?Europa debe seducir a los europeos!
Es urgente que aparezcan l¨ªderes que muestren que una Uni¨®n vigorosa es el ant¨ªdoto para la depresi¨®n
Un viaje de trabajo en Espa?a e Italia me ha dejado fuertes impresiones y algunas sorpresas. Estas impresiones son, por supuesto, muy personales y tan arbitrarias como lo poco representativa que es la muestra de personas con quienes habl¨¦. Y claro est¨¢ que Espa?a e Italia no son Europa: la crisis que viven y el humor de esos dos pa¨ªses no es el mismo que se observa en sus vecinos del norte. Sin embargo, hay otras tendencias que son claramente m¨¢s generales, m¨¢s europeas.
Una de las cosas que m¨¢s me impact¨® es lo mucho que se parece el estado de ¨¢nimo nacional que percib¨ª en Italia y Espa?a a los s¨ªntomas que los psiquiatras describen en las personas con depresi¨®n cl¨ªnica: pesimismo, desesperanza, fatalismo, dificultad para tomar decisiones, falta de motivaci¨®n, irritabilidad... En los medios de comunicaci¨®n, en las declaraciones tanto de l¨ªderes como de los ciudadanos de a pie o en las conversaciones sobre ¡°la situaci¨®n del pa¨ªs¡± que se dan entre amigos hay mucho de escepticismo, crispaci¨®n y desesperanza. La escasez de ideas y de propuestas estimulantes es tambi¨¦n muy palpable. Y comprensible. Cuando una familia sufre un trauma, el ensimismamiento y el repliegue tambi¨¦n son reacciones normales.
En ambos pa¨ªses encontr¨¦ una fuerte propensi¨®n a mirar para adentro y un marcado desinter¨¦s por lo que sucede afuera, en el resto del mundo. En Espa?a, por ejemplo, mi visita coincidi¨® con un incidente en el Parlamento catal¨¢n, donde un diputado amenaz¨® con una sandalia a Rodrigo Rato, el exbanquero al cual estaba interpelando. Este evento, naturalmente, atrajo la atenci¨®n de los medios y estuvo muy presente en las conversaciones de la gente. Casi todas las personas con las que habl¨¦ hicieron referencia a este incidente. Ese mismo d¨ªa, en Pek¨ªn, el pleno del Partido Comunista Chino aprobaba reformas econ¨®micas que tendr¨¢n muchas m¨¢s consecuencias sobre la vida de los espa?oles que la sandalia del iracundo diputado catal¨¢n. Pero su histrionismo fue mucho m¨¢s interesante para los espa?oles que las reformas de los chinos. Lo mismo me sucedi¨® en Italia. Una vez m¨¢s, mi visita coincidi¨® con el debate p¨²blico sobre¡ Silvio Berlusconi, su relaci¨®n con el poder, e inevitablemente, con las mujeres. Es natural que para los italianos lo que sucede en el resto del mundo sea menos divertido de seguir y debatir que las acrobacias pol¨ªticas ¡ªy de otros tipos¡ª del se?or Berlusconi. Pero el resto del mundo pesar¨¢ m¨¢s sobre el destino de Italia que el se?or Berlusconi.
De hecho, observ¨¦ que, en estos dos pa¨ªses, ese ¡°resto del mundo¡± que ya no genera tanto inter¨¦s ni entusiasmo tambi¨¦n incluye ahora, lamentablemente, a Europa o, m¨¢s concretamente, al proyecto de integraci¨®n europea. Las actitudes que detect¨¦ sobre el proyecto europeo son de tolerancia pasiva, de resignaci¨®n. S¨ª hay apoyo a ciertos aspectos, como el libre comercio o el movimiento de personas. Pero no encontr¨¦ a nadie que hablase con entusiasmo de una Europa m¨¢s unida o que sintiese que un continente mejor integrado podr¨ªa ser fuente de progreso para su pa¨ªs, para ella, o ¨¦l, o sus familias. Sobre este tema, las opiniones de italianos y espa?oles son similares a las que se dan en el resto de Europa. Seg¨²n el Eurobar¨®metro, una amplia encuesta en 27 pa¨ªses, la mitad de los ciudadanos es pesimista con respecto al futuro de la Uni¨®n Europea como instituci¨®n y el 69% dice no tenerle confianza. Dos tercios de los europeos sienten que su voz no cuenta en las decisiones de la comunidad.
Estas respuestas son tan graves como f¨¢ciles de entender. La sorpresa ser¨ªa que esto no fuese as¨ª. La crisis econ¨®mica, la manera en la que los organismos comunitarios la enfrentaron, lo remotos, burocr¨¢ticos y opacos que son o la falta de carisma ¡ªla invisibilidad¡ª de sus l¨ªderes son solo algunos de los factores que nutren la falta de entusiasmo de los europeos por el proyecto de crear una Europa m¨¢s unida y m¨¢s fuerte.
Esto puede y tiene que cambiar. Los problemas que socavan este proyecto son muchos y conocidos. Pero quiz¨¢s la amenaza m¨¢s importante es que Europa ha perdido la capacidad de seducir a los europeos. Es urgente que aparezcan l¨ªderes que muestren que una Europa grande y vigorosa puede ser el mejor ant¨ªdoto contra la depresi¨®n.
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