¡°No han hablado los luchadores¡±
Muchos asistentes lamentan no haber podido participar en el funeral
La meteorolog¨ªa juega a veces tan malas pasadas que no respeta ni a los mitos m¨¢s grandes. Si a esto se a?ade una apropiaci¨®n de esos mitos, tenemos el funeral de Nelson Mandela. El de este martes se supon¨ªa que iba a ser un acto masivo, popular y participativo, pero termin¨® siendo una sucesi¨®n de discursos largos y aburridos pasados por agua que dejaron al margen a un pueblo sudafricano ¨¢vido de continuar mostrando su agradecimiento al l¨ªder.
La lluvia, que no par¨® en todo el d¨ªa, fue la primera en deslucir ese homenaje y fue la causante de que el estadio se quedara con una ocupaci¨®n de tres cuartas partes, apenas unas 65.000 personas, pocas para las expectativas del Gobierno, que habilit¨® tres campos deportivos m¨¢s que se quedaron vac¨ªos. ¡°Madiba se merece que vengamos aqu¨ª, sin dormir y moj¨¢ndonos¡±, se?alaba un asistente, Siyabonga Maseko.
Desde primeras horas de la ma?ana, e incluso la medianoche anterior, m¨¢s de un millar de personas respondieron con la mejor de sus caras a ese mal tiempo y esperaron pacientemente a que el estadio abriera sus puertas. No pararon ni un momento de cantar. Parec¨ªa que la fiesta que iniciaron en Soweto al d¨ªa siguiente del fallecimiento del primer presidente negro del pa¨ªs continuar¨ªa en el interior del edificio naranja.
Fue un espejismo. La larga espera de m¨¢s de seis horas dej¨® im¨¢genes emotivas. C¨¢nticos e himnos de la lucha contra el apartheid fueron una f¨®rmula festiva que funcion¨® y emocion¨®, a pesar del engorro de tener que vestir bufandas, gorros, abrigos y paraguas.
Pero lleg¨® el himno sudafricano y se acab¨® la fiesta. No por no ser una letra sentida y amada, sino porque supuso el arranque de las exequias oficiales en un estadio con butacas vac¨ªas en las primeras filas, y una tribuna repleta de los m¨¢s de cien jefes de Estado y de Gobierno e invitados de la far¨¢ndula que ni siquiera eran visibles para los que estaban en las gradas. Demasiados discursos, sin m¨¢s pausas que una m¨²sica espiritual m¨¢s acorde con una iglesia que con un estadio de f¨²tbol. Casi a pie de pista m¨¢s muestras de la desconexi¨®n del poder con la ciudadan¨ªa se resumieron en las comparsas que desfilaban ajenas a tanta formalidad.
¡°No nos han dejado la oportunidad ni de involucrarnos en la ceremonia ni de participar¡±, se quejaba Beauty Abanton a la salida del acto. Fue de las pocas personas que aguant¨® hasta el final, porque la mayor¨ªa opt¨® por buscar la puerta cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, puso fin a su discurso, repleto de citas de Mandela. ¡°Hay l¨ªderes que alaban a Mandela pero no toleran la disidencia¡±, subray¨® en su alocuci¨®n el mandatario estadounidense.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.