Los ¡®lobbies¡¯ alargan su poder en la sombra en Washington
El n¨²mero de grupos de presi¨®n y su inversi¨®n se ha disparado en la ¨²ltima d¨¦cada
Que Washington ha sido desde hace mucho tiempo una ciudad plagada de lobbies no solo lo difunde la leyenda sino que lo atestiguan las cifras. Se suele decir que el famoso t¨¦rmino lo acu?¨® aqu¨ª Ulysess S. Grant, quien tras ser nombrado presidente de Estados Unidos en 1869 visitaba con frecuencia el elegante Hotel Willard, situado a escasos metros de la Casa Blanca, en cuya entrada -lobby en ingl¨¦s- se relajaba degustando brandy y fumando cigarros. El mito popular asegura que, cansado de que cada vez m¨¢s personas quisieran invitarle a bebidas o se le acercaran para pedirle un trabajo o un favor legislativo, Grant los tild¨® un d¨ªa de ¡°esos malditos lobistas¡±. La leyenda ayuda a enaltecer el aura poderosa de Washington, pero resulta del todo falsa. Es cierto que Grant sol¨ªa ir al Willard pero, seg¨²n los historiadores, el concepto naci¨® dos siglos antes: en 1640 en los pasillos del Parlamento brit¨¢nico.
Sea como sea, la palabra lobby apareci¨® por primera vez publicada en EE UU en 1830 y con el paso del tiempo fue adentr¨¢ndose en el imaginario colectivo del pa¨ªs y sobre todo en su engranaje pol¨ªtico. La arquitectura del sistema pol¨ªtico norteamericano promueve la iniciativa individual de cada senador o congresista, que puede impulsar por su cuenta un proyecto de ley y que sabe que para garantizarse la reelecci¨®n necesita satisfacer las demandas concretas de los votantes de su circunscripci¨®n, lo que diluye intensamente la disciplina de partido. As¨ª, en cada decisi¨®n confluyen muchos intereses de por medio y, como siempre, nadie quiere perder. Esto ha atra¨ªdo hist¨®ricamente a la capital federal a numerosos grupos de presi¨®n de toda ¨ªndole, para defender desde causas sociales o pol¨ªticas hasta otras de calado internacional. En los ¨²ltimos a?os, sin embargo, esta tendencia se ha disparado con creces.
Desde 1990 pero especialmente a partir del a?o 2000 los lobbies han multiplicado enormemente su presencia y su presupuesto en Washington, engrasando una poderosa maquinaria aparentemente invisible a la sombra de la clase pol¨ªtica pero que en realidad ejerce una influencia may¨²scula y bien palpable. Entre 1999 y 2010 la inversi¨®n de estos grupos m¨¢s que se duplic¨®, pasando de 1.400 millones de d¨®lares a 3.500 millones de d¨®lares, seg¨²n las estad¨ªsticas del Senado recopiladas por el Center for Responsive Politics (CRP). Entretanto, el n¨²mero de lobbies registrados en la ciudad lleg¨® en 2007 a su m¨¢ximo hist¨®rico (14.837), muy por encima de las 10.406 firmas que hab¨ªa en 1998 y el doble que en 1981. En los ¨²ltimos dos a?os, estas cifras se han reducido ligeramente pero, seg¨²n los expertos, se debe a factores coyunturales y a cambios normativos.
Entre 1999 y 2010 la inversi¨®n de estos grupos pas¨® de 1.400 millones de d¨®lares a 3.500 millones de d¨®lares
?Qu¨¦ explica un aumento de tal calibre en tan poco tiempo? Lee Drutman, profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad Johns Hopkins y especialista en el auge del lobby corporativo, lo achaca principalmente a un cambio de mentalidad en la relaci¨®n entre la ¨¦lite empresarial y la clase pol¨ªtica. Su tesis es que hist¨®ricamente las grandes corporaciones hab¨ªan tenido poco acceso al Capitolio, por lo que no ve¨ªan demasiados beneficios en granjearse la cercan¨ªa de los pol¨ªticos. No obstante, a mediados de los a?os 90, con unas c¨¢maras m¨¢s proclives al mundo de los negocios, los empresarios empezaron a ser requeridos para opinar en los grandes debates legislativos. Y fue a partir de entonces cuando descubrieron c¨®mo se beneficiaban inmensamente de algunas decisiones pol¨ªticas, como la normalizaci¨®n de las relaciones comerciales con China o la liberalizaci¨®n de las telecomunicaciones.
¡°Es el efecto bola de nieve. Poco a poco las empresas han ido siendo m¨¢s agresivas al darse cuenta que cuanto m¨¢s lobby hacen en m¨¢s asuntos est¨¢n involucradas, tienen m¨¢s intereses en juego y por tanto hacen m¨¢s lobby¡±, apunta Drutman en conversaci¨®n telef¨®nica. Pero el verdadero punto de inflexi¨®n es que han constatado que se trata de una inversi¨®n muy pero muy rentable: ¡°Una compa?¨ªa que se gasta 30 millones anuales en hacer lobby en Washington, puede ahorrarse o ganar miles de millones con un simple cambio regulatorio¡±.
Avalancha de grupos en la calle 'K'
Pero m¨¢s all¨¢ de este descubrimiento sobre el ¡°valor del coste-beneficio¡± de involucrarse m¨¢s en los c¨ªrculos pol¨ªticos de Washington, Daniel Auble, investigador del CRP, sostiene que algunos importantes debates legislativos en los ¨²ltimos a?os, que amenazaban con trastocar de arriba abajo algunos sectores -como la reforma sanitaria o los nuevos reglamentos del sistema financiero tras el estallido de la crisis en 2008-, han empujado a muchos m¨¢s grupos de presi¨®n a abrir una oficina en la calle K de la capital, la arteria principal del ej¨¦rcito de lobistas. Seg¨²n Auble, tambi¨¦n han ejercido de im¨¢n los debates sobre los subsidios a la producci¨®n de etanol, la reforma agr¨ªcola o la educativa.
Las estad¨ªsticas as¨ª lo certifican: el gran salto en la inversi¨®n de los lobbies se produce en 2008 y se consolida en 2009, coincidiendo con la entrada de Barack Obama a la Casa Blanca. Ese a?o la industria farmac¨¦utica y sanitaria bati¨® su r¨¦cord en su gasto en lobby, hasta los 273 millones de d¨®lares (201 millones de euros), aunque ya desde 1999 hab¨ªa sido y lo sigue siendo el sector que m¨¢s dinero ha destinado en ganar influencia. Y desde 2003 la firma que m¨¢s lobby ha hecho, como intermediaria, para las grandes compa?¨ªas ha sido Patton Bogas. En 2011 alcanz¨® su pico, con un gasto de 47 millones de d¨®lares (34,6 millones de euros), seg¨²n el recuento oficial del Senado.
Kevin O¡¯Neill, vicepresidente del departamento de Pol¨ªticas P¨²blicas de Patton Bogas, tambi¨¦n atribuye buena parte del auge de su negocio a la creciente demanda en los ¨¢mbitos financieros y sanitarios. Su argumentaci¨®n oficial es la siguiente: ¡°Al debatirse en la ¨²ltima d¨¦cada decisiones pol¨ªticas extraordinariamente complicadas e importantes, ha habido una necesidad creciente de asegurar que todos los puntos de vista sobre esas decisiones se contemplan en el proceso¡±.
Las empresas han ido siendo m¨¢s agresivas al darse cuenta que cuanto m¨¢s 'lobby hacen en m¨¢s asuntos est¨¢n involucradas, tienen m¨¢s intereses en juego y por tanto hacen m¨¢s 'lobby'¡±
El directivo, sin embargo, rehuye comentar, alegando pol¨ªtica de empresa, los ¡°m¨¦todos¡± c¨®mo hacen lobby ni a qu¨¦ destinan sus suculentos contratos. Seg¨²n el investigador Auble, los millones que pagan las grandes empresas a firmas como Patton Bogas cubren el coste de esos contratos y de todo tipo de actuaciones, como celebrar reuniones con congresistas, inversi¨®n en publicidad o redactar informes para sus clientes, por ejemplo, textos alternativos a proyectos de ley.
Desde 1946, la legislaci¨®n norteamericana regula la actuaci¨®n de los grupos de presi¨®n y acota su campo de acci¨®n. Por ejemplo, impide a los senadores aceptar regalos de lobistas y limita el presupuesto de sus comidas con ellos. ¡°Se suele decir que ¡®si no est¨¢s en la mesa est¨¢s fuera del men¨²¡¯. Muchos lobistas solo quieren asegurarse de estar en el m¨¢ximo n¨²mero de mesas, hablando con todo el mundo que tiene poder en el juego pol¨ªtico¡±, explica el profesor Drutman, que a?ade que las reglas se suelen cumplir y que no se ¡°compra¡± a los congresistas simplemente con ¡°una cena o una botella de vino¡±.
Su tesis es que todo es m¨¢s sutil y el objetivo mucho m¨¢s profundo: ¡°Se busca moldear el ambiente intelectual, en el sentido de qu¨¦ es pol¨ªticamente posible. Y eso requiere mucho trabajo¡±. Drutman lo describe como una tarea de resistencia y de confianza, pues muchos de los lobistas han trabajado antes en el Capitolio y mantienen all¨ª muy buenos contactos. Los lobistas tratan de buscar a sus ¡°mejores aliados¡± y darles ¡°munici¨®n¡±, de hablar con el m¨¢ximo n¨²mero de congresistas que presentar¨¢n leyes o las votar¨¢n para hacerles ver que no est¨¢n en el ¡°lado correcto de la discusi¨®n¡±, y marearlos una y otra vez con una retah¨ªla de datos sobre los efectos desastrosos de una ley (por ejemplo, en puestos de trabajo) y con testimonios de personas en las que conf¨ªa ese representante pol¨ªtico. ¡°Y eventualmente todo esto causa un efecto¡±, subraya.
Pero, obviamente, tambi¨¦n hay mucho juego sucio en la sombra. Este experto habla de ¡°amenazas impl¨ªcitas¡± de los grupos de presi¨®n a los l¨ªderes pol¨ªticos, como sacar a la luz algunos trapos sucios. Y tambi¨¦n compra de favores, por ejemplo de la mano de suculentas donaciones a la campa?a electoral de un congresista. Estas contribuciones no quedan recogidas en las estad¨ªsticas del Senado, que solo incluyen las interacciones de las empresas y sus representantes con las instituciones p¨²blicas. Por tanto, los tent¨¢culos indirectos de los lobbies son mucho m¨¢s largos de lo que muestran las estad¨ªsticas oficiales.
La transparencia del Senado es m¨¢xima. Su registro detalla el dinero exacto que destina cada organizaci¨®n y sector, y cu¨¢ntos informes redactan y a qu¨¦ instituciones p¨²blicas van dirigidos. El a?o pasado hab¨ªa en Washington 12.432 lobistas -equivalentes al nivel previo a 2003- que gastaron 3.310 millones de d¨®lares (unos 2.400 millones de euros), por encima de la inversi¨®n de 2008. Tanto en 2012 como hasta el tercer trimestre de 2013, la entidad que m¨¢s ha gastado en hacer lobby -ya sea directamente o subcontratando a firmas intermediarias- ha sido la C¨¢mara de Comercio, con un presupuesto, respectivamente, de 136 millones de d¨®lares (100 millones de euros) y 51 millones de d¨®lares (37 millones de euros). Completan el podio la Asociaci¨®n Nacional Inmobiliaria y la aseguradora de salud Blue Cross-Blue Shield. Entre las diez primeras, hay tambi¨¦n entidades del sector m¨¦dico, tecnol¨®gico o el¨¦ctrico.
Los m¨¢s influyentes
Por sectores, tras el primer puesto de la industria farmac¨¦utica y sanitaria, se sit¨²an este a?o la aseguradora, y la de petr¨®leo y gas. El a?o pasado las asociaciones empresariales fueron el segundo sector que m¨¢s gast¨® en lobby, por delante de las aseguradoras. En cuanto al n¨²mero de informes, el liderazgo de 2012 tambi¨¦n lo ostent¨® la C¨¢mara de Comercio, que elabor¨® 126 documentos sobre proyectos legislativos que se debat¨ªan en la C¨¢mara de Representantes y 118 en el Senado.
Este a?o la C¨¢mara de Comercio ha centrado buena parte de sus esfuerzos, con 14 informes, en la modificaci¨®n de una ley sobre los procedimientos judiciales en los procesos de bancarrota empresarial. El cambio legal, que se aprob¨® hace unos d¨ªas, recibi¨® alegaciones de un total de 19 organizaciones. Y como es previsible la pol¨¦mica reforma sanitaria ha despertado un gran inter¨¦s de la aseguradora de salud Blue Cross-Blue Shield, que en lo que llevamos de a?o ha presentado 28 informes a la ley. Seg¨²n el profesor Drutman, el reciente cambio administrativo que ha hecho la Casa Blanca a la reforma, que permitir¨¢ a los ciudadanos que lo deseen mantener en 2014 sus planes m¨¦dicos, ha supuesto una ¡°victoria tremenda¡± para la industria m¨¦dica.
Pese a victorias como ¨¦sta, la maquinaria de los lobbies ha perdido un poco de fuelle desde 2011. El investigador Auble atribuye el descenso al endurecimiento de las incompatibilidades para los lobistas introducidas por la Administraci¨®n Obama, pero sobretodo a la par¨¢lisis legislativa en que se ha sumido el Capitolio en los ¨²ltimos a?os. ¡°Sin embargo, cuando aflora un asunto particular el gasto se dispara¡±, apunta. Como prueba de ello, el crecimiento espectacular del gasto de los grupos a favor y en contra de endurecer el control de las armas de fuego a ra¨ªz del intenso debate generado por la matanza de Newtown en diciembre pasado. Entre julio y septiembre de este a?o, el lobby a favor de restringir el acceso a las armas ha incrementado su inversi¨®n un 875% en relaci¨®n al mismo per¨ªodo de 2012; mientras que el que aboga por el mantenimiento del status quo lo ha hecho bastante menos, un 75%, aunque su gasto es cinco veces superior al de su rival.
Aparte de este caso coyuntural, el actual calendario pol¨ªtico est¨¢ generando un incipiente renacer del vigor de los lobbies. Los grupos est¨¢n multiplicando sus esfuerzos para evitar que sus variopintos clientes se vean afectados por los recortes autom¨¢ticos del gasto federal que podr¨ªan tener lugar el pr¨®ximo enero. De mientras, seguramente habr¨¢ m¨¢s de un lobista, que en su cruzada por ganar influencia en Washington, se tome de vez en cuando una copa con un representante pol¨ªtico en el Hotel Willard y recuerde la falsa leyenda del presidente Grant hace ya m¨¢s de 140 a?os. El mito parece que persiste intacto.
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