Elementos estrat¨¦gicos del punto dos de La Habana
Con FARC o sin ellas, pero mejor con ellas, el desaf¨ªo para la paz en Colombia es enorme
La situaci¨®n que encontraron los constituyentes en 1991 fue esta: Congreso y partidos seriamente minados en su credibilidad. Un ejecutivo que hab¨ªa sido el referente central desde el Frente Nacional pero que ya mostraba se?ales de agotamiento. Una justicia lenta y distante. Y fuerzas militares con alto grado de apoyo y de aprecio. En esencia, la principal tarea de la Asamblea Constituyente era la legitimidad pol¨ªtica. La creaci¨®n de una arquitectura que dejara atr¨¢s los alegatos, ciertos o fingidos, certeros o exagerados, sobre la exclusi¨®n de sectores del sistema pol¨ªtico.
La Constituyente cumpli¨® su cometido y gener¨® reglas y principios que en su momento configuraron un avance serio. Pero no todo ha logrado afianzarse en la realidad. Adem¨¢s, subsisten movimientos armados que contin¨²an proclamando la supervivencia de la exclusi¨®n. Como el actual gobierno ha detectado la existencia de una oportunidad de resolver el conflicto armado por la v¨ªa del di¨¢logo, se ha tornado inevitable asumir de nuevo la tarea de ampliar los linderos del sistema pol¨ªtico en busca de una nueva inclusi¨®n de sectores que se sienten excluidos.
La objeci¨®n es obvia: ?Por qu¨¦ hacerlo con una guerrilla violenta? ?No es esta una discusi¨®n para dar en el seno de la sociedad desarmada?
Dos son las respuestas: por un lado, aqu¨ª puede aplicarse la teor¨ªa de los ¡°dos p¨¢jaros de un tiro¡±. Si dar pasos correctos en el desarrollo pol¨ªtico conduce a finalizar el enfrentamiento armado, entonces el resultado para la sociedad es ¨®ptimo. La segunda respuesta es funcional: precisamente por cuanto el inter¨¦s de esta materia trasciende a la guerrilla e involucra a todas las fuerzas pol¨ªticas, el mecanismo acordado es el de la discusi¨®n de lineamientos en La Habana que deber¨¢n ser desarrollados y puestos en pr¨¢ctica en escenarios posteriores a los que concurran todas las agrupaciones pol¨ªticas, en asocio de movimientos sociales, acad¨¦micos y expertos, para desarrollar lo acordado.
Ahora bien. Al concretar los desarrollos tem¨¢ticos de lo acordado, encontramos lo siguiente:
La viga maestra sigue siendo la legitimidad pol¨ªtica. No hablamos de los aspectos jur¨ªdicos sino de los elementos de apreciaci¨®n ciudadana que requieren un tratamiento a¨²n si esa percepci¨®n es inadecuada. Es el terreno propio de la pol¨ªtica. La estrella polar del punto dos es el dise?o de instrumentos dirigidos a ampliar la inclusi¨®n en el sistema pol¨ªtico. Esto exige no solo permisividad y apertura. Exige tambi¨¦n acciones afirmativas. No es una apertura pasiva, ad libitum de los protagonistas, sino un compromiso activo del Estado para propiciar la inclusi¨®n. En segundo lugar, hay un escenario de valores. La profundizaci¨®n en el pluralismo, la tolerancia, el respeto a las ideas ajenas. Que el opositor no sea el blanco de los fusiles. Y esto, claro est¨¢, exige actitudes de lado y lado. En tercer t¨¦rmino, hay todo un escenario para que los esquemas de participaci¨®n ciudadana y participaci¨®n pol¨ªtica incidan m¨¢s en la configuraci¨®n de las pol¨ªticas p¨²blicas.
Otro elemento tiene que ver con las necesarias refacciones en el sistema electoral y el financiamiento de la pol¨ªtica. Por mucho que se haya avanzado, es indiscutible que persisten deficiencias notables. Por fin, se abre la puerta a un tema naciente: la irrupci¨®n de los movimientos sociales y el tratamiento de la protesta ciudadana, algo que se ve en el horizonte como una nueva realidad galopante. Esto se conecta con la capacidad de la democracia representativa para resolver realidades in¨¦ditas. El ingreso de once millones de colombianos a la clase media va a cambiar la fisonom¨ªa del conflicto social. De cierto modo, la discusi¨®n con la guerrilla es una confrontaci¨®n del pasado. Es una burbuja sup¨¦rstite que hay que resolver. La realidad que viene va a incorporar movimientos de muy diverso talante. Desde aspiraciones puntuales, hasta movimientos que adopten un lenguaje macropol¨ªtico.
Con FARC o sin ellas, pero mejor con ellas, el desaf¨ªo es enorme. Pero, en todo caso, la ruta del cambio es insoslayable. Solo que, tambi¨¦n es conveniente.
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