La polic¨ªa egipcia sitia Ciudad N¨¢ser
Las autoridades estrechan el cerco sobre el basti¨®n islamista en El Cairo donde mantienen la protesta los seguidores de Mohamed Morsi
Hay quien lo dice con vehemencia, con seriedad o con una amplia sonrisa, pero todos los acampados junto a la mezquita de Rabaa al Adawiya, en el barrio cairota de Ciudad N¨¢ser, coinciden en afirmar que no existe miedo que los atenace. Al principio, uno se pregunta si no ser¨¢ una frase que los seguidores del expresidente, Mohamed Morsi, se repiten a s¨ª mismos como un mantra, con el fin convencerse de que no hay motivos para la intranquilidad. Los muros de hormig¨®n que buscan proteger los asentamientos de un eventual desalojo policial no invitaban ayer a pensar que, al otro lado, la vida pudiera seguir su curso con relativa normalidad.
Tampoco ayudaban los numerosos c¨ªrculos, elaborados por piedras, que rodeaban y pon¨ªan de manifiesto la existencia de manchas de sangre sobre el pavimento. Mohamed Shihab observaba desde la acera, sentado junto a su familia, c¨®mo un grupo de ni?os besaba los peque?os s¨ªmbolos funerarios, colocando flores en su interior para recordar a quienes fallecieron all¨ª mismo en los enfrentamientos del pasado 26 de julio: ¡°Fue una masacre. No sabr¨ªa decir cu¨¢ntas marcas hay en el suelo, pero son muchas. Aun as¨ª no tenemos miedo y, si la polic¨ªa entra aqu¨ª por la fuerza, nosotros los esperaremos desarmados, porque nuestra ¨²nica arma es la legitimidad de nuestro presidente¡±.
Los controles para entrar a la acampada son cada vez m¨¢s f¨¦rreos
Los controles para entrar a la ciudad-santuario dedicada a Mohamed Morsi se han ido haciendo cada vez m¨¢s f¨¦rreos. Sin embargo, una vez pasada la prueba del cacheo, la sensaci¨®n en los ¨²ltimos d¨ªas se aproximaba m¨¢s a la distensi¨®n propia de una romer¨ªa que a la inseguridad que deber¨ªa provocar una sentada sobre la que pesan varias amenazas de desalojo. La fiesta del fin de Ramad¨¢n, que terminaba el viernes despu¨¦s de tres d¨ªas de celebraciones, tambi¨¦n hac¨ªa escala en Ciudad N¨¢ser, con sus fuegos artificiales y sus c¨¢nticos. Los ni?os se divert¨ªan saltando en los castillos hinchables instalados para la ocasi¨®n, mientras sus padres los observaban hablando despreocupadamente.
Muy cerca de all¨ª, el personal de las tres ambulancias enviadas por el Ministerio de Sanidad charlaba ocioso. Desde la masacre de finales de julio, comentaban los trabajadores, no han tenido muchos casos que atender, salvo alguna que otra insolaci¨®n o desmayo. Aseguraban, adem¨¢s, que no estar¨ªan all¨ª por voluntad propia, porque cuando la polic¨ªa act¨²a en el marco de enfrentamientos no hace distinci¨®n entre manifestantes y personal sanitario.
"De momento la polic¨ªa no actuar¨¢", dicen dos miembros del personal sanitario
No obstante, sosten¨ªan estar tranquilos. De avecinarse alg¨²n choque, ellos ser¨ªan los primeros en saberlo: ¡°Estamos seguros al cien por cien de que, por lo menos de momento, la polic¨ªa aqu¨ª no va a entrar. En el mismo instante en el que Interior decida dar la orden de desalojo, el Ministerio de Sanidad recibir¨¢ un fax para que se aumente el n¨²mero de ambulancias en la zona. Eso es exactamente lo que ocurri¨® el d¨ªa de la matanza aqu¨ª, junto al monumento al Soldado Desconocido. Por la ma?ana hab¨ªa 25 ambulancias. Despu¨¦s de la ca¨ªda del sol ¨¦ramos en torno a 90¡±.
Los motivos de la contenci¨®n del Gobierno interino han sido varios: las connotaciones espirituales del mes de Ramad¨¢n y la celebraci¨®n de su finalizaci¨®n, las amenazas de dimitir proferidas por el vicepresidente de Asuntos Exteriores y Premio Nobel de la Paz, Mohamed El Baradei y, en general, el coste pol¨ªtico a nivel internacional que tendr¨ªa una nueva masacre, se cuentan entre esas razones.
Pero no cabe duda tambi¨¦n de que en la mente de los miembros del Ejecutivo se hallan las dificultades de desmantelar lo que se ha convertido en una ciudad dentro de otra. Abeir Salem, consultora legal y miembro del Movimiento de J¨®venes contra el Golpe, explicaba as¨ª hasta qu¨¦ punto la sentada ha echado ra¨ªces, como una poblaci¨®n aparte en el seno la capital egipcia: ¡°La vida aqu¨ª es bonita porque todos colaboramos. Cada uno tiene su funci¨®n para evitar que se acumule basura, para que la comida y el agua lleguen a todas las tiendas, para construir y mantener limpios los servicios... incluso se est¨¢n celebrando bodas aqu¨ª, en Rabaa al Adawiya¡±.
Adem¨¢s de varios ambulatorios, un hospital de campa?a y un peque?o museo dedicado a los fallecidos en los ¨²ltimos enfrentamientos, el campamento cuenta con su propia C¨¢mara Alta. Decenas de miembros del Consejo de la Shura, disuelto tras el golpe de Estado, se han seguido reuniendo y ejerciendo parte de sus funciones seg¨²n palabras de uno de sus miembros, Abdel Halim Abdallah: ¡°Tenemos representaci¨®n de todos los comit¨¦s, ya que aproximadamente la mitad de nuestros compa?eros acuden regularmente, como si estuvi¨¦ramos en el Consejo. Podr¨ªamos decir incluso que tenemos m¨¢s trabajo que antes. ?ltimamente hemos elaborado informes sobre diferentes problemas, como los ataques que est¨¢n teniendo lugar en el norte del Sina¨ª, para despu¨¦s presentar nuestras conclusiones en rueda de prensa¡±.
En las ¨²ltimas noches, moverse entre la multitud por el laberinto de las acampadas resultaba costoso.
Miles de partidarios de Mohamed Morsi celebraban el fin del mes del ayuno y renovaban el desaf¨ªo al Gobierno interino, el cual no ha dejado de advertirles de que su paciencia se est¨¢ agotando. En Rabaa al Adauia nadie parec¨ªa tener miedo. Ni siquiera los ni?os que lideraban peque?as marchas tachando de traidor, con sus infantiles voces, al Ministro de Defensa Abdel Fatah El Sisi.
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