Los manifestantes invaden el desfile militar en R¨ªo de Janeiro
La polic¨ªa dispersa a los que protestaban entre una gran humareda de gases mientras sonaban las sirenas de los bomberos
Mientras el desfile militar del 7 de septiembre, fiesta de la independencia de Brasil, pudo celebrarse sin violencia, blindado por 8.000 agentes, con la presencia de la presidenta Dilma Rousseff y dem¨¢s autoridades del Estado, en R¨ªo de Janeiro, la parada militar vivi¨® momento de gran tensi¨®n cuando un grupo de manifestantes consigui¨® invadirlo. A partir de ese momento se vivieron escenas fellinianas. Fuerzas policiales de todo g¨¦nero fueron convocadas para dispersar a los manifestantes e impedir que continuaran mezcl¨¢ndose con los que desfilaban oficialmente.
El desfile que ten¨ªa lugar en la Avenida Getulio Vargas segu¨ªa en una direcci¨®n y en la paralela cientos de polic¨ªas armados con escudos y m¨¢scaras de gas desfilaban en la otra direcci¨®n dispersando a la gente con una gran profusi¨®n de gases lacrim¨®genos que llegaron a herir a un reportero del diario O estado de S?o Paulo, mientras otros que estaban narrando la escena para la TV Globo advert¨ªan que dejaban de narrar porque se sent¨ªan asfixiar.?El contingente de la fuerza de choque corr¨ªa dispersando a los manifestantes entre una gran humareda de gases mientras sonaban las sirenas de los bomberos que llegaban para socorrer a los heridos.
Los gases lacrim¨®genos alcanzaron a los que asist¨ªan en los palcos al desfile militar que empezaron a abandonar el lugar atemorizados, mientras los cuerpos del Ej¨¦rcito segu¨ªan desfilando ignorando la confusi¨®n creada. Al mismo tiempo, coches de la polic¨ªa militar se llevaban detenidos a j¨®venes que se hab¨ªan presentado enmascarados, algo que estaba prohibido en varias ciudades, entre ellas en R¨ªo de Janeiro. Los coches de la polic¨ªa se vieron rodeados por los manifestantes mientras a malas penas consegu¨ªan hacer entrar a los detenidos que se resist¨ªan a hacerlo.
Vistas desde lo alto, transmitidas por los helic¨®pteros de las televisiones, las escenas del desfile militar oficial junto con los polic¨ªas corriendo literalmente detr¨¢s de los manifestantes en medio a humaredas de gases, daban la impresi¨®n m¨¢s bien de estar presenciado escenas del teatro del absurdo que hasta despertaban a veces hilaridad de no tratarse de momentos de dura violencia tanto policial como del grupo m¨¢s extremista de la manifestaci¨®n formado por el colectivo anarquista de los Black bloc.
Las manifestaciones en m¨¢s de 150 ciudades estaban mientras tanto en curso, cada una con sus caracter¨ªsticas y sus reivindicaciones, unas minoritarias y otras m¨¢s numerosas, pero todas ellas temorosas de las fuerzas del orden a las que esta vez no les tom¨® desprevenidas como en junio pasado. Ten¨ªan adem¨¢s ¨®rdenes de no condescender con el m¨¢s m¨ªnimo gesto de violencia. Y lo cumplieron.
La gran novedad de la ma?ana fue que este a?o, en algunas ciudades, los desfiles militares hab¨ªan sido cancelados por miedo a las manifestaciones. En las que fueron celebrados, la asistencia del p¨²blico fue enormemente menor y fue recortado el tiempo de los desfiles. En Brasilia, se estimaba que acudieran oficialmente 30.000 personas y asistieron s¨®lo 5.000, seg¨²n la polic¨ªa. En Sao Paulo, se ve¨ªan grandes huecos en las tribunas y por primera vez, en el palco oficial y entre los j¨®venes de las escuelas que suelen desfilar con los militares, aparecieron pancartas de protesta y de reivindicaciones. En Brasilia, acabado el desfile, que fue literalmente tomado por 8.000 agentes, sin dejar acercarse ni de lejos a los manifestantes, la gente, convocada por el grupo Brasil contra la corrupci¨®n empezaba a manifestarse en el centro de la ciudad.
La noche del viernes, en cadena nacional, la presidenta Rousseff, con gran acierto pol¨ªtico, tom¨® partido a favor de las manifestaciones convirti¨¦ndose ella misma en uno m¨¢s de los indignados. Afirm¨® que la poblaci¨®n ¡°tiene el derecho de indignarse y de exigir cambios y reformas¡±. Seg¨²n la mandataria, ¡°infelizmente somos a¨²n un pa¨ªs con servicios p¨²blicos de baja calidad¡±, recordando que esa baja calidad de los servicios en transportes, educaci¨®n, sanidad y seguridad p¨²blica, hab¨ªan sido el com¨²n denominador de las protestas de junio pasado. Y prometi¨® escuchar la voz de la calle.
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