¡°Me qued¨¦ sin casa, necesito pan¡±
Una viajera espa?ola relata los primeros momentos de caos, destrucci¨®n y saqueos tras el paso del hurac¨¢n gigante por la provincia de Leyte
El escenario paradisiaco, salvaje y verde de la isla de Leyte se ha convertido tras las m¨¢s de seis horas que dur¨® el paso del supertif¨®n Haiyan ¡ªo Yolanda, como lo llaman algunos filipinos¡ª en una zona des¨¦rtica y apocal¨ªptica. La primera impresi¨®n era de vac¨ªo. La isla se ha quedado sin ¨¢rboles, sin casas, sin ning¨²n relieve. Poco a poco, la mirada se acostumbraba al nuevo paisaje y descubr¨ªa centenares de casas derruidas, salones con muebles pero sin paredes ni techo.
La poblaci¨®n est¨¢ acostumbrada a los tifones, y en las primeras horas no hab¨ªa sensaci¨®n de p¨¢nico. La mayor¨ªa de los supervivientes saludaban con una gran sonrisa a los contados extranjeros que hab¨ªa en la isla. Sally, una anciana de unos 70 a?os, habitante de Naval, sonre¨ªa mientras recog¨ªa los trozos de su casa de madera.
Pero a medida que se avanza en moto por carretera, las complicaciones van aumentando. Primero, en Bilir¨¢n, hay que sortear palmeras y postes de cables el¨¦ctricos derribados. M¨¢s al sur, ¨¢rboles centenarios parec¨ªan haber sido arrancados de ra¨ªz. Por 20 pesos (35 c¨¦ntimos de euro), es posible conseguir un transporte en moto para sortear los obst¨¢culos, aunque las paradas se multiplican. A los ¨¢rboles ca¨ªdos se suman camiones, tejados de casas, casas enteras. El conductor de la moto, Jessie, mostraba su nerviosismo: ¡°Es muy peligroso, la carretera y los camiones. Hay muchos cristales¡±. El precio del viaje se elev¨® al final a 500 pesos.
El apocalipsis aguardaba en la ciudad de Ormoc. All¨ª cund¨ªa el p¨¢nico. Los postes de electricidad, las casas, los coches segu¨ªan cayendo. Toda tienda con pan, arroz y agua era literalmente asaltada. El dinero da igual, lo que cuenta es llegar primero. Todas sufren los saqueos de los desesperados, incluidos los extranjeros. ¡°Todos vamos al asalto de las tiendas¡±, dec¨ªa uno de ellos. En una panader¨ªa con existencias llena a rebosar una mujer de unos 30 a?os explicaba: ¡°He tardado dos horas en llegar a Ormoc, de aqu¨ª no me voy sin pan;ya me he quedado sin casa¡±.
Nadie parec¨ªa pelearse por una plaza en el transbordador. El barco llegaba de Ceb¨² lleno a rebosar. Todos iban cargados con comida, agua y paquetes enormes. Acostumbrados a los tifones, los filipinos volv¨ªan a su casa para echar una mano a sus familiares y amigos.
Los viajeros ayudan a subir a bordo a un anciano de mirada perdida. ¡°Salamat [gracias, en tagalo]¡±, repite sin cesar. Uno de sus brazos cuelga deformado camino de un hospital. Las im¨¢genes que llegan por televisi¨®n desde Leyte son poca cosa comparadas con la realidad.
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