La guerra de Siria dispara las luchas entre sun¨ªes y chi¨ªes en toda la regi¨®n
Arabia Saud¨ª e Ir¨¢n compiten desde hace d¨¦cadas por el predominio en Oriente Pr¨®ximo La fractura confesional es fruto de pol¨ªticas deliberadas en la zona
Un centenar de personas han muerto en la pugna que desde principios de mes ha enfrentado a los rebeldes de Huthi y a un grupo salafista en el noroeste de Yemen. El incidente, uno m¨¢s de los que sufre ese infortunado pa¨ªs, se ha despachado como otro episodio de la brecha entre chi¨ªes y sun¨ªes que atraviesa Oriente Pr¨®ximo. Entre los observadores se ha instalado una especie de fatalidad que ve esta parte del mundo abocada a una guerra de religi¨®n. Pero la fractura confesional no es un designio inexorable, sino el fruto de pol¨ªticas deliberadas que corren el riesgo de convertirse en una profec¨ªa autocumplida.
¡°Resulta muy dif¨ªcil enmarcar la lucha entre salafistas y Huthi como parte de una divisi¨®n religiosa entre sun¨ªes y chi¨ªes en Yemen o en la regi¨®n¡±, explica el polit¨®logo yemen¨ª Abdullah al Faqih en un email. ¡°La mayor¨ªa de la gente los ve como marginales dentro de sus respectivas confesiones¡±, a?ade convencido de que el actual choque est¨¢ m¨¢s ¡°vinculado a la lucha pol¨ªtica interna por el poder¡±.
Los rebeldes, conocidos como Huthi por el clan que lider¨® su revuelta hace dos d¨¦cadas, son chi¨ªes zayd¨ªes (seguidores del im¨¢n Zayd Bin Ali) como un tercio de la poblaci¨®n de Yemen. Cuando el ahora expresidente Ali Abdal¨¢ Saleh (un zayd¨ª) se hizo con el poder en 1978 utiliz¨® a esa comunidad para frenar el empuje de los salafistas (radicales sun¨ªes animados por la vecina Arabia Saud¨ª). Con el tiempo, el propio Saleh recurri¨® a los salafistas para atajar sus quejas de discriminaci¨®n y les acus¨® de recibir ayuda de Ir¨¢n. Ahora, la chispa ha estallado por la actividad en su regi¨®n de un seminario sun¨ª que perciben como un caballo de Troya.
¡°Existe una brecha entre sun¨ªes y chi¨ªes¡±, admite Al Faqih, ¡°el problema es que se exageran los aspectos confesionales sobre los pol¨ªticos¡±.
Los chi¨ªes son el 15% de los 1.500 millones de musulmanes que hay en el mundo
Estos se resumen en la competencia por el poder y la influencia regional entre Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª. Esa rivalidad, que precede a la revoluci¨®n iran¨ª de 1979, se agrav¨® a partir de entonces porque la familia real saud¨ª vio una amenaza en el modelo de ¡°Gobierno isl¨¢mico¡± instaurado por Jomein¨ª. No era tanto el deseo de este de exportar su proyecto, cuanto el riesgo de que las ideas revolucionarias calaran entre la minor¨ªa chi¨ª del reino y del resto de la regi¨®n. Amparada por el rechazo de sus ulemas a cualquier otra rama del islam que no sea su extremada interpretaci¨®n sun¨ª (el wahabismo) y que considera herejes a los chi¨ªes, la monarqu¨ªa jug¨® la carta confesional dentro y fuera del pa¨ªs.
Aunque el discurso sectario saud¨ª se moder¨® un poco a ra¨ªz del 11-S, la invasi¨®n estadounidense de Irak en 2003 y el consiguiente acceso al poder de la mayor¨ªa chi¨ª de ese pa¨ªs reavivaron sus temores. Riad, que a¨²n no ha reabierto su embajada en Bagdad, se aline¨® claramente con los extremistas sun¨ªes que llevaron al pa¨ªs al borde de la guerra civil (un peligro que acecha de nuevo debido a la exclusi¨®n pol¨ªtica de esa comunidad).
La guerra en Siria vuelve a evidenciar el enconamiento entre dos visiones no tanto del islam como de la gesti¨®n del poder terrenal. A pesar de su rechazo a la primavera ¨¢rabe, Arabia Saud¨ª est¨¢ apoyando a los rebeldes que luchan contra Bachar el Asad. Sin embargo, se apresur¨® a enviar un millar de tropas a Bahr¨¦in para defender a la monarqu¨ªa (sun¨ª) de las demandas de mayor participaci¨®n pol¨ªtica de una poblaci¨®n mayoritariamente chi¨ª.
No por casualidad, El Asad es el principal aliado de Ir¨¢n en la zona. As¨ª que resulta muy conveniente presentarlo como un dictador chi¨ª que oprime a la mayor¨ªa sun¨ª del pa¨ªs, a pesar de que su r¨¦gimen, como antes el de su padre, se fundara sobre una ideolog¨ªa pan¨¢rabe y laica, y la afiliaci¨®n alau¨ª de la ¨¦lite gobernante solo est¨¦ lejanamente emparentada con el chi¨ªsmo.
"Se exagera lo confesional sobre lo pol¨ªtico", afirma un experto
El r¨¦gimen sirio tambi¨¦n est¨¢ manipulando las identidades sectarias para asustar a sus minor¨ªas, sobre todo a los cristianos, con el avance islamista sun¨ª. Pero el apoyo que recibe de Ir¨¢n no llega en funci¨®n de la afinidad confesional, sino de intereses compartidos en la resistencia a Israel, y a Occidente. La misma raz¨®n estrat¨¦gica avala el apoyo al Hezbol¨¢ liban¨¦s (chi¨ª) y, hasta recientemente, al Ham¨¢s palestino (sun¨ª).
¡°El sectarismo es la mayor amenaza, no solo para la regi¨®n, sino global¡±, ha declarado el ministro iran¨ª de Exteriores, Mohamed Javad Zarif, en una entrevista con la BBC.
Por supuesto, Ir¨¢n no ha sido inmune a ese virus. Algunos ayatol¨¢s radicales han emitido fetuas animando a los chi¨ªes a luchar contra los extremistas sun¨ªes, pero el ¡°yihadismo chi¨ª¡± es m¨¢s una reacci¨®n y no cuenta adem¨¢s con respaldo pol¨ªtico. Al contrario, los dirigentes iran¨ªes evitan presentar la situaci¨®n en Siria como un enfrentamiento entre sun¨ªes y chi¨ªes. Incluso el l¨ªder supremo, el ayatol¨¢ Ali Jamene¨ª, ha advertido a sus vecinos del riesgo de que el uso del sectarismo se vuelva contra ellos.
Es una opci¨®n que tambi¨¦n se funda en la demograf¨ªa. Los chi¨ªes son alrededor de un 15% de los 1.500 millones de musulmanes del mundo, aunque sean la mayor¨ªa en Ir¨¢n, Irak y Bahr¨¦in. Si los l¨ªderes iran¨ªes aspiran a tener influencia en la regi¨®n, es l¨®gico que busquen alianzas con fuerzas islamistas al margen de la identidad confesional. Lo contrario ser¨ªa caer en una trampa.
A Arabia Saud¨ª le preocupa que el discurso de Teher¨¢n consiga difuminar las l¨ªneas divisorias ¨¦tnicas y sectarias. Y la posibilidad de que Ir¨¢n se reintegre en la comunidad internacional tras d¨¦cadas de ostracismo solo est¨¢ contribuyendo a aumentar su obsesi¨®n. Si no se rompe pronto ese c¨ªrculo vicioso, puede terminar haci¨¦ndose realidad que el enfrentamiento de los Huthis y los salafistas yemen¨ªes, y otros, sean parte de una guerra de religi¨®n.
Muchos muertos, pocos matrimonios mixtos
¡°No hay ning¨²n problema entre sun¨ªes y chi¨ªes¡±, declar¨® el primer ministro, Nuri al Maliki durante su reciente viaje a Estados Unidos. Esta corresponsal ha o¨ªdo esa misma frase decenas de veces en boca de iraqu¨ªes y sirios de ambas confesiones, mientras los ataques sectarios no dejan de sumar muertos. Sin duda que a nivel individual se ha dado la convivencia e incluso los matrimonios mixtos. Existen familias sushi (de Sunni y Sh¨ªa), como las llaman en Bahr¨¦in. Pero la armon¨ªa confesional es s¨®lo parte de la realidad.
Desde la dominaci¨®n otomana de la regi¨®n, los chi¨ªes han sido siempre los marginados. No s¨®lo porque fueran los perdedores de la batalla de Kerbala, que marca la separaci¨®n de las dos ramas del islam hace 1.400 a?os, sino porque eran minor¨ªa entre los musulmanes. As¨ª que no hab¨ªa problemas entre las dos comunidades, mientras la minor¨ªa no reclamaba sus derechos, algo que empez¨® a cambiar a partir de la revoluci¨®n iran¨ª de 1979.
La inspiraci¨®n y la asistencia financiera de Teher¨¢n ayudaron a los chi¨ªes de L¨ªbano durante la segunda parte de la guerra civil que vivi¨® ese pa¨ªs (1975-1989). Y para sus Gobiernos, los chi¨ªes de Irak, junto con Bahr¨¦in los dos ¨²nicos pa¨ªses ¨¢rabes donde son mayor¨ªa, se convirtieron, como los de Kuwait o Arabia Saud¨ª, en sospechosos de colaboracionismo con el r¨¦gimen iran¨ª. Fin
?
Una minor¨ªa vista con recelo
Si hay una ceremonia que define a los chi¨ªes es Ashura, el rito conmemorativo de la decapitaci¨®n de Husein, el tercero de sus imanes, a manos de la dinast¨ªa sun¨ª de los Omeya. Este a?o, Ashura (d¨¦cimo en ¨¢rabe), cay¨® el pasado jueves, d¨¦cimo d¨ªa del primer mes del calendario isl¨¢mico (muharram). Millones de chi¨ªes salieron en procesi¨®n en Irak, Ir¨¢n, Pakist¨¢n, L¨ªbano, Bahr¨¦in y otros pa¨ªses.
Al estilo de los picados de San Vicente (La Rioja), los penitentes se fustigan haciendo suyo el dolor que Husein y sus seguidores sufrieron durante la batalla ocurrida hace 1.400 a?os en Kerbala (Irak) y que zanj¨® la disputa din¨¢stica que se arrastraba desde la muerte de Mahoma, dejando el islam dividido en dos ramas.
Los partidarios de Al¨ª, que eso es lo que significa chi¨ªes, consideraban que, en tanto que primo y yerno del profeta, ¨¦l deb¨ªa ser el nuevo califa. Sus rivales, conocidos como sun¨ªes (de sunna, tradici¨®n o costumbre), rechazaban el requisito de los lazos de sangre, por lo que mataron primero a Ali y luego a su hijo Husein.
Desde entonces, esa divisi¨®n ha permanecido en el subconsciente colectivo, alentada por intereses pol¨ªticos. La minor¨ªa chi¨ª a¨²n es vista con recelo por los sun¨ªes, cuyos extremistas les tachan de herejes y cada a?o atentan contra sus procesiones en Irak y Pakist¨¢n. Bajo Sadam, los chi¨ªes iraqu¨ªes no pod¨ªan celebrar la Ashura. Todav¨ªa hoy encuentran limitaciones para practicar sus liturgias en Arabia Saud¨ª y son discriminados en Pakist¨¢n.
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