Los Dibrani, ap¨¢tridas de Europa
La saga de Leonarda Dibrani muestra la incapacidad de la UE para asumir la libre circulaci¨®n de las personas pobres
La detenci¨®n digna de los a?os treinta de Leonarda Dibrani, una alumna franc¨®fona y gitana de 15 a?os, nacida y criada en Italia, pero de origen kosovar, cuando se encontraba en plena excursi¨®n escolar, y la fulminante deportaci¨®n, suya y de su familia (sus padres y cinco de sus siete hermanos, de entre 17 meses y 17 a?os), han originado una enorme tormenta pol¨ªtica en Par¨ªs. 2.500 kil¨®metros al este, en Kosovo, el caso apenas suscita un inter¨¦s marginal. La familia Dibrani ha ido dar con sus huesos a Mitrovica, una ciudad partida en dos desde que en 1999 la OTAN bombardeara Kosovo, antigua provincia serbia que declar¨® su independencia en 2008.
Al norte del pueblo, feo y sin alma, est¨¢n los serbios, que hoy suponen un 10% de la comunidad kosovar; al sur, los albaneses y algunos millares ¡ªnadie sabe cu¨¢ntos realmente¡ª de roman¨ªes, ashkali y egipcios, conocidos como RAE, las tres etnias gitanas hist¨®ricas de Kosovo.
Pero nadie parece sentir la menor curiosidad por esta familia cuyo fundador se march¨® de Kosovo hace 38 a?os, que hoy se expresa en roman¨ª, en franc¨¦s y en italiano, y que est¨¢ reci¨¦n llegada de un remoto lugar de Francia llamado Pontarlier.
La vivienda donde se alojan los Dibrani, concedida por el Ministerio del Interior kosovar, que presume de ejercer la discriminaci¨®n positiva con los gitanos, es una desvencijada pero digna casita de dos pisos que da a un peque?o jard¨ªn trasero y que los reci¨¦n llegados comparten con otros kosovares ¡ªno roman¨ªes¡ª expulsados de la Uni¨®n Europea.
Desde 2011, Alemania y Francia consideran que la Rep¨²blica de Kosovo es no solo un Estado leg¨ªtimo sino un ¡°Estado seguro¡±, y esta decisi¨®n pol¨ªtica les ha permitido reenviar a casa a miles de miembros ¡ªgitanos y no gitanos¡ª de la di¨¢spora kosovar, formada por unos dos millones de personas, una cifra que seg¨²n el flamante censo nacional es equivalente a la poblaci¨®n que vive dentro del pa¨ªs.
Los Dibrani se han hecho famosos en Europa y su casa es un no parar de visitas y ni?os de todas las edades posibles. Casi todos los que asoman la nariz son franceses. Periodistas, por m¨¢s se?as. La presencia kosovar se limita a un polic¨ªa y un funcionario, enviados por el ministro del Interior para gestionar los papeles de los Dibrani y ayudarles a regular el intenso tr¨¢fico de fot¨®grafos, c¨¢maras y plumillas que buscan la entrevista definitiva con Leonarda.
La joven, encantadora, graciosa y cejijunta como su padre, sonr¨ªe sin parar y vacila como una adolescente: ¡°Soy una estrella¡±, dice, ¡°pero solo quiero volver al colegio con mis amigos, mis profes y mi novio¡±.
Su padre, Resat Dibrani, recibe al enviado de EL PA?S con su mujer, Djemilah, a las ocho menos cuarto de la ma?ana, cuando los franceses y la parentela a¨²n duermen. ?l es un hombre gordito, con la cara ancha, de mirada directa y ojos grises. Ella es moren¨ªsima de piel y de pelo, viste de negro, lleva las cejas muy depiladas y parece siciliana o andaluza.
La primera sorpresa llega al comprobar que los Dibrani hablan entre s¨ª en un italiano perfecto y son gente con mucho mundo. La segunda, al saber que la se?ora Djemilah no naci¨® en los Balcanes sino en Caltanisetta (Sicilia); y la tercera es que no est¨¢n casados ¡ª¡°convivimos¡±, dicen¡ª y que se convirtieron en pareja ¡ªdurmieron juntos por primera vez¡ª en un campamento roman¨ª de Secondigliano, el barrio camorrista por antonomasia de N¨¢poles.
La gran iron¨ªa de esta historia, sintom¨¢tica de los dislates que lleva d¨¦cadas ¡ªo siglos¡ª cometiendo gran parte de Europa con la comunidad gitana ¡ªy de la desconfianza que muchos de ellos sienten hacia los poderes p¨²blicos¡ª, es que la mayor¨ªa de esta familia a la que los medios llevan una semana llamando kosovar, no ha nacido y no ha vivido nunca en Kosovo.
As¨ª que ten¨ªa raz¨®n la exaltada se?ora que el otro d¨ªa respondi¨® al tel¨¦fono en casa del alcalde de Levier, Albert Jeannin, la ciudad donde viv¨ªan los Dibrani. ¡°No son kosovares¡±, dijo, ¡°son gitanos¡±.
Pues s¨ª. Los kosovares que han puesto al ministro del Interior franc¨¦s, Manuel Valls, a los pies de los caballos de la opini¨®n p¨²blica; los kosovares que han sacado a la calle a miles de estudiantes en Par¨ªs para exigir que la escuela sea un santuario y Francia no detenga ni expulse a una alumna, y los kosovares que fueron enviados a Kosovo el 8 y el 9 de octubre en un avi¨®n de Lyon a Pristina con escala en Alemania, apenas hablan kosovar (o alban¨¦s), solo tienen un 50% de sangre kosovar, han nacido en la UE y la han recorrido de punta a cabo.
De los ocho Dibrani que, en los ¨²ltimos cuatro a?os y ocho meses, pidieron cinco veces asilo pol¨ªtico y permiso de residencia en Francia ¡ªtodas ellas sin ¨¦xito¡ª, solo uno es kosovar. Los otros ¡ªy no todos¡ª apenas conocen Kosovo por el nombre.
El se?or Dibrani recita su alineaci¨®n: ¡°Daniel tiene 24 a?os, naci¨® en N¨¢poles, y ahora est¨¢ en Ucrania con su mujer. Erina, de 22, vive en Francia con su marido, pero naci¨® ya en Fano, provincia de Pesaro (norte de Italia), igual que Mar¨ªa, de 17; Leonarda, de 15; Rocky; de 12; Ronaldo, de 8, y Hassan, de 5, todos en Fano. Y Medina, la m¨¢s peque?a, naci¨® el 10 de junio de 2012 en Francia¡±.
"Yo nac¨ª aqu¨ª, en Mitrovica, hace 48 a?os, y soy el ¨²nico que tengo documentos, un pasaporte yugoslavo muy gastado que me hice hace 34 a?os, cuando me march¨¦ desde Kosovo a Zagreb a hacer el servicio militar en el Ej¨¦rcito de Tito. Me han dicho en el Ministerio del Interior que en realidad no tenemos derecho a ser kosovares, aunque parece que lo van a arreglar¡±.
Alemania y Francia han enviado a miles de gitanos a Kosovo desde 2001
?Y por qu¨¦ no tienen papeles los otros Dibrani? ¡°Nacieron en Italia y all¨ª si no tienes al menos un padre italiano no puedes pedir la nacionalidad hasta los 18 a?os, te exigen sangre italiana¡±, contesta Djemilah. ?Y usted no naci¨® en Caltanisetta? ¡°?S¨ª, pero entonces era lo mismo!¡±.
El ¨¦xodo de la familia empez¨® en 1986, cuenta Resat. ¡°Nac¨ª el 2 de septiembre de 1967 en Mitrovica. Entonces ¨¦ramos decenas de miles de gitanos en Mahala, una ciudad-campamento que estaba cerca de aqu¨ª. Pero mi padre era borracho y mujeriego, se fue de casa y tuve una infancia dura. Me fui a vivir con mi abuela, y me criaron las comadres. Ayer intent¨¦ ir a ver a una de ellas y me enter¨¦ de que hab¨ªa muerto¡±, recuerda el se?or Dibrani, que de joven fue comerciante de zapatos y de bisuter¨ªa y tiene labia de vendedor de alfombras.
¡°Cuando mi abuela muri¨®, ten¨ªa nueve a?os y me fui con mi t¨ªa abuela. All¨ª conoc¨ª a Djemilah en 1989. Ten¨ªa 13 a?os y no me gust¨®, era demasiado descarada, llevaba unos escotes muy abiertos¡ Su hermana era m¨¢s guapa, pero era m¨¢s peque?a y t¨ªmida¡ Cuando llegu¨¦ a la edad de hacer la mili, fui un a?o ch¨®fer de los oficiales. Al acabar, volv¨ª a Mitrovica, pero como mi hermano mayor se hab¨ªa ido a N¨¢poles, y llevaba 20 a?os sin verle, decid¨ª irme a Italia¡±.
¡°Le juro sobre mi padre muerto¡±, dice la madre, ¡°que nunca hemos pedido limosna, ni (...) ninguna cosa horrible. Somos gente normal¡±
Los padres de Djemilah eran gitanos de origen croata, y tambi¨¦n se fueron a Italia a trabajar como comerciantes de hierro en 1969. ¡°Trabajaron en Palermo, en Messina, en muchos sitios. Yo nac¨ª en Sicilia porque vivieron all¨ª mucho tiempo. Pero luego nos marchamos a N¨¢poles, volvimos a Croacia, fuimos a Espa?a¡±, dice la mujer.
¡°?ramos j¨®venes, y vivimos muchos a?os como n¨®madas sin fronteras¡±, prosigue el marido, ¡°donde o¨ªamos que se pod¨ªa vivir tranquilos, all¨¢ nos ¨ªbamos. Yo vend¨ª rosas en Sevilla, pa?uelos en B¨¦lgica, tabaco en Alemania, hasta que nos instalamos en Fano, el Ayuntamiento nos ayud¨® mucho y pude montar una empresa de recogida de trastos y limpieza de jardines¡±.
¡°Le juro sobre mi padre muerto¡±, dice Djemilah, ¡°que jam¨¢s hemos pedido limosna, ni hemos vendido a una hija, ni hemos hecho ninguna cosa horrible. Somos gente normal, creyente, familiar. A Resat le metieron en la c¨¢rcel de N¨¢poles una vez por error, y cuando sali¨® le dieron un cheque y todo¡±.
La saga de estos ap¨¢tridas es ejemplar, adem¨¢s de por su optimismo vital y su alergia a las patrias y los documentos ¡ªvestigio quiz¨¢ de un ADN receloso con los censos, que sol¨ªan ser preludio de pogromos¡ª, por algunas otras costumbres muy mal vistas en esta Europa neoliberal y burguesa.
Su historia, hecha de viajes, libertad, aventuras y fugas, produce a la vez envidia y v¨¦rtigo, y es a la vez la encarnaci¨®n y el reverso del sue?o europeo: gente que habla tres o cuatro lenguas, y que va saltando de pa¨ªs en pa¨ªs seg¨²n cambia el aire.
Pero a la vez es la muestra de la incapacidad de la UE para asumir la libre circulaci¨®n de las personas pobres, y de su desinter¨¦s por conceder los derechos b¨¢sicos y respetar a su ¨²nica minor¨ªa ¨¦tnica, que por cierto fue parcialmente exterminada durante el Holocausto: 800.000 gitanos murieron en el Porraijmos (La Devoraci¨®n, en cal¨®).
Quiz¨¢ la historia de Leonarda sirva para que los pol¨ªticos, y los ciudadanos que consideran a los gitanos los culpables de crisis que nada tienen que ver con ellos, comprendan que este pueblo se hizo n¨®mada por necesidad, y que ha ido dejando de serlo solamente en aquellos lugares que lograron cambiar el odio por una mano tendida, o a medida que sus hijos se han escolarizado y han entendido que solo con una buena educaci¨®n podr¨¢n mantener el radical sentimiento de la libertad que les legaron sus ancestros.
Si los diez millones de gitanos europeos son el producto de una di¨¢spora muy antigua y de la historia que escribieron a golpe de expulsiones los dictadores, desde los Reyes Cat¨®licos a Hitler y Franco, en los ¨²ltimos 40 a?os su supervivencia ha dependido de las decisiones de los l¨ªderes democr¨¢ticos europeos. Y su nivel de vida ha mejorado notablemente en los sitios donde se han hecho pol¨ªticas de inserci¨®n a largo plazo, como Espa?a. ¡°Tenemos parientes en todas partes. Pero quer¨ªamos quedarnos en Italia, all¨ª nacimos casi todos y ten¨ªamos una casa preciosa, con jard¨ªn, cerca del mar¡±, dice la madre.
¡°Todo nos iba bien hasta que Silvio Berlusconi dijo que hab¨ªa que echar a todos los gitanos del pa¨ªs¡±, recuerda el padre. Eso fue antes y despu¨¦s de las elecciones de 2008. El Gobierno italiano no dud¨® en censar, tomar las huellas, tolerar ataques motorizados e incendiarios a campamentos y deportar en masa a los gitanos. La huida de los Dibrani desde Italia a Francia coincidi¨®, en enero de 2009, con el cl¨ªmax de esa ofensiva. ¡°Nos fuimos dos d¨ªas antes de que nos expulsaran. El abogado me cont¨® que iban a mandarnos a Croacia, as¨ª que cogimos la furgoneta, y salimos por San Remo hasta Orleans¡±.
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