Estados Unidos resta trascendencia a la crisis del espionaje
El Gobierno dedica hoy m¨¢s esfuerzos aparentes a arreglar la p¨¢gina web de la reforma sanitaria que a responder a las quejas de Europa o Brasil
Estados Unidos dedica hoy m¨¢s esfuerzos aparentes a arreglar los fallos en la p¨¢gina web de la reforma sanitaria que a resolver la crisis diplom¨¢tica provocada por el espionaje norteamericano en Europa. Eso es reflejo, no solo de cuales son las prioridades de la opini¨®n p¨²blica, los medios de comunicaci¨®n y el Gobierno en este momento, sino de la falta de opciones de las que dispone el presidente Obama para responder a corto plazo y de forma satisfactoria a las protestas de los l¨ªderes europeos, que se espera que desaparezcan con el paso del tiempo sin dejar una huella profunda.
En general, la pol¨ªtica adoptada por la Administraci¨®n estadounidense desde el estallido de este conflicto ha sido la de atender respetuosamente las quejas de gobiernos que, por otra parte, son estrechos aliados, pero ofreciendo a cambio solo promesas vagas de cambios en los mecanismos de espionaje, sin muchas perspectivas de que puedan cumplirse.
Eso no significa que el problema no sea real, incluso acuciante en t¨¦rminos morales. Las revelaciones de Edward Snowden han puesto en evidencia la existencia de un monstruoso sistema de recolecci¨®n de datos privados que, al margen de cualquier problema con Europa, constituye una amenaza para el r¨¦gimen de libertades individuales del que presume este pa¨ªs.
La pol¨ªtica adoptada por la Administraci¨®n estadounidense? ha sido la de atender respetuosamente las quejas de otros Gobiernos
Ese es el aspecto que m¨¢s cr¨ªticas ha provocado dentro de EE UU y el que m¨¢s perjudica al prestigio del presidente Obama. Pero incluso desde ese ¨¢ngulo, los efectos de la crisis del espionaje son limitados. Una manifestaci¨®n celebrada ayer en Washington para protestar por esa vigilancia reuni¨®, seg¨²n los organizadores, a 2.000 personas, en su mayor¨ªa pertenecientes a los extremos ideol¨®gicos, el Tea Party y el movimiento Ocupa Wall Street.
La indiferencia de la opini¨®n p¨²blica y publicada, por supuesto, es a¨²n mayor en lo que se refiere al espionaje internacional. Los periodistas han preguntado insistentemente al portavoz de la Casa Blanca sobre las reacciones europeas, pero no se ha construido a¨²n un caso period¨ªstico al respecto. Las principales cabeceras, incluido The New York Times, no publicaba el s¨¢bado una sola l¨ªnea sobre el asunto en sus ediciones de papel. El tema no fue apenas mencionado tampoco este domingo en los c¨¦lebres programas de debate de los grandes canales de televisi¨®n.
Pese a todo, el da?o que este esc¨¢ndalo puede causarle a EE UU es considerable. Brasil, no solo suspendi¨® la visita de su presidenta, sino tambi¨¦n un programa de compra de aviones militares. En cuanto a Europa, las amenazas son m¨²ltiples, desde el intercambio de informaci¨®n antiterrorista hasta las negociaciones de un tratado comercial bilateral. Peor a¨²n, la confianza ciega que debe existir entre dos bloques cuya alianza es vital para la estabilidad mundial, se ha puesto en entredicho.
Todo eso exigir¨ªa, te¨®ricamente, una reacci¨®n inmediata y contundente de parte de Obama. Pero esa reacci¨®n no es previsible porque tampoco parece muy factible. No se cambian los servicios secretos de la noche a la ma?ana, si es que no es posible cambiarlos en absoluto. Quiz¨¢ sea ese realismo lo que explica el escepticismo del p¨²blico y de ciertos medios de comunicaci¨®n.
Washington sabe mucho de esp¨ªas. Entre otras razones, porque probablemente sea la ciudad del mundo en la que hay m¨¢s por metro cuadrado. Todas las embajadas tienen alguno formalmente registrado y algunos otros emboscados entre el personal. Es f¨¢cil imaginar cu¨¢l es su cometido, pero tampoco es dif¨ªcil suponer que el contraespionaje de EE UU los tiene, por lo general, bajo estricto control. Eso lleva a algo bastante repetido estos d¨ªas en esta ciudad: todos los pa¨ªses se esp¨ªan entre s¨ª, con la diferencia de que nadie dispone de la tecnolog¨ªa con la que cuenta este pa¨ªs. Cuando esos esp¨ªas pertenecen a pa¨ªses aliados, con frecuencia colaboran y se intercambian datos. EE UU dice haber recolectado en Europa informaci¨®n beneficiosa para la seguridad de los propios europeos y confiesa actuar en Europa, en muchas ocasiones, con el apoyo de los propios servicios europeos. As¨ª se explica la incredulidad con la que todav¨ªa se vive esta crisis en algunas ¨¢reas de la Administraci¨®n.
Obama ha prometido revisar los modelos de espionaje para estar seguros de que se recoge solo la informaci¨®n que se necesita, no toda la que EE UU es capaz de reunir. Pero no va a ser f¨¢cil traducir eso en medidas concretas y visibles.
Esta crisis afecta a un mundo por naturaleza oscuro e impermeable. En un pa¨ªs como este, con intereses planetarios, enemigos de todo g¨¦nero y, hoy, con muchos m¨¢s medios t¨¦cnicos que nunca, ese mundo se ha hecho especialmente poderoso e inescrutable. Introducir reformas o l¨ªmites en la NSA o la CIA, sin poner el riesgo la seguridad nacional, no es como hacerlo en el Departamento de Agricultura. Obama puede intentar alguna medida cosm¨¦tica para calmar los ¨¢nimos. Pero las posibilidades de que esta crisis genere cambios m¨¢s profundos son m¨¢s bien escasas.
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