Holanda se prepara para pasar del bienestar a la solidaridad ciudadana

Femke tiene 78 a?os, padece diabetes y dos de sus mayores problemas asociados: hipertensi¨®n y limitaciones funcionales porque no camina bien. Vive sola en el norte de Holanda, recibe una pensi¨®n estatal y es ayudada en su aseo personal, comida, limpieza de la casa y paseos por una asistenta especializada pagada por la sanidad p¨²blica. Femke, que no quiere dar m¨¢s datos privados, forma parte del segmento de poblaci¨®n necesitado de cuidados de larga duraci¨®n, que ser¨¢n recortados en la nueva sociedad surgida de la crisis. Basada en la solidaridad y la iniciativa privada, cuenta con las familias para hacerse cargo de sus mayores y dependientes. De los ayuntamientos y los propios vecinos, espera a su vez que regulen servicios antes generales. En suma, un modelo social con menos subsidios y ayudas m¨¢s costosas, en lugar del Estado de bienestar levantado durante los ¨²ltimos sesenta a?os.

La transici¨®n no ser¨¢ f¨¢cil. El Gobierno de centro izquierda tendr¨¢ que pactar con la oposici¨®n para sacar adelante un ajuste (6.000 millones de euros a?adidos a los 46.000 millones aprobados desde 2010) que afectar¨¢ sobre todo a los pensionistas, y reducir¨¢ las subvenciones para familias con ni?os peque?os. Estas ¨²ltimas var¨ªan en funci¨®n de los ingresos y el n¨²mero de hijos, y facilitan el pago de las guarder¨ªas. Pero la mayor revoluci¨®n no ser¨¢ contable. Hasta que la recesi¨®n y el paro asomaron con fuerza, el Estado ha gestionado la protecci¨®n social de forma generosa (los subsidios abarcan a la prole menor de edad, residente en el extranjero, de los padres inmigrantes asentados en Holanda). A cambio de pagar sus seguros e impuestos, el contribuyente lo tiene todo regulado.

Es lo que Sadik Harchaoui, presidente del Consejo para el Desarrollo Social, ¨®rgano asesor del Gobierno, denomina "solidaridad indirecta". "Al estar todo cubierto, ha subido el est¨¢ndar de vida y la sensaci¨®n de felicidad. Pero este sistema es an¨®nimo y ha generado a su vez individualismo. Ha erosionado el papel de los ciudadanos en la sociedad. Porque la solidaridad directa, la del apoyo mutuo, tiene un fuerte componente emocional. Ahora que ya no hay dinero p¨²blico como antes, el Ejecutivo apela justamente a la solidaridad directa", dice.

Con parientes lejanos, Femke no sabe qu¨¦ ser¨¢ de ella. ?Perder¨¢ la asistenta que le ayuda a moverse para evitar problemas circulatorios? ?Ir¨¢ menos horas a la semana, o ser¨¢ un grupo de vecinas, con o sin apoyo municipal, el que se cubra sus necesidades? Ella entiende que la crisis manda, pero pregunta qui¨¦n pagar¨¢ por los servicios.

"El Estado ha gestionado el bienestar en las ¨²ltimas d¨¦cadas y su obligaci¨®n era evitar las diferencias. Las iniciativas c¨ªvicas no son nuevas, pero en cuanto entren en juego fondos privados y locales, puede haber desigualdades. Y los holandeses no est¨¢n acostumbrados a ello. Por eso es fundamental organizar bien el cambio de mentalidad propuesto. Pasar de recibir un subsidio, sin m¨¢s, a la solidaridad directa, no es f¨¢cil", a?ade Harchaoui. Wim y Mariette Brugge, ambos de 36 a?os, con dos ni?os de cuatro y dos a?os, son el prototipo de ciudadano capaz de adaptarse al nuevo orden. Su generaci¨®n ha ejercido con naturalidad la solidaridad del voluntariado y las campa?as humanitarias, buen dato. Sus dudas, sin embargo, son parecidas a las de Femke. Ten¨ªan a los dos peque?os en la guarder¨ªa tres d¨ªas, y ahora solo va el mayor. Sus padres viven en otra regi¨®n, y Mariette, que trabaja en una tienda de modas, ha visto reducida su jornada a los fines de semana por la crisis. Wim es taxista sin coche propio y el domingo no circula, as¨ª que una vecina se ocupa el s¨¢bado de los ni?os. "Es un momento de incertidumbre. Han subido el precio de la guarder¨ªa porque hay menos ni?os. Ya veremos qu¨¦ pasa", dicen, desde el comedor de su piso en Haarlem.

"Todos sabemos que hay que recortar gastos sociales. C¨®mo lograrlo es otra cosa", asegura Paul Schnabel, soci¨®logo y exdirector de la Oficina Central de Planificaci¨®n econ¨®mica, asesora por excelencia del Gobierno. "Este Gabinete es poco popular, pero a gran parte de la oposici¨®n no le conviene que caiga. Quedar¨ªa todo en manos de los que suben ahora: la derecha (del l¨ªder xen¨®fobo) Geert Wilders, el socialismo radical y el partido de los pensionistas. Ninguno est¨¢ capacitado para gobernar", afirma. Schnabel subraya la importancia del Estado de bienestar y el rechazo que genera su merma, pero recuerda que "el PIB no sube, la recesi¨®n se alarga ya cinco a?os, y no hay dinero para pagar; la gente tendr¨¢ que adaptarse". Harchaoui est¨¢ de acuerdo, aunque intenta suavizar el golpe en la despedida: "Si el Estado traslada sus tareas de protecci¨®n social a los particulares, tal vez podr¨ªan bajarse algo los impuestos", sugiere.