Un verano torcido
La esperanza suscitada por la primavera ¨¢rabe ha sido abortada por el golpe militar egipcio
Vivimos los ¨²ltimos compases del verano en que se ha torcido casi todo y nada ha salido conforme a lo previsto. La esperanza suscitada por la primavera ¨¢rabe: que la democracia es posible y puede prender en ese mundo, ha sido abortada en gran medida por el golpe de Estado perpetrado por los militares en Egipto con el apoyo de los sectores laicos y liberales y la aceptaci¨®n distra¨ªda de Estados Unidos y los pa¨ªses europeos. Irresponsable actitud por la que pagaremos un alto precio. Occidente declara su impotencia para entenderse con el islam pol¨ªtico. Nos guste o no, en una regi¨®n en la que la pol¨ªtica y la religi¨®n son dos caras de la misma moneda, cuanto m¨¢s democr¨¢tico sea Oriente Pr¨®ximo, mayor ser¨¢ el papel del islam en la vida p¨²blica. El golpe del general Al Sisi y la represi¨®n ejercida para eliminar a los Hermanos Musulmanes no puede entenderse sin la complicidad de Estados Unidos, que alent¨® la democracia en el mundo musulm¨¢n. ?Qu¨¦ resta hoy del famoso discurso de Obama en la Universidad de El Cairo? Washington prefiere a los pretorianos egipcios, que le aseguran el estrat¨¦gico acuerdo de paz con Israel, a la dignidad y las libertades de los m¨¢s de 80 millones de ciudadanos de la primera naci¨®n ¨¢rabe.
Cuando se deshace el espejismo del verano y volvemos a la rutina, reaparece la sombra de Irak y la invasi¨®n tramposa y catastr¨®fica de 2003. Obama, el presidente que elegimos en gran medida porque no era George W. Bush, parece decidido a replicar la acci¨®n de su antecesor en la Casa Blanca, con un ataque militar sobre Siria para demostrar al criminal de guerra El Asad que no puede saltarse la imprudente l¨ªnea roja que traz¨® hace justo un a?o. Cre¨ªamos que est¨¢bamos vacunados para no repetir los errores. Ya no hay cientos de miles de ciudadanos protestando en las calles de las principales ciudades del mundo por una nueva guerra anunciada. Pero al igual que hace una d¨¦cada, los inspectores de la ONU buscan en Damasco las huellas de las armas qu¨ªmicas que con toda probabilidad ha usado El Asad contra su pueblo. Estamos a la espera de un ataque puntual, inminente, con misiles de crucero, que lanzar¨¢ EE UU como palomas mensajeras con el recado de que El Asad no contin¨²e gaseando a sus ciudadanos. Washington ha tranquilizado previamente al dictador sirio de que no trata de desalojarle del poder.
Obama ha dejado pasar m¨¢s de 100.000 muertos y casi dos millones de refugiados sin intervenir
Sorprende Obama, que ha dejado pasar los m¨¢s de 100.000 muertos de la guerra civil siria, los casi dos millones de refugiados huidos del pa¨ªs y los cuatro millones de desplazados internos, sin intervenir, curado de espanto de las guerras norteamericanas en la regi¨®n y consciente del cansancio de la opini¨®n p¨²blica y de su insufrible coste econ¨®mico. La dimensi¨®n sectaria, ¨¦tnica y religiosa de la guerra civil siria justificaba la prudencia de Obama. El presidente m¨¢s pragm¨¢tico desde Eisenhower, el Ike que abraz¨® a Franco en Barajas, habr¨ªa decidido no dejar pasar el primer ataque con armas qu¨ªmicas del siglo XXI.
El debate entre los intereses y los principios, resuelto de una sola tacada. Salva su credibilidad y su palabra empe?adas y, al tiempo, la de Estados Unidos como superpotencia realmente existente; lava su imagen interna de presidente d¨¦bil; le env¨ªa un mensaje a Ir¨¢n de que su paciencia nuclear tiene l¨ªmites cuya superaci¨®n no tolerar¨¢, EE UU no habla en vano. Atiende al principio de protecci¨®n de las poblaciones amenazadas y el estado de situaci¨®n humanitaria extrema de Siria, que excusar¨ªa la ruptura excepcional del derecho internacional para reparar la obscena inmoralidad del ataque con armas qu¨ªmicas. Tony Blair, uno de los c¨ªnicos arquitectos de la invasi¨®n de Irak, habla de demostrar que no somos arrastrados por los acontecimientos sino que Occidente es capaz de definirlos. Primero se toma la decisi¨®n y luego se busca la cobertura legal.
Este plural mayest¨¢tico se refiere, adem¨¢s de a Estados Unidos, a los otros dos l¨ªderes comprometidos con la acci¨®n b¨¦lica y pol¨ªticamente en horas bajas, Cameron, cuyo Parlamento ha rechazado la guerra, y Hollande. La Uni¨®n Europea queda fuera de juego. Los dirigentes de Reino Unido y Francia, antiguas potencias coloniales, que justo hace un siglo delimitaron las fronteras de Siria y el reparto de Oriente Pr¨®ximo, vuelven a sacar pecho de hojalata lo mismo que hicieron en Libia. Todo es mucho m¨¢s prosaico. Se trata de la urgente necesidad de hacer algo, incluso de que se vea que hacemos algo. Sin la ONU, sin pasar por el Congreso, que recela de las explicaciones y las pruebas ofrecidas por el presidente, por encima de las dudas expresadas por la c¨²pula militar del Pent¨¢gono. Puede que sea legal lo que parece a punto de ocurrir, pero no es inteligente, puede ser incluso desastroso para todo Oriente Pr¨®ximo.
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