El viaje de vuelta desde el horror de la guerrilla
Los combatientes de las FARC desmovilizados con ayuda del Gobierno colombiano relatan las penalidades de la vida en el interior de la lucha armada
En la guerra no hay sitio para un hijo. Claudia Roa ha estado all¨ª y lo ha vivido. A los 14 a?os, abandon¨® a sus padres y a sus cinco hermanos en Puerto In¨ªrida (Colombia) para ser un pe¨®n m¨¢s de la lucha guerrillera de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). No fue un arrebato. Un grupo de guerrilleros lleg¨® a su pueblo, se hizo una amiga, hablaron de lo que pensaba hacer en la vida, le dijeron que le ayudar¨ªan a terminar sus estudios de primaria, que ayudar¨ªa a su familia. Se fue con ellos un d¨ªa a las siete de la ma?ana, sin avisar a nadie.
Al a?o siguiente, estaba en la selva y embarazada. Roa asegura que los jefes de su unidad la hicieron abortar a los ocho meses de gestaci¨®n, en una operaci¨®n en una casucha de la selva. Era el a?o 2004 y solo hab¨ªa vuelto a ver a su familia una vez, cinco meses despu¨¦s de abandonarla. Tardar¨ªa 10 a?os, llenos de penalidades y resentimiento, en volver a verlos. ¡°Se me parti¨® el alma cuando vi que era todo mentira. Todos los d¨ªas ped¨ªa perd¨®n por lo que hab¨ªa hecho a mi mam¨¢, que sufri¨® much¨ªsimo¡±.
El testimonio de Claudia Roa se puede escuchar estos d¨ªas en Europa, dentro de una campa?a del Gobierno colombiano. El pasado lunes estuvo en la Casa de Am¨¦rica de Madrid. Ella se integr¨® en un programa gubernamental iniciado en 2003 que ya atiende a 31.000 personas de todos los grupos armados, seg¨²n la Agencia para la Reintegraci¨®n. El programa ofrece ayuda econ¨®mica y psicosocial a cambio de informaci¨®n. En el caso de las FARC, son sobre todo guerrilleros de base, cuyos nombres no salen en las noticias. El Gobierno trata de prevenir el reclutamiento de nuevos efectivos en la insurgencia. Seg¨²n el ultimo informe de gesti¨®n del Ministerio de Defensa, unos 2.000 miembros de las FARC se desmovilizaron entre septiembre de 2011 y agosto de 2013. En el mismo periodo, 682 murieron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
Claudia Roa estuvo en el llamado Frente 16 y luego en la zona fronteriza con Venezuela, en un campamento donde manejaba la radio. Despu¨¦s de una adolescencia perdida, cuenta que volvi¨® a quedarse embarazada en la selva el a?o pasado. Y cuenta que, de nuevo, la obligaron a abortar cuando estaba de seis meses. Est¨¢ convencida de que le dieron alg¨²n veneno en la comida, porque se neg¨® a una operaci¨®n aun a riesgo de ser fusilada. Despu¨¦s de perder al ni?o, consigui¨® que su grupo la llevara a un hospital por los dolores y la infecci¨®n consecuencia de una nueva operaci¨®n en la selva. ¡°Hay cosas que no se pueden creer¡±, es todo lo que dice sobre aquel parto. All¨ª se zaf¨® de la vigilancia y logr¨® huir a la ciudad de Arauca. El pasado 13 de septiembre contact¨® con el Ej¨¦rcito colombiano. Despu¨¦s de una d¨¦cada en la selva, gracias al programa de reinserci¨®n, se reuni¨® con su familia en Bogot¨¢. Su padre no la reconoci¨®.
Aquel mismo d¨ªa, en Ituango, en la otra punta del pa¨ªs, Medardo Maturana, de 53 a?os, consegu¨ªa encontrarse con el Ej¨¦rcito despu¨¦s de un mes planeando la huida y 15 horas cabalgando por la selva. Hab¨ªa llegado a las FARC 23 a?os antes, de una forma muy diferente a Roa. Estudiaba Sociolog¨ªa y estaba metido en el ambiente comunista de la universidad. Le sedujo ¡°un discurso pegajoso para los j¨®venes, que todav¨ªa perdura¡±. En la guerrilla, donde ¡°el grado de educaci¨®n medio es quinto de primaria¡±, Maturana era un intelectual, un tipo educado que se ocupaba del trabajo con las comunidades campesinas, un hombre valioso y conocido, con responsabilidad en la movilizaci¨®n de masas. ¡°Yo sal¨ª de la guerrilla sin un rasgu?o. Los mandos nunca me arriesgaron en combate¡±.
En dos d¨¦cadas en la guerrilla vio un ¡°discurso ideol¨®gico desfigurado¡±. Cuenta que vio un alcoholismo generalizado en los mandos, abusos a las guerrilleras, acuerdos con los criminales para mover coca. ¡°Las FARC se han convertido en los protectores de la coca¡±, asegura, y controlan zonas enteras donde solo ellos pueden acceder a la producci¨®n. ¡°Compran al campesino el kilo por dos millones de pesos y lo venden por 2,5¡± a los narcos. Ahora quiere, primero, hacer todo lo posible para que nadie m¨¢s entre en la guerrilla. Y tambi¨¦n seguir estudiando, y conseguir que su compa?era acabe el bachillerato. De la vuelta, lo que m¨¢s le ha afectado es ver a su madre ¡°tan deteriorada, despu¨¦s de media vida all¨¢¡±.
Los testimonios de Medardo y Claudia son algunos de los m¨¢s recientes que se pueden escuchar sobre la vida en el interior de la guerrilla m¨¢s numerosa y antigua de Am¨¦rica Latina. Hace solo tres meses que volvieron al mundo civil. El Gobierno colombiano comenz¨® hace un a?o unas conversaciones de paz con altos representantes de las FARC. Los di¨¢logos, que han recibido amplio apoyo internacional pero levantan suspicacias en parte de la poblaci¨®n colombiana, se desarrollan en La Habana y hasta el momento, aunque m¨¢s lento de lo esperado, avanzan. Al respecto, Maturana asegura que ¡°dentro de las FARC todo sigue igual¡±. El relato de acercamiento de los dirigentes en La Habana no existe sobre el terreno. ¡°En los frentes de las FARC se dice una cosa y en Cuba otra. Si reproducen internamente el discurso de La Habana, la gente se ir¨ªa m¨¢s r¨¢pido¡±, dice. Claudia Roa tiene la misma experiencia. Ante las noticias que llegan de Cuba, ¡°los guerrilleros preguntan ¡®qu¨¦ va a pasar con nosotros¡¯, pero los comandantes les dicen que nunca se van a desmovilizar¡±. Aun as¨ª, Maturana cree que ¡°la guerrilla va a tener que cumplir. No le queda otra salida. El mundo est¨¢ pendiente¡±.
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