Al Sisi, el general que supo esperar
Abdel Fat¨¢ al Sisi orquest¨® el golpe de Estado contra Mohamed Morsi del 3 de julio Cada movimiento suyo se lee con atenci¨®n por si decide presentarse a las elecciones
¡°?Larga vida a Al Sisi!¡±. Hay una nueva adici¨®n a los art¨ªculos que los vendedores ofrecen en los tenderetes de las intrincadas calles del bazar cairota de Jan el Jalili. Se trata de las fotos del general Abdel Fat¨¢ al Sisi, vestido de uniforme de gala y con una hier¨¢tica sonrisa. Cuando se pregunta a los comerciantes por el bazar Al Sisi apuntan con el dedo a la tienda situada en un primer piso y abarrotada de joyeros de madreperla, mientras gritan v¨ªtores y alaban elevada y profusamente al comandante y nuevo viceprimer ministro, criado en estas calles alrededor de la tienda de su familia, y que ahora tiene en sus manos las riendas de un pa¨ªs cuyo destino vuelve a depender de lo que decidan los generales.
El general Al Sisi, de 58 a?os, es un especialista en el arte de las apariencias. El momento decisivo en su carrera lleg¨® en agosto del a?o pasado. Mohamed Morsi, recientemente elegido presidente de Egipto, renov¨® la c¨²pula militar del pa¨ªs y expuls¨® al veterano mariscal Hussein Tantaui de la comandancia de las fuerzas armadas y del ministerio de Defensa. El elegido para reemplazarle fue Al Sisi, que hab¨ªa dirigido el servicio de inteligencia militar y al que muchos, incluidos los islamistas, consideraban un devoto musulm¨¢n, incluso un hombre en la ¨®rbita de los Hermanos Musulmanes. ?l se limit¨® a sonre¨ªr en los actos p¨²blicos, como en las fotos que de ¨¦l se venden en El Cairo, cumpliendo ¨®rdenes hasta que lleg¨® el momento de comenzar a darlas.
Elegido hace un a?o por Morsi para liderar las fuerzas armadas, se ha convertido en un l¨ªder para las masas despu¨¦s del golpe de Estado
Tras su ascenso, Al Sisi le envi¨® un telegrama a Morsi. Rezaba as¨ª: ¡°Los hombres de las fuerzas armadas le garantizan a su excelencia su absoluta lealtad a Egipto y su gente, situ¨¢ndose tras sus l¨ªderes como guardianes de la responsabilidad patri¨®tica¡±.
Los Hermanos Musulmanes, en el poder, pensaron que renovando su c¨²pula hab¨ªan neutralizado el ej¨¦rcito. Nada m¨¢s lejos. Cuando el autoritario estilo de gobierno de Morsi comenz¨® a generar rechazo en las calles, germinando en un verdadero levantamiento popular, Al Sisi no dud¨® en dar los pasos necesarios para neutralizar ¨¦l mismo al presidente islamista. En su a?o como ministro de Defensa no hab¨ªa bajado en ning¨²n momento la guardia, observando cada acci¨®n y discurso de Morsi, reuni¨¦ndose en secreto con pol¨ªticos, activistas y l¨ªderes religiosos. Todos ellos le acompa?aron el pasado 3 de julio en el solemne y televisado anuncio del golpe de Estado, agotadas ya todas las v¨ªas de di¨¢logo y consumada la deposici¨®n de los islamistas.
Dos fueron las decisiones de Morsi que, seg¨²n fuentes diplom¨¢ticas occidentales en Egipto, llevaron a Al Sisi a pasar a la acci¨®n. Por un lado, la intenci¨®n, expresada el pasado noviembre, de darse poderes casi absolutos, sorteando la supervisi¨®n de la justicia. Por otro, la participaci¨®n del presidente, en junio, en un acto de apoyo a la insurgencia siria, junto a diversos cl¨¦rigos radicales sun¨ªes, que hablaron de yihad, o guerra santa, y de la necesidad de combatir a ¡°infieles¡±. El d¨ªa posterior a ese mitin, el ej¨¦rcito tuvo que recordar p¨²blicamente que su labor es defender a Egipto y sus fronteras, no apoyar insurrecciones en otros pa¨ªses.
Los generales han aupado a un gobierno interino que ha convocar¨¢ un refer¨¦ndum constitucional y elecciones legislativas y presidenciales
Desde que anunciara el golpe, los retratos de Al Sisi se han visto en las manifestaciones contra los islamistas en todo el pa¨ªs. Sus id¨®latras muestran esas fotos junto a las de viejas glorias presidenciales como Gamal Abdel Naser o Anuar el Sadat. El general, prudente, ha evitado asumir todo el poder y ha apuntalado a un gobierno interino presidido por un juez, Adli Mansur. Ha evitado as¨ª el gran error de Tantaui, quien permiti¨® que sus generales asumieran el poder de Egipto durante los 16 meses posteriores a la ca¨ªda de Mubarak, convirtiendo la rabia contra el dictador en rabia contra los militares.
Seg¨²n la voluntad de Al Sisi, en seis meses habr¨¢ elecciones legislativas y luego, presidenciales. Los egipcios observan y analizan cada movimiento del general con atenci¨®n, y cuando el mi¨¦rcoles aparecieron fotos suyas ape¨¢ndose de un coche con traje y corbata, sin uniforme, las redes sociales bulleron con la pregunta de si considera presentarse a unas elecciones que, dada su popularidad, podr¨ªa ganar f¨¢cilmente.
Licenciado de la academia militar en 1977, Al Sisi es demasiado joven para haber participado en ninguna de las grandes guerras de Egipto contra Israel. En 2006 estudi¨® brevemente en una escuela militar norteamericana, donde tom¨® un curso de guerra. En un trabajo elaborado sobre los gobiernos de Oriente Pr¨®ximo, escribi¨® unas palabras premonitorias: ¡°Una cosa es afirmar que la democracia es una forma preferida de gobierno, y otra ajustarse a sus requerimientos y aceptar algunos de los riesgos que vienen con ella¡±. Riesgos, se entiende, como el de un gobierno islamista crispando a la naci¨®n.
En el bazar Al Sisi de Jan el Jalili atiende un familiar del general, que dice que no puede dar entrevistas. ¡°Ya no podemos hablar¡±, informa, con cara de resignaci¨®n, dando la impresi¨®n de que tiene en la retaguardia una larga retah¨ªla de loas al nuevo hombre fuerte del pa¨ªs. El general exige silencio, tambi¨¦n a los suyos. El familiar a?ade algo, antes de cerrar la puerta: ¡°S¨®lo puedo decir que, conoci¨¦ndolo, sabr¨¢ estar a la altura¡±.
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