¡°Las democracias no pueden estar basadas en ONG, sino en partidos pol¨ªticos¡±
¡°Es bueno que grupos marginados en la pol¨ªtica, a los que no se prestaba atenci¨®n, puedan tener influencia¡±, afirma el analista
La aparici¨®n de El fin del poder (Debate) ha provocado tal inter¨¦s en todas partes que su autor, Mois¨¦s Na¨ªm (Caracas, 1952), lleva meses recorriendo el mundo para explicar sus tesis sobre el declive del poder tradicional a los mismos grupos a los que ¨¦l identifica como v¨ªctimas o beneficiarios de ese movimiento: militares y estudiantes, obispos y mujeres, ejecutivos y acad¨¦micos, pol¨ªticos, funcionarios, periodistas¡ Todos, de alguna manera, se ven afectados por un cambio profundo y universal hacia un nuevo mundo en el que el poder est¨¢ m¨¢s repartido, es m¨¢s f¨¢cil de perder y m¨¢s f¨¢cil de conseguir.
El libro es, en cierta forma, la culminaci¨®n del esfuerzo de un hombre que lleva d¨¦cadas formulando un pensamiento original, independiente y provocador, aunque constructivo. Na¨ªm no tiene unos colores claros, no pertenece a ning¨²n bando intelectual o ideol¨®gico, trata de mantenerse, no equidistante, sino a la distancia suficiente de cada uno como para poder criticarlo con libertad. Eso hace su trabajo m¨¢s controvertido, pero tambi¨¦n m¨¢s valioso.
Gracias a esa cualidad, Na¨ªm ha podido escribir un libro ¨²til para todos. Nadie va a sentirse particularmente atacado por El fin del poder, con excepci¨®n de s¨¢trapas y abusadores. Nadie va a entender esta obra como una desautorizaci¨®n de sus propias ideas. En cambio, cualquiera, incluso los que est¨¢n perdiendo el poder, podr¨¢n encontrar sugerencias para hacer mejor las cosas.
El fin del poder consagra a Na¨ªm como un punto de referencia del pensamiento actual. Exministro de Venezuela, todav¨ªa con un Gobierno democr¨¢tico, exfuncionario del Banco Mundial, exdirector de la revista Foreign Policy y actual acad¨¦mico del Carnegie Endowment for International Peace, ninguno de esos cargos est¨¢ a la altura de los m¨¦ritos de Na¨ªm como conversador. Tras la lectura de este libro, lo ¨²nico que lamentar¨¢n los lectores es no poder comentarlo con el autor, como yo hago a continuaci¨®n.
Pregunta. Despu¨¦s de leer El fin del poder me qued¨¦ con la impresi¨®n de que estaba ante un excelente libro, pero ante una mala noticia. S¨¦ que usted es m¨¢s optimista.
Respuesta. Una de las experiencias m¨¢s interesantes que he tenido desde la aparici¨®n de este libro es que he descubierto que es una especie de test de Rorscharch, una mancha en la que cada uno cree ver una cosa diferente. Hay argumentos muy v¨¢lidos sobre que el libro es una visi¨®n preocupante sobre el futuro, un futuro en el que hay m¨¢s anarqu¨ªa, en el que grupos peque?os, gente con ideas extremas, que yo llamo terribles simplificadores, que de alguna manera, debido a que el poder se ha hecho m¨¢s f¨¢cil de obtener, tienen ahora m¨¢s poder. Entre ellos est¨¢n el Tea Party, los grupos de extrema derecha en Europa, los populistas de Am¨¦rica Latina, gente con malas ideas y que alcanza un poder desproporcionado con relaci¨®n a su tama?o. Esa es la visi¨®n pesimista.
P. ?Y la optimista?
R. La visi¨®n optimista es que tambi¨¦n hay que gente con buenas ideas que logra m¨¢s f¨¢cilmente ahora hacer progresar la humanidad. Es decir que un grupo de j¨®venes puede reunirse y crear una empresa y conseguir, gracias a las nuevas oportunidades que existen, capital, clientes y crecer r¨¢pidamente en espacios que antes hab¨ªan sido monopolizados por las grandes empresas tradicionales. Ese es un mundo mejor, un mundo en el que los monopolios, los tiranos, los aut¨®cratas, los concentradores de poder est¨¢n m¨¢s inseguros.
P. Parece bueno en el ¨¢mbito de la empresa. Pero ?lo es en la pol¨ªtica?
R. Es bueno que, en la pol¨ªtica, grupos que antes estaban marginados, a los que no se prestaba atenci¨®n, puedan ahora tener influencia. Eso es una buena noticia. La mala noticia es la aparici¨®n de lo que Frank Fukuyama llama ¡°las vetocracias¡±, es decir, las democracias en las que existen un grupo de actores, de individuos, que no tienen la autoridad para imponer una agenda, pero tienen el poder de bloquear el juego, de vetarlo. Lo hemos visto recientemente en Estados Unidos, pero los vemos en otras partes. Treinta de los treinta y cuatro pa¨ªses miembros de la OCDE tienen jefes de Gobierno de partidos distintos a los que controlan sus Parlamentos, es decir, tienen que vivir en coaliciones dif¨ªciles, ineficaces, que toman decisiones tard¨ªas, malas, diluidas.
Hay tres veces m¨¢s j¨®venes que en 1950. Y son menos tolerantes con las estructuras tradicionales de autoridad¡±
P. Entiendo El fin del poder como el declive del poder. Creo que podemos estar de acuerdo en que el poder no ha cambiado de manos todav¨ªa. Puede que quienes lo han tenido siempre tengan hoy menos, pero conservan mucho a¨²n. ?No es as¨ª?
R. Ser¨ªa una insensatez no admitir que existen personas, grupos, instituciones que a¨²n conservan un enorme poder, desde el Vaticano hasta el Pent¨¢gono, del Partido Comunista Chino al Partido Republicano de Estados Unidos, de J. P. Morgan y los grandes bancos a Google, las potencias en el deporte o en Hollywood. Claro que hay grupos con enorme poder. Lo que argumenta el libro es que esos que tienen el poder hoy tienen m¨¢s restricciones para ejercerlo y son m¨¢s vulnerables a perderlo.
P. Usted alude a una frase de Zbigniew Brzezinski seg¨²n la cual hoy es m¨¢s f¨¢cil matar a 100 millones de personas que controlarlas. Yo no estoy muy seguro. Yo veo, por ejemplo, cientos de millones de personas perfectamente controladas en China.
R. Pero tambi¨¦n ve 120.000 manifestaciones callejeras al a?o en China. En China hay una intensidad de protestas como no se ha conocido nunca desde que el Partido Comunista est¨¢ en el poder. Por supuesto que en China, en Ir¨¢n, en Cuba, en Bielorrusia, en la misma Rusia de Putin, existe un control f¨¦rreo. Lo que argumento es que ese control es hoy m¨¢s dif¨ªcil que antes.
P. ?Y eventualmente desaparecer¨¢?
R. Eventualmente cambiar¨¢. Es muy dif¨ªcil que la c¨²pula del poder en China no sufra transformaciones profundas en los pr¨®ximos 10 a?os. No digo que se va a transformar en una democracia suiza, pero digo que el r¨¦gimen leninista de partido ¨²nico que todo lo controla monol¨ªticamente va a ser muy dif¨ªcil de sostener.
P. Otras personas que han analizado los cambios registrados en el mundo en los ¨²ltimos a?os tienden a explicarlos principalmente como una consecuencia de la revoluci¨®n digital. Usted parece darle una importancia menor a ese fen¨®meno.
R. Yo le atribuyo a la revoluci¨®n digital much¨ªsimo valor, pero no la considera la variable fundamental de lo que est¨¢ pasando. Las nuevas tecnolog¨ªas, las redes sociales son instrumentos, instrumentos que poseen unos usuarios, y estos tienen, a su vez, unos motivos y una direcci¨®n. Para m¨ª, lo m¨¢s importante es entender cu¨¢les son las fuerzas que mueven a esos usuarios. En el libro, lo que hago es describir esas fuerzas, que van desde la demograf¨ªa, hasta las necesidades econ¨®micas, la urbanizaci¨®n¡ Estamos viviendo en el mundo m¨¢s urbano de la historia. Desde 2007 hay m¨¢s personas viviendo en la ciudad que en el campo. Este es el planeta m¨¢s joven que ha tenido la historia, el de mayor n¨²mero de poblaci¨®n joven. La poblaci¨®n menor de 30 a?os es tres veces mayor de lo que era en 1950. Todo eso, la educaci¨®n, la ingesta cal¨®rica¡ Todo eso es lo que mueve a esos usuarios y lo que ha dado lugar a lo que yo en el libro llamo las tres revoluciones: la del m¨¢s, la de la movilidad y la de la mentalidad.
P. Es sabido que ni la edad es garant¨ªa de sabidur¨ªa, ni la juventud de innovaci¨®n. ?Por qu¨¦ el hecho de que la poblaci¨®n sea m¨¢s joven es un factor de cambio?
¡°El mundo que viene ser¨¢ m¨¢s inseguro para dictadores y aut¨®cratas. Su permanencia en el poder ser¨¢ m¨¢s corta¡±
R. Yo me limito a decir que los j¨®venes son menos tolerantes con las estructuras tradicionales de autoridad.
P. No estoy seguro de si los j¨®venes de Ocupa Wall Street o las protestas en Europa desaf¨ªan la autoridad o reclaman beneficios perdidos.
R. Desde mi punto de vista, lo importante no eso. Para m¨ª, lo importante es, primero, que hoy hay m¨¢s j¨®venes que nunca; segundo, que los j¨®venes se comportan socialmente de forma distinta a las personas de m¨¢s edad; tercero, que el n¨²mero de j¨®venes que se manifiesta en Wall Street o en las calles europeas es menor al n¨²mero de j¨®venes que van todos los d¨ªas a trabajar a una f¨¢brica en China, y cuarto, que las razones por las que protestan los j¨®venes en los pa¨ªses ricos son distintas a las razones por las que protestan en Chile, Brasil o Turqu¨ªa. Ocupa Wall Street y los j¨®venes europeos protestan porque quieren proteger sus est¨¢ndares de vida de clase media. En el mundo menos desarrollado, las razones para salir a la calle est¨¢n relacionados con la insatisfacci¨®n por los servicios p¨²blicos.
P. ?Qu¨¦ es lo que est¨¢ ocurriendo, entonces, en com¨²n en todos los pa¨ªses?
R. Esas tres revoluciones ¡ªm¨¢s, movilidad y mentalidad¡ª est¨¢n ocurriendo en todos los pa¨ªses, son universales y tienen en com¨²n que socavan las barreras que protegen a los poderosos.
P. ?Y no socavan tambi¨¦n las estructuras de los Estados democr¨¢ticos?
R. Absolutamente. Y en algunos casos hemos visto c¨®mo los Estados generan anticuerpos. En Estados Unidos, despu¨¦s de que hemos visto de qu¨¦ manera el Tea Party bloqueaba la acci¨®n pol¨ªtica, ahora tenemos encuestas que indican que ha perdido popularidad.
P. Es decir, que no todos los desaf¨ªos al poder establecido tienen un car¨¢cter positivo. Algunos son incluso muy negativos.
R. Absolutamente. Por eso, el libro incluye con mucha alarma lo que llamo terribles simplificadores. Yo soy muy duro contra los que predican la antipol¨ªtica.
P. Esa antipol¨ªtica est¨¢ justificada por la crisis de los partidos pol¨ªticos tradicionales. Quiz¨¢ nada represente mejor el fin del poder que el desprestigio casi universal de los partidos pol¨ªticos.
R. Ese descr¨¦dito comenz¨® con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y el declive de la ideolog¨ªa como el elemento fundamental que diferencia a los partidos pol¨ªticos. Cuando la ideolog¨ªa desapareci¨® como elemento de contraste entre los partidos, estos tuvieron que refugiarse en el clientelismo, en el pragmatismo, y crecieron los malos h¨¢bitos. Este catastr¨®fico descenso de los partidos pol¨ªticos ha coincidido con un formidable ascenso de las organizaciones no gubernamentales (ONG). Yo he descubierto que es m¨¢s f¨¢cil sumar a los j¨®venes a una ONG para salvar las mariposas que a un partido pol¨ªtico. Las ONG se han convertido en la gran atracci¨®n de los idealistas de toda edad, lo cual es desastroso para la democracia. Las democracias no pueden estar basadas en ONG, tienen que estar basadas en partidos pol¨ªticos.
P. ?Qu¨¦ se puede hacer para cambiar esa din¨¢mica?
Los pa¨ªses grandes son dif¨ªciles de manejar pol¨ªticamente, pero los demasiado fragmentados no son competitivos¡±
R. Los partidos pol¨ªticos tienen que hacerse m¨¢s transparentes, m¨¢s abiertos, y tienen que volver a atraer a todas esas personas que quieren cambiar el mundo.
P. El regreso del PRI en M¨¦xico, el monopolio del peronismo en Argentina o la continuidad del PT en Brasil, ?c¨®mo se explican en ese contexto?
R. Yo interpreto esos tres casos como una confirmaci¨®n de las tendencias que explico en el libro. El PRI no gan¨® esta vez por las trampas que pod¨ªa hacer gracias a su inmenso poder. Gan¨® en buena lid dentro de lo que, gracias a las reformas de Ernesto Zedillo, es probablemente el sistema electoral m¨¢s transparente del mundo. Pero si el PRI quisiera hoy quedarse por la fuerza no lo conseguir¨ªa. Enrique Pe?a Nieto es mucho menos poderoso que Carlos Salinas o Luis Echeverr¨ªa. Igual en Argentina o Brasil. Cada uno de los actuales presidentes tiene menos poder que sus antecesores. Dilma Rousseff tiene menos poder que Lula, y Cristina Fern¨¢ndez tiene menos poder que su marido. Los votantes argentinos le acaban de dar una paliza a un Gobierno que claramente es ventajista y abusivo.
P. En Espa?a, quiz¨¢ Mariano Rajoy es el presidente de Gobierno con menos poder de la democracia, comparado con Felipe Gonz¨¢lez o con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Algo parecido puede decirse del jefe de la oposici¨®n. ?Obedece eso tambi¨¦n al declive de los partidos pol¨ªticos?
R. Indudablemente. Los mecanismos de los partidos pol¨ªticos espa?oles para involucrar a la sociedad no est¨¢n funcionando.
P. Uno de los signos del fin del poder que usted analiza en su libro es el debilitamiento de los Estados nacionales y el fortalecimiento de las regiones. Desde esa perspectiva, ?qu¨¦ juicio tiene de las reclamaciones de independencia en Catalu?a?
R. Primero habr¨ªa que hacerse una pregunta que trasciende a Espa?a, que es: ?cu¨¢l es la dimensi¨®n ideal de un estado en el mundo moderno? La respuesta es que el tama?o ¨®ptimo de un pa¨ªs en el siglo XXI es grande, desde el punto de vista econ¨®mico, pero peque?o, desde el punto de vista pol¨ªtico. Los pa¨ªses m¨¢s grandes son m¨¢s dif¨ªciles de manejar pol¨ªticamente, pero los Estados demasiado fragmentados no son competitivos en el mundo de hoy. Esa contradicci¨®n se da en Espa?a, pero tambi¨¦n en Rusia, en China, en muchas partes. En el caso de Espa?a, existen dudas sobre los efectos que podr¨ªan producirse para la prosperidad de las regiones peque?as que pretenden independizarse de la Espa?a grande.
P. ?Usted ve el Estado central o centralizado como un enemigo o un obst¨¢culo de la democracia?
R. Una de las lecturas m¨¢s fascinantes que existen es la de la angustia intelectual de Jefferson, Madison y los padres fundadores de Estados Unidos sobre c¨®mo conseguir el equilibrio perfecto entre mantener los Estados unidos, respetando al mismo tiempo su independencia, su autonom¨ªa. Ellos sab¨ªan que ambas cosas son necesarias. No se trata de elegir entre ambas opciones. Lo importante es el dise?o que se hace en el siglo XXI para combinar los deseos de las regiones con las necesidades de un Gobierno central. El que haga mal ese dise?o, se rompe.
P. ?Es el mundo actual m¨¢s inseguro, y para qui¨¦n? ?Para los poderosos o para los ciudadanos?
R. El mundo es, ha sido y ser¨¢ variado y vol¨¢til en cuanto a seguridad. Algunos pa¨ªses son hoy mucho menos seguros de lo que hab¨ªan sido antes para los ciudadanos, mientras que otros lo son mucho m¨¢s. Por ejemplo, en mi pa¨ªs, Venezuela, se vive una pesadilla diaria de inseguridad ciudadana que no tiene precedentes en nuestra historia. En contraste, Colombia es hoy m¨¢s segura para sus ciudadanos de lo que era antes. Pero, m¨¢s all¨¢ de ejemplos individuales, las tendencias mundiales son, en general, muy positivas. Como ha demostrado Steven Pinker en su libro (The better angels of our nature: why violence has declined), bas¨¢ndose en una enorme cantidad de datos, la violencia ha venido declinando durante milenios, y hoy vivimos la ¨¦poca m¨¢s pac¨ªfica en la historia de la humanidad. Yo creo que el mundo en general tiende a ser m¨¢s seguro. La gran amenaza que se cierne sobre nuestra seguridad ya no se origina en lo que los humanos nos hacemos los unos a los otros, sino de lo que le hemos hecho y le seguimos haciendo al medio ambiente. Pero de lo que no hay duda es de que el mundo de hoy, y aun m¨¢s el que viene, es m¨¢s inseguro para dictadores, aut¨®cratas y monopolistas. Claro que estos siguen existiendo y son poderosos. Pero su permanencia en el poder es hoy menos segura y ser¨¢ cada vez m¨¢s corta.
P. Hablemos, dentro de la revoluci¨®n de la movilidad, de los hispanos en EE UU. ?Son una verdadera fuerza transformadora o una mera circunstancia coyuntural?
R. Son una fuerza transformadora. Son la clase media de m¨¢s r¨¢pido crecimiento en el mundo. Su poder adquisitivo en EE UU aumenta a tasas que no tienen comparaci¨®n. Pero su participaci¨®n en la pol¨ªtica es todav¨ªa incipiente, desorganizada y carecen de las organizaciones que canalicen un liderazgo, y los dos grandes partidos todav¨ªa no saben c¨®mo apoyarse en esta masa de votantes. La fuerza fundamental de los hispanos es la demograf¨ªa. El problema es que la categor¨ªa de hispanos es muy dudosa, y todav¨ªa no hemos llegado al punto en el que todos los que hablan espa?ol en EE UU pertenecen a una misma comunidad.
P. Usted escribi¨® este libro antes de que estallase el esc¨¢ndalo de Edward Snowden. De haberlo hecho despu¨¦s, ?lo habr¨ªa incluido? ?Es el caso Snowden una manifestaci¨®n m¨¢s del fin del poder?
R. Absolutamente. No hay ninguna duda de que lo es. Como lo es la renuncia del papa Benedicto, como lo es la multa de 13.000 millones de d¨®lares al J.<TH>P.<TH>Morgan, como lo es el hecho de que la gran superpotencia se viera incapaz de intervenir en el pa¨ªs al que hab¨ªa advertido que no utilizara armas qu¨ªmicas, aunque las utiliz¨®. Lo que tienen en com¨²n estos casos es la transferencia del poder a peque?os actores que tienen un poder desproporcionado. La CIA acaba de informar de que el da?o que Snowden le ha hecho a la inteligencia de Estados Unidos es el mayor de la historia.
P. ?Cu¨¢l es su opini¨®n sobre Snowden?
R. Yo creo que Snowden ha provocado un debate necesario, un debate importante, pero miro sonriente, con cinismo, cuando veo a los presidentes de otros pa¨ªses rasg¨¢ndose las vestiduras cuando descubren, con hip¨®crita sorpresa, que son espiados. Son presidentes que, a su vez, esp¨ªan a sus colegas. Entonces, es un debate importante, pero va a ser in¨²til, a menos que se lleve a cabo de una manera realista, sincera y no hip¨®crita.
P. ?Cu¨¢l es el segundo volumen de El fin del poder? ?Qu¨¦ viene despu¨¦s?
R. El siguiente libro tendr¨¢ que ser sobre c¨®mo se vive en un mundo donde las tendencias que ahora describe se consoliden.
P. Eso va a llevar, ?una d¨¦cada?
R. S¨ª, una d¨¦cada, m¨¢s o menos.
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