¢ndose pronto, o el incendio continuar¨¢ hasta obligar a los responsables pol¨ªticos a llevar a cabo una verdadera metamorfosis? Y los pol¨ªticos, ?estar¨¢n dispuestos a rehacer la sociedad bajo otras bases m¨¢s modernas que las del viejo patrimonialismo? ?Ser¨¢n sus promesas de cambio sinceras o estar¨¢n m¨¢s bien en la linea del Gattopardo de Lampedusa de ¡°cambiarlo todo para que todo siga igual¡±? Esa es la gran inc¨®gnita del momento.
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