El eje de la fobia
Las soluciones de la derecha populista de la UE nunca son ¡°m¨¢s Europa¡±, sino menos
La derecha populista est¨¢ creciendo alarmantemente por toda Europa: en Francia, los sondeos conceden al Frente Nacional de Marie Le Pen la primera posici¨®n entre las preferencias del electorado, con un 24% de intenci¨®n de voto, dos puntos por delante de la derecha tradicional y seis por encima del Partido Socialista, en el Gobierno. En el Reino Unido, el UKIP de Nigel Farage podr¨ªa estar a la par de los Conservadores del Primer Ministro David Cameron, o incluso levemente por encima. Y en los Pa¨ªses Bajos, la popularidad de Geert Wilders no cesa de aumentar. La lista de partidos y movimientos es larga: la derecha populista est¨¢ s¨®lidamente anclada tambi¨¦n en Dinamarca, B¨¦lgica, Italia, Suecia, Finlandia, Grecia, Hungr¨ªa, Ruman¨ªa, Eslovaquia y Bulgaria.
El problema de estos movimientos no es que sean nuevos, sino lo contrario, que no lo son. La mayor¨ªa lleva m¨¢s de una d¨¦cada luchando por arraigarse entre el electorado y adquirir una presencia estable en la instituciones. En su reciente historia electoral e institucional, estos partidos y movimientos han sufrido avances y retrocesos, han aprendido de sus errores y han refinado sus estrategias para volverse m¨¢s atractivos. Muchos han apartado o relegado a un segundo plano a los elementos m¨¢s directamente amenazantes, intentando alcanzar a un p¨²blico que vaya m¨¢s all¨¢ del perfil de joven, var¨®n, violento y sin estudios que tradicionalmente ha protagonizado su presencia callejera y medi¨¢tica. Ahora, estos partidos apelan a otras generaciones, especialmente a los mayores, m¨¢s nost¨¢lgicos del pasado y, en general, a todos aquellos que sienten sus identidades nacionales asediadas por la inmigraci¨®n o por la crisis econ¨®mica, incluyendo por primera vez un importante n¨²mero de mujeres.
Al abrigo de la crisis, pero sobre todo de la desafecci¨®n con la pol¨ªtica derivada de ella y, en paralelo, al aumento del euroescepticismo y la desconfianza en Europa, estos partidos buscan lograr un importante empuj¨®n electoral aprovechando las pr¨®ximas elecciones europeas de mayo de 2014. Pero si las elecciones europeas son atractivas para estos partidos no es tanto porque quieran influir en Europa sino porque quieren obtener poder pol¨ªtico, recursos institucionales y visibilidad pol¨ªtica para emplearla de vuelta en casa. Aunque algunos de ellos quieren bloquear el avance de algunas pol¨ªticas europeas, especialmente en el ¨¢mbito de los derechos y libertades de los inmigrantes y minor¨ªas, saben que su n¨²mero y capacidad de coordinaci¨®n no es lo suficientemente amplio. Los que les observan actuar en el Parlamento Europeo se?alan que son tan eur¨®fobos que votan incluso en contra de las medidas de refuerzo del control de fronteras exteriores de la UE, que te¨®ricamente reducir¨ªan el n¨²mero de inmigrantes irregulares. ?Por qu¨¦? Porque su soluci¨®n nunca es ¡°m¨¢s Europa¡±, sino menos: en lugar de reforzar la agencia de fronteras Frontex, como proponen los dem¨¢s, su soluci¨®n es disolver Schengen y restaurar las fronteras nacionales. En el fondo, el mayor problema de estos partidos no es s¨®lo que son muy diferentes entre s¨ª, sino que tienen preferencias encontradas. Los populistas holandeses, daneses, suecos y, en parte, finlandeses son, antes que nada, profundamente islam¨®fobos: se?alan al Islam y a los islamistas como a los nuevos fascistas, comparan el Cor¨¢n con Mein Kampf y, al situar el velo en el centro de la lucha pol¨ªtica, aparecen como defensores de los derechos de las mujeres. En el caso de Wilders, su movimiento defiende, adem¨¢s, los derechos de los homosexuales. Unido al car¨¢cter proisrael¨ª de sus postulados, todo ello les sit¨²a enfrente de la mayor parte de la derecha populista de Europa Central y Oriental, que es fundamentalmente anti-semita, hom¨®foba y en muchos casos filofascista, cuando no abiertamente pronazi. En el caso del Frente Nacional de Marie Le Pen y del UKIP de Nigel Farage, como su discurso anti-inmigraci¨®n se centra con particular virulencia en los nacionales de pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, como Bulgaria o Ruman¨ªa pero tambi¨¦n Polonia o los b¨¢lticos, las coaliciones entre ellos ser¨¢n dif¨ªciles de alcanzar y sumamente fr¨¢giles.
Pero, parad¨®jicamente, esa UE que todos esos movimientos tanto odian les ofrece un sistema electoral proporcional que les concede una oportunidad inmejorable de obtener representaci¨®n pol¨ªtica y unos recursos econ¨®micos nada despreciables. Los populistas brit¨¢nicos y franceses quieren por tanto destruir esa Europa que les da visibilidad y oportunidades reivindicando para ello la vuelta a las esencias democr¨¢ticas brit¨¢nicas y francesas, donde el sistema electoral bloquea de tal manera su acceso al poder que, en el caso de Francia, el sistema de dos vueltas hace que candidatos del Frente Nacional con el 40% de los votos no logren en ocasiones alcanzar las alcald¨ªas a las que se presentan.
Europa vive entre paradojas, pero no tiene mucho sentido que pague por ellas.
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