La justicia y el poder
El dar a cada uno lo que en derecho corresponde atenta, seg¨²n algunos gobernantes, contra las amplias facultades discrecionales supuestamente obtenidas cuando resultaron electos. Quienes hoy ejercen funciones de mando gubernamental piensan que esas limitaciones antiguas sobre la justicia de ¡°vivir honestamente, no hacer da?o a nadie y dar a cada uno lo suyo¡± se convierten en limitantes para la interpretaci¨®n interesada que hoy pretenden darle a la indispensable independencia judicial.
Si un juez o magistrado se atreve a ejercer con libertad su cargo de inmediato se le acusa de contrarrevolucionario y deshonesto, como fue el caso de la Jueza venezolana Mar¨ªa Lourdes Afiuni al liberar al banquero Eligio Cede?o, detenido sin cargos por m¨¢s del tiempo requerido. Como el preso ten¨ªa un problema personal con el difunto Presidente Ch¨¢vez, ¨¦ste orden¨® en acto p¨²blico su detenci¨®n y la imposici¨®n de la pena m¨¢xima de 30 a?os de prisi¨®n. Los jueces, sin cuestionamiento alguno, cumplieron la autoritaria orden; la lecci¨®n estaba dada para los dem¨¢s por si se sal¨ªan del tiesto.
La tendencia reciente en nuestro Continente ha sido el promover mecanismos de control a los sistemas judiciales, nombrando en los cargos a jueces afectos al Poder Ejecutivo. No m¨¢s el 2 de julio pasado, el candidato opositor en las elecciones presidenciales de abril pasado en Venezuela, Henrique Capriles, recus¨® a 7 de los 9 magistrados del Tribunal Constitucional de su pa¨ªs por tener vinculaci¨®n con el partido en el poder, del cual hasta militantes inscritos han sido.
Bolivia, ha ido a los extremos, cuando en 2011 promovi¨® una elecci¨®n para escoger por votaci¨®n popular a sus jueces, ya que su Presidente Evo Morales plante¨® ¡°la revoluci¨®n de la justicia¡±. El resultado fue una escas¨ªsima votaci¨®n atribuida por Evo a falta de informaci¨®n y, por supuesto, una calidad muy baja de los elegidos aunque muy leales al poder pol¨ªtico que les facilit¨® ser electos. Los mejores abogados del pa¨ªs no se prestaron a la especie de vor¨¢gine en que tal elecci¨®n se convirti¨®.
Nicaragua por igual. Criticados por la repartici¨®n de los puestos judiciales entre liberales y sandinistas, cuando Daniel Ortega procura una opini¨®n favorable para su reelecci¨®n presidencial en 2012, prohibida por la Constituci¨®n nica, no convocan a los liberales, asumiendo sus cargos suplentes sandinistas. As¨ª se interpreta que no permitir su reelecci¨®n violar¨ªa sus derechos humanos. Sabemos que sin problemas triunf¨® en esa elecci¨®n.
Recientemente Cristina Fern¨¢ndez, preocupada por los reveses judiciales que su administraci¨®n ten¨ªa en su intento de doblegar a la empresa due?a del diario El Clar¨ªn, logr¨® aprobar en el Senado ampliar el Consejo de la Magistratura agregando tres Salas de Casaci¨®n; pretend¨ªa controlar con m¨¢s magistrados por ella nombrados el hasta ahora independiente y cr¨ªtico ?rgano Judicial argentino. Sin embargo, la pretendida reforma qued¨® en ascuas cuando la Corte Suprema consider¨® que parte importante de su contenido era inconstitucional.
Ecuador, siguiendo ese ejemplo absolutista, no s¨®lo ha querido controlar la justicia sino tambi¨¦n los medios de comunicaci¨®n. Cualquier cr¨ªtica a un funcionario, si ¨¦ste la considera ofensiva, basta para que el agraviado pueda recurrir a la justicia para reclamar al periodista y al medio, tanto por lo penal como por lo civil. Vimos cuando, gracias a la presi¨®n mundial, un fallo a favor del mandatario por calumnia en contra del Diario El Universo donde se le condenaba a pagar 40 millones de d¨®lares al Presidente, hubo de desestimarse.
La justicia se ha convertido en el tal¨®n de Aquiles para aquellos que no quieren tener nada que los controle. Para esos que entienden el poder como una forma para hacer pr¨¢cticamente lo que les da la gana. Aquello de que el Estado seg¨²n el Bar¨®n de Montesquieu lo integran los Poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo, cada uno independiente, pero que colaboran entre s¨ª, est¨¢ pasando a la historia. Por eso es que hay que controlarlo todo, como si quisi¨¦ramos pasar de la tradicional democracia liberal inspiradora de nuestros sistemas pol¨ªticos a los t¨ªpicos reinados de la Edad Media.
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