La log¨ªstica para repartir la ayuda a los supervivientes del tif¨®n es una pesadilla
Un portaaviones de EE UU que navega desde Hong Kong hasta Filipinas puede ser vital
El pu?ado de aviones militares que lleva poco a poco agua potable, paquetes de arroz, latas de sardinas o mantas desde vecina la isla de Ceb¨² a Tacloban, el epicentro del desastre, en la isla de Leyte, trae de vuelta a decenas de espantados habitantes de la ciudad que el supertif¨®n pr¨¢cticamente borr¨® del mapa. Los aviones comerciales siguen suspendidos y casi ning¨²n ferry pudo zarpar por Zoraida, que lleg¨® ayer pero convertido en depresi¨®n tropical. El reparto de ayuda humanitaria y otros bienes imprescindibles ¡ªen Tacloban faltan tambi¨¦n bolsas para cad¨¢veres¡ª est¨¢ resultando una verdadera pesadilla log¨ªsitica como bien han comprobado los equipos de rescate que se concentran en Ceb¨² organizando v¨ªas para trasladar la ayuda y al personal que la distribuya.
Un portaaviones enviado por Estados Unidos y que navega ya desde Hong Kong hacia Filipinas puede ser vital en esta operaci¨®n de emergencia en la que el terreno y las personas afectadas (casi 10 millones seg¨²n la ONU) est¨¢n repartidos por varias islas en las que buena parte de las carreteras y los puentes est¨¢n destruidos y los escombros alfombran las ciudades. El George Washington , que llegar¨¢ en un par de d¨ªas, incluye, adem¨¢s de 5.000 marineros, 80 aeronaves que pueden ser esenciales para repartir agua y comida desde el aire. Reino Unido tambi¨¦n ha anunciado que env¨ªa un buque de guerra que potabiliza agua de mar. Los anuncios de ayuda a Filipinas se suceden desde pr¨¢cticamente todo el mundo, as¨ª como los llamamientos a la solidaridad, el primero de ellos el de la ONU, que este martes pidi¨® a la comunidad internacional 224 millones de euros para afrontar la emergencia.
El balance oficial es de 1.774 muertos y 2.500 desaparecidos pero todav¨ªa se teme que aumente considerablemente porque hay grandes ¨¢reas de las que no hay noticias. Ni buenas ni malas. "Hay cientos de pueblos y aldeas a lo largo de cientos de kil¨®metros con los que la comunicaci¨®n a¨²n est¨¢ cortada", aseguraba a Reuters Natasha Reyes, de M¨¦dicos Sin Fronteras.
"Hubo avisos de advertencia y la gente se fue a los refugios. El problema es que nadie les advirti¨® de que subir¨ªa el agua. Solo esperaban vientos muy fuertes", explicaba ayer por la tarde Roberto Yabes, que vivi¨® en Tacloban cinco a?os y ahora reside en Ceb¨². Un colega de su empresa estuvo el lunes en Tacloban para comprobar el estado de las gasolineras que gestionan. "Me dice que aquello es un caos. Lo que necesitan es apoyo militar, se mueren de hambre". Las autoridades aseguraron ayer que ya no hab¨ªa noticia de saqueos; posiblemente influy¨® que empiezan a llegar v¨ªveres b¨¢sicos, aunque sea con cuentagotas. Los cad¨¢veres que empiezan a descomponerse y los escombros la convierten en un lugar del que el que muchos quieren escapar como sea.
Los que lograron un hueco en un vuelo militar para huir de Tacloban contaban historias espeluznantes de c¨®mo sobrevivieron mientras ve¨ªan c¨®mo el mar deshac¨ªa sus casas como azucarillos y devoraba la ciudad. Buena parte de las viviendas est¨¢n construidas con madera de bamb¨² y tejados de palmera. La precariedad de estos materiales contribuy¨® a agravar las terribles consecuencias de la brutal tormenta anunciada por los meteor¨®logos d¨ªas antes. Tan anunciada que alg¨²n cazador profesional de tormentas como James Reynolds tuvo tiempo de llegar a Taclob¨¢n, instalarse en un hotel, esperar a Haiyan y grabarlo en v¨ªdeo. ?l tampoco hab¨ªa visto una tormenta de semejante potencia.
Incluso el alcalde se qued¨® con lo puesto. La brutal tormenta tropical le pill¨® inspeccionando un hotel y ¨¦l y sus colaboradores acabaron agarrados al techo del sal¨®n de baile, seg¨²n cont¨® su esposa al diario Inquirer. A las cr¨ªticas a las autoridades, que van subiendo de tono, respond¨ªa el primo del regidor en declaraciones a la prensa local: "No es hora de echar culpas. Es hora de estar juntos y recomponer las piezas. Tenemos que enterrar a nuestros muertos". La subida del agua (hasta el equivalente a dos pisos) pill¨® a todos tan de sorpresa que aquello se convirti¨® en un gran s¨¢lvese quien pueda. Solo una veintena de los casi 300 polic¨ªas de la ciudad se present¨® a trabajar ante el desastre, los empleados del hospital se afanaron m¨¢s en asegurarse la comida que en atender a pacientes. "B¨¢sicamente la ¨²nica instituci¨®n del Estado que est¨¢ funcionando aqu¨ª es el Ej¨¦rcito", declar¨® el capit¨¢n Rub¨¦n Guinolbay a Reuters.
Hasta all¨ª han sido trasladados m¨¢s soldados gracias a la declaraci¨®n de emergencia nacional decretada el lunes por el presidente, Beningno Aquino, Nonoy. Es la tercera vez en menos de dos a?os que un desastre natural obliga a tomar semejante medida. El pa¨ªs pr¨¢cticamente no levanta cabeza entre cat¨¢strofe y cat¨¢strofe. Un r¨¢pido vistazo a los ¨²ltimos 42 meses lo deja bien claro. En diciembre de 2011 la tormenta tropical Sendong caus¨® grav¨ªsimos da?os al norte de Mindanao, un a?o despu¨¦s el cicl¨®n Pablo mat¨® a 1.900 personas; el mes pasado, un terremoto de 7,2 grados y ahora el cicl¨®n m¨¢s potente jam¨¢s conocido. Es el segundo pa¨ªs m¨¢s vulnerable del mundo a cat¨¢strofes naturales
Roger Alonso, jefe de la delegaci¨®n de Cruz Roja espa?ola en Filipinas, explica por tel¨¦fono mientras prepara el despliegue de cinco plantas potabilizadoras que miles de los afectados por el se¨ªsmo de octubre y por el anterior cicl¨®n mort¨ªfero siguen a¨²n en refugios porque se quedaron sin casas. Crisis que se solapan unas con otras en este pa¨ªs-archipi¨¦lago sacudido por tifones, terremotos, volcanes (la erupci¨®n del Pinatubo en 1991 mat¨® a casi mil personas) e inundaciones. Pero este a?o los ciclones est¨¢n siendo especialmente frecuentes. "El ¨²ltimo del a?o pasado fue muy grave, Pablo, con P; y el de hoy es Zoraida, con zeta", destaca Alonso. No es ni mediados de noviembre y el abecedario con el que se los bautiza se ha acabado. El pr¨®ximo, llegue en breve o en 2014, empezar¨¢ por A.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.