S?o Paulo quiere acabar con los ¡°hoteles del crack¡±
El Gobierno paulista pretende cerrar 18 albergues ilegales donde se vende droga en 'crackolandia', en pleno centro de la ciudad
¡°Si se va a quedar dos horas, son 15 reales (unos 7 d¨®lares). Pero la piedra es nuestra¡±. As¨ª responde el empleado de un hotel en la alameda Dino Bueno, en el coraz¨®n de la crackolandia paulistana, cuando se le pregunta sobre el precio de la habitaci¨®n. La piedra es crack, 10 reales por un trozo de menos de 2 cent¨ªmetros. El hotel es uno de los 18 identificados por el Gobierno paulista como puntos de consumo y venta de ese derivado de la coca¨ªna en el centro de la mayor ciudad del pa¨ªs y una de las megametr¨®polis de Am¨¦rica Latina.
Aunque el cartel reza ¡°hotel¡±, en realidad es solo una fachada. La apariencia es de un corti?o (una especie de edificio comuna), lleno de cuartos donde apenas caben una cama y una silla. En algunos, no hay ni iluminaci¨®n. Pocas personas lo usan para dormir. La mayor¨ªa lo que quiere es evitar exponer su adicci¨®n en las calles, como hacen muchos de los adictos que circulan d¨ªa y noche por esta zona.
Las ¨²ltimas cifras apuntan que entre 800 y 1.000 drogodependientes circulan a diario por un cuadril¨¢tero donde hay edificios hist¨®ricos, tiendas de piezas para motos, iglesias, plazas p¨²blicas, teatro, una estaci¨®n de tren y una escuela.
Despu¨¦s de un operativo fallido, en enero de 2012, en el que estuvieron involucrados centenares de polic¨ªas y en el que se utilizaron balas de goma y de bombas lacrim¨®genas para dispersar a los adictos, el Ayuntamiento y el Estado intentan encontrar otras formas de reducir la imagen deteriorada del centro, seg¨²n afirman los especialistas.
La traum¨¢tica acci¨®n de 2012 acab¨® esparciendo el problema, antes localizado en una esquina de S?o Paulo, a otras 30 minicrackolandias. Poco despu¨¦s, cuando se aminor¨® la represi¨®n del aparato de seguridad, los drogodependientes volvieron.
Con su regreso, cambi¨® la din¨¢mica. La m¨¢s reciente iniciativa es la ofensiva contra 18 hoteles y cinco zonas ilegales donde se vende y se consume droga 24 horas al d¨ªa. Un informe del servicio de inteligencia de la polic¨ªa muestra que esos hoteles no tienen autorizaci¨®n para funcionar. Algunos los dirigen personas que ya fueron deteniddas y que en la c¨¢rcel entraron en contacto con otros criminales a trav¨¦s de quienes establecieron redes con los proveedores de crack.
El Gobierno estima que, si esos lugares no se cierran, el trabajo de la polic¨ªa acaba siendo in¨²til. Localizan al peque?o traficante y lo detienden, pero seg¨²n informes del Denarc (Departamento de Narc¨®ticos), en menos de 30 minutos ese vendedor de droga es sustituido por otro.
Al cerrar un local irregular, se evita que la droga se siga acumulando en crackolandia y se facilite la distribuci¨®n de la droga. Para la polic¨ªa, echar el cierre a esos 18 hoteles no es la ¨²nica soluci¨®n para el problema, pero es una de las que podr¨ªan acabar con la epidemia.
El temor de los responsables de salud p¨²blica es que, con el cierre de estos lugares, se producir¨¢ una nueva dispersi¨®n de los usuarios, lo que dificultar¨¢ el contacto y casi imposibilitar¨¢ que el enfermo inicie un tratamiento de rehabilitaci¨®n.
Las otras alternativas ser¨ªan, seg¨²n los especialistas, ser¨ªa ampliar la red de tratamiento y ofrecer condiciones de trabajo y casa para los dependientes que viven en las calles.
Ante esa demanda tanto el gobernador Geraldo Alckmin (Partido de la Socialdemocracia Brasile?a, conservador) como el alcalde Fernando Haddad (del gobernante Partido del Trabajo) dicen que est¨¢n trabajando en conjunto para ofrecer esas opciones de tratamiento y acogida de los usuarios. La semana pasada, ambos se reunieron en busca de nuevas iniciativas. Sobre todo, despu¨¦s del surgimiento de una peque?a favela en las proximidades de esos hoteles irregulares.
¡°Aquella favela surgi¨® tras la demolici¨®n de los edificios ocupados por los dependientes [en enero de 2012]. A partir del momento en que se demollieron los edificios, se cre¨® la favela. Si cerramos sin tomar medidas de apoyo, solo aumentaremos la ocupaci¨®n¡±, dice Haddad.
Una de las acciones, seg¨²n el gobernador Alckmin, fue convencer a 28 personas para que acudieran a centros de rehabilitaci¨®n a recibir tratamiento psicol¨®gico. Un a?o, llegaron a ingresar hasta 500. El problema es que la mayor¨ªa retorna a las calles. Es un trabajo que parece no tener fin.
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